Recientemente se han generado hechos noticiosos en todo el país, respecto a la destitución de gobernantes y miembros de corporaciones públicas (elegidos por elección popular), pero más allá del amarillismo y morbo que esto genera, se hace necesario que los ciudadanos reflexionemos. No soy juez, jurista o leguleyo para entrar a calificar o analizar estos […]
Recientemente se han generado hechos noticiosos en todo el país, respecto a la destitución de gobernantes y miembros de corporaciones públicas (elegidos por elección popular), pero más allá del amarillismo y morbo que esto genera, se hace necesario que los ciudadanos reflexionemos.
No soy juez, jurista o leguleyo para entrar a calificar o analizar estos fallos, por el contrario soy un apasionado por el análisis de las instituciones, sobre este particular quiero compartir mi reflexión.
Desde el análisis institucional, que un mandatario o miembro de corporación lo destituyan teniendo como falta grave una inhabilidad, es una evidencia de cómo se estira la institucionalidad democrática al punto de romperla, con los costos que eso trae. Para hablarlo en términos coloquiales, las actitudes de candidatos que conocen su inhabilidad, generan un saboteo institucional. Según Elhanan Helpman (estudioso de la democracia como institución) este fenómeno se genera por una persona cuya racionalidad está gobernada por el ego, es decir, impone sus deseos de poder por encima de las reglas de juego establecidas.
Es importante que usted como lector, tenga claro que la referencia que hago de institución en esta columna, corresponde a la definición establecida desde la nueva economía institucional. Bajo este amparo, una institución no es una organización como usualmente se conoce (ejemplo no hablo del SENA o ICBF). De acuerdo con Douglas North (premio Nobel de economía), una institución son las reglas de juego que se establecen para normar la relaciones entre individuos u agentes.
Así las cosas, en Colombia la constitución es la base de toda la arquitectura institucional (conjunto de desarrollo normativo) que regularizan nuestro comportamiento y accionar en todos los sectores de la vida del país.
En este caso, la actitud de candidatos y luego mandatarios inhabilitados, es un acto de estiramiento riesgoso a la institucionalidad democrática. No se trata de juzgar sí es buena o mala persona, simplemente no cumplió con las reglas de juego establecidas, imponiendo a como de lugar su necesidades ególatras.
Este estiramiento o mejor de saboteo institucional, tiene efectos no solo en la democracia al deteriorar la confianza de los votantes, si no en el desarrollo de nuestros pueblos, un mandatario que inicia un gobierno y luego es destituido, produce la ruptura de trayectoria de procesos y acciones de intervención pública.
Algunos pensarán que el problema no es de quien se inscribe, si no de quien recibe y avala la inscripción, eso puede ser cierto, pero creo que el primer acto de honestidad es con uno mismo, de allí parte todo para marcar la diferencia y trascender.
Recientemente se han generado hechos noticiosos en todo el país, respecto a la destitución de gobernantes y miembros de corporaciones públicas (elegidos por elección popular), pero más allá del amarillismo y morbo que esto genera, se hace necesario que los ciudadanos reflexionemos. No soy juez, jurista o leguleyo para entrar a calificar o analizar estos […]
Recientemente se han generado hechos noticiosos en todo el país, respecto a la destitución de gobernantes y miembros de corporaciones públicas (elegidos por elección popular), pero más allá del amarillismo y morbo que esto genera, se hace necesario que los ciudadanos reflexionemos.
No soy juez, jurista o leguleyo para entrar a calificar o analizar estos fallos, por el contrario soy un apasionado por el análisis de las instituciones, sobre este particular quiero compartir mi reflexión.
Desde el análisis institucional, que un mandatario o miembro de corporación lo destituyan teniendo como falta grave una inhabilidad, es una evidencia de cómo se estira la institucionalidad democrática al punto de romperla, con los costos que eso trae. Para hablarlo en términos coloquiales, las actitudes de candidatos que conocen su inhabilidad, generan un saboteo institucional. Según Elhanan Helpman (estudioso de la democracia como institución) este fenómeno se genera por una persona cuya racionalidad está gobernada por el ego, es decir, impone sus deseos de poder por encima de las reglas de juego establecidas.
Es importante que usted como lector, tenga claro que la referencia que hago de institución en esta columna, corresponde a la definición establecida desde la nueva economía institucional. Bajo este amparo, una institución no es una organización como usualmente se conoce (ejemplo no hablo del SENA o ICBF). De acuerdo con Douglas North (premio Nobel de economía), una institución son las reglas de juego que se establecen para normar la relaciones entre individuos u agentes.
Así las cosas, en Colombia la constitución es la base de toda la arquitectura institucional (conjunto de desarrollo normativo) que regularizan nuestro comportamiento y accionar en todos los sectores de la vida del país.
En este caso, la actitud de candidatos y luego mandatarios inhabilitados, es un acto de estiramiento riesgoso a la institucionalidad democrática. No se trata de juzgar sí es buena o mala persona, simplemente no cumplió con las reglas de juego establecidas, imponiendo a como de lugar su necesidades ególatras.
Este estiramiento o mejor de saboteo institucional, tiene efectos no solo en la democracia al deteriorar la confianza de los votantes, si no en el desarrollo de nuestros pueblos, un mandatario que inicia un gobierno y luego es destituido, produce la ruptura de trayectoria de procesos y acciones de intervención pública.
Algunos pensarán que el problema no es de quien se inscribe, si no de quien recibe y avala la inscripción, eso puede ser cierto, pero creo que el primer acto de honestidad es con uno mismo, de allí parte todo para marcar la diferencia y trascender.