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Columnista - 5 abril, 2022

El síndrome de doña Florinda (4-IV-2022)

El síndrome de doña Florinda fue inicialmente mencionado por el argentino Rafael Ton, tomando como referencia el personaje creado por Roberto Gómez Bolaños en la serie humorística ‘El Chavo del 8’.

Un buen amigo me invitó a un conversatorio sobre los alcances de los consejos territoriales de planeación, en la Universidad de Santander-UDES, con sus estudiantes de octavo semestre de derecho. Un espacio académico nuevo para mí, pero quise explorarlo luego de haber acumulado pericia y conocimientos en el tema, tal vez considerando enriquecer la teoría intramural enseñada en las aulas de clases, con la experiencia conseguida en el ejercicio de los procesos de planificación.  

Camino al claustro universitario estaba en esas disquisiciones, cuando las altisonantes palabras de una discusión entre vecinos recuperaron mi atención. Al alzar la mirada veo al conductor de un vehículo marca Renault 4 muy deteriorado, con un adhesivo microperforado en el vidrio de atrás que decía “FICO PRESIDENTE”, gesticulando amenazadoramente a otro hombre en un duro reclamo, porque este se había declarado seguidor de Gustavo Petro.   

La verdad me dio risa la situación, no porque sintiera regocijo con los ácidos enfrentamientos políticos entre amigos, sino porque vino a mi mente una sintomatología psicológica que el adoctrinamiento político ha puesto de moda, ahora cuando los efectos de un establecimiento excluyente ponen en riesgo las ancestrales comodidades, que un grueso número de la población colombiana ven solo como una quimera. 

Se trata del síndrome de doña Florinda, una tara sociológica que afecta al pueblo trabajador latinoamericano. Son las personas pobres que en su patológico arribismo desprecian a sus pares. Es decir, a sus vecinos o gente de su misma clase social. Son los que luchan para mantener un estilo de vida mentiroso, con el prefabricado interés de creerse lo que no son. Usan camisas finas y asisten a sitios costosos muchas veces solo esperando que alguien les brinde algo. En Valledupar los ve usted transitar por la carrera novena arriba, intentando confundirse con el paisaje de ese vecindario, cuando realmente van a la Calle Ancha del barrio La Nevada. 

El síndrome de doña Florinda fue inicialmente mencionado por el argentino Rafael Ton, tomando como referencia el personaje creado por Roberto Gómez Bolaños en la serie humorística ‘El Chavo del 8’. “Todos en la vecindad del Chavo del 8 eran pobres, porque todos ellos eran dueños de nada. No tenían casa propia y debían pagar mes a mes el derecho a un techo a un obeso recaudador llamado Señor Barriga. Doña Florinda era tan pobre como todos, excepto por una pensión que le dejó don Federico (el papá de Quico), un marino mercante que se perdió en alta mar. Con esa pensión pagaba religiosamente la renta y mantenía muy limpio y elegante a Quico en su traje de marinerito, además de comprarle todos los juguetes y caramelos que a Quico se le antojaban. Mientras lo miraba El Chavo… siempre con hambre”.

“Como odian a los de su clase, los doña Florinda votan a la derecha… o a los intereses de la derecha. Putean cuando escuchan la palabra socialismo o populismo, mientras le meten más papas a la olla para hacer rendir el guiso. Repiten como loros «no queremos ser Venezuela», como si vivieran en Manhattan o el Principado de Mónaco. Y no se juntan con la chusma. Aunque doña Florinda colgaba sus calzones en el mismo tendal donde don Ramón colgaba sus calzoncillos”.

Los que sí saben cómo se manejan electoralmente las masas y cuyo único interés es el beneficio particular de ellos y sus familias, cultivan como cháchara política el desprecio, el miedo al otro y el racismo, favoreciendo la suerte de ricos y poderosos, y para desgracia de tantos niños con hambre y sin futuro, como El Chavo del 8. En tu voto está el naufragio de la esperanza. ¿Quieres seguir siendo una doña Florinda? Reacciona entonces, llegó la oportunidad. Fuerte abrazo. –

Columnista
5 abril, 2022

El síndrome de doña Florinda (4-IV-2022)

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

El síndrome de doña Florinda fue inicialmente mencionado por el argentino Rafael Ton, tomando como referencia el personaje creado por Roberto Gómez Bolaños en la serie humorística ‘El Chavo del 8’.


Un buen amigo me invitó a un conversatorio sobre los alcances de los consejos territoriales de planeación, en la Universidad de Santander-UDES, con sus estudiantes de octavo semestre de derecho. Un espacio académico nuevo para mí, pero quise explorarlo luego de haber acumulado pericia y conocimientos en el tema, tal vez considerando enriquecer la teoría intramural enseñada en las aulas de clases, con la experiencia conseguida en el ejercicio de los procesos de planificación.  

Camino al claustro universitario estaba en esas disquisiciones, cuando las altisonantes palabras de una discusión entre vecinos recuperaron mi atención. Al alzar la mirada veo al conductor de un vehículo marca Renault 4 muy deteriorado, con un adhesivo microperforado en el vidrio de atrás que decía “FICO PRESIDENTE”, gesticulando amenazadoramente a otro hombre en un duro reclamo, porque este se había declarado seguidor de Gustavo Petro.   

La verdad me dio risa la situación, no porque sintiera regocijo con los ácidos enfrentamientos políticos entre amigos, sino porque vino a mi mente una sintomatología psicológica que el adoctrinamiento político ha puesto de moda, ahora cuando los efectos de un establecimiento excluyente ponen en riesgo las ancestrales comodidades, que un grueso número de la población colombiana ven solo como una quimera. 

Se trata del síndrome de doña Florinda, una tara sociológica que afecta al pueblo trabajador latinoamericano. Son las personas pobres que en su patológico arribismo desprecian a sus pares. Es decir, a sus vecinos o gente de su misma clase social. Son los que luchan para mantener un estilo de vida mentiroso, con el prefabricado interés de creerse lo que no son. Usan camisas finas y asisten a sitios costosos muchas veces solo esperando que alguien les brinde algo. En Valledupar los ve usted transitar por la carrera novena arriba, intentando confundirse con el paisaje de ese vecindario, cuando realmente van a la Calle Ancha del barrio La Nevada. 

El síndrome de doña Florinda fue inicialmente mencionado por el argentino Rafael Ton, tomando como referencia el personaje creado por Roberto Gómez Bolaños en la serie humorística ‘El Chavo del 8’. “Todos en la vecindad del Chavo del 8 eran pobres, porque todos ellos eran dueños de nada. No tenían casa propia y debían pagar mes a mes el derecho a un techo a un obeso recaudador llamado Señor Barriga. Doña Florinda era tan pobre como todos, excepto por una pensión que le dejó don Federico (el papá de Quico), un marino mercante que se perdió en alta mar. Con esa pensión pagaba religiosamente la renta y mantenía muy limpio y elegante a Quico en su traje de marinerito, además de comprarle todos los juguetes y caramelos que a Quico se le antojaban. Mientras lo miraba El Chavo… siempre con hambre”.

“Como odian a los de su clase, los doña Florinda votan a la derecha… o a los intereses de la derecha. Putean cuando escuchan la palabra socialismo o populismo, mientras le meten más papas a la olla para hacer rendir el guiso. Repiten como loros «no queremos ser Venezuela», como si vivieran en Manhattan o el Principado de Mónaco. Y no se juntan con la chusma. Aunque doña Florinda colgaba sus calzones en el mismo tendal donde don Ramón colgaba sus calzoncillos”.

Los que sí saben cómo se manejan electoralmente las masas y cuyo único interés es el beneficio particular de ellos y sus familias, cultivan como cháchara política el desprecio, el miedo al otro y el racismo, favoreciendo la suerte de ricos y poderosos, y para desgracia de tantos niños con hambre y sin futuro, como El Chavo del 8. En tu voto está el naufragio de la esperanza. ¿Quieres seguir siendo una doña Florinda? Reacciona entonces, llegó la oportunidad. Fuerte abrazo. –