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Columnista - 16 mayo, 2010

El Robo del “Papi” Zuleta

Por: Jacobo Solano Cerchiaro En estos tiempos de crisis, el famoso “Papi” Zuleta, personaje muy conocido en toda la región, se aventuró a poner un letrero en su casa: se vende, por ser tan grande ya no es rentable mantenerla y es mejor buscarse algo más funcional. Como consecuencia, hace dos días, una pareja de […]

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Por: Jacobo Solano Cerchiaro
En estos tiempos de crisis, el famoso “Papi” Zuleta, personaje muy conocido en toda la región, se aventuró a poner un letrero en su casa: se vende, por ser tan grande ya no es rentable mantenerla y es mejor buscarse algo más funcional.
Como consecuencia, hace dos días, una pareja de antioqueños elegantemente vestidos, con buen porte y elocuencia, llegaron a su puerta averiguando por la famosa vivienda, ubicada en el corazón del Novalito; recorrieron los aposentos, revisaron unas cuantas cosas, ragatearon el precio y acordaron cerrar el negocio por una buena suma de dinero. “El Papi”, con el espíritu de negociante que lo caracteriza, se acordó que su vecino, el Dr. Rodrigo López, también tenía la suya en venta, al parecer la pareja estaba forrada en plata, entonces ideó otra posibilidad y meditó: “marica el último, voy a ofrecerles otra residencia, mucho más grande y así me gano la comisión”. Mientras caminaban a la casa vecina, “El Papi” pensaba: “carajo, al fin Dios se acordó de mí y en pleno verano me mandó a estos paisas a arreglarme la mano”. A los pocos pasos, en la puerta de una de las viviendas más bonitas del Valle, los recibió doña Josefina. Con su acostumbrada cortesía les brindó limonada, tintico y dulce, e iniciaron la negociación; mientras cerraban el trato, “El Papi” tomó su celular y llamó a su esposa María del Socorro, y emocionado le contó: “mami, estoy más feliz que pelao en recreo, se va a cerrar el negocio, imagínate, esta gente tiene la tula, ¿tu recuerdas quien más está vendiendo la casa por aquí?”, a los que su esposa respondió: “Que yo sepa, medio Novalito, pero a la fija, los papas de Cheo García”. Cuando “El Papi” oyó esa vaina, se dijo así mismo: nojoda otra comisión, voy a matá tres pájaros de un sólo tiro, colgó rápidamente y llamó a Cheo, Cheo a su vez se comunicó con sus padres, quienes dudaron que todo fuera tan bello y no aceptaron la visita de los antioqueños. Mientras en la sala avanzaba el convenio, la señora de la casa, por tratarse de “El Papi” les dio un precio especial y hasta se comunicó con su esposo que se encontraba en Bogotá, quien avaló la venta; los compradores quedaron impactados con la casa y sobre todo con una escopeta antigua colgada en una pared que perteneció a los primeros moradores de Urumita. Después de realizado el arreglo, salieron y quedaron de encontrarse al día siguiente en el banco, para la entrega del dinero de los dos negocios. “El Papi” siguió en la camioneta hacia un velorio con su hermana Jacqueline, que también le pidió su tajada. Él estaba que bailaba en un sólo pie, incluso decidió darse un viajecito con la familia, a Cartagena, para celebrar. Lo que no imaginó este ingenuo negociante, era que los famosos clientes, iban a regresar a los diez minutos con las excusa de haber dejado unas gafas. Cuando abrieron la puerta en casa de los López, se metió una banda de ladrones, los amarraron a todos y se robaron todo, hasta la famosa escopeta de los antepasados urumiteros, y se marcharon en uno de los carros de la familia. Cuando las víctimas lograron desamarrarse, llamaron al “Papi”, que gritó ¡No puede ser! Fue tanto el impacto que terminó en la clínica con una arritmia cardiaca, y la familia López, robada de la forma más inverosímil.
Este pequeño cuento macondiano tiene el propósito de alertar la situación de seguridad que vive nuestra ciudad, y que se cercioren mejor antes de hacer algún negocio para que no les ocurra lo mismo que al “Papi”, que por tratar de ganarse unos pesos extras, se vio envuelto en una situación bastante incomoda.

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Columnista
16 mayo, 2010

El Robo del “Papi” Zuleta

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jacobo Solano Cerchiaro

Por: Jacobo Solano Cerchiaro En estos tiempos de crisis, el famoso “Papi” Zuleta, personaje muy conocido en toda la región, se aventuró a poner un letrero en su casa: se vende, por ser tan grande ya no es rentable mantenerla y es mejor buscarse algo más funcional. Como consecuencia, hace dos días, una pareja de […]


Por: Jacobo Solano Cerchiaro
En estos tiempos de crisis, el famoso “Papi” Zuleta, personaje muy conocido en toda la región, se aventuró a poner un letrero en su casa: se vende, por ser tan grande ya no es rentable mantenerla y es mejor buscarse algo más funcional.
Como consecuencia, hace dos días, una pareja de antioqueños elegantemente vestidos, con buen porte y elocuencia, llegaron a su puerta averiguando por la famosa vivienda, ubicada en el corazón del Novalito; recorrieron los aposentos, revisaron unas cuantas cosas, ragatearon el precio y acordaron cerrar el negocio por una buena suma de dinero. “El Papi”, con el espíritu de negociante que lo caracteriza, se acordó que su vecino, el Dr. Rodrigo López, también tenía la suya en venta, al parecer la pareja estaba forrada en plata, entonces ideó otra posibilidad y meditó: “marica el último, voy a ofrecerles otra residencia, mucho más grande y así me gano la comisión”. Mientras caminaban a la casa vecina, “El Papi” pensaba: “carajo, al fin Dios se acordó de mí y en pleno verano me mandó a estos paisas a arreglarme la mano”. A los pocos pasos, en la puerta de una de las viviendas más bonitas del Valle, los recibió doña Josefina. Con su acostumbrada cortesía les brindó limonada, tintico y dulce, e iniciaron la negociación; mientras cerraban el trato, “El Papi” tomó su celular y llamó a su esposa María del Socorro, y emocionado le contó: “mami, estoy más feliz que pelao en recreo, se va a cerrar el negocio, imagínate, esta gente tiene la tula, ¿tu recuerdas quien más está vendiendo la casa por aquí?”, a los que su esposa respondió: “Que yo sepa, medio Novalito, pero a la fija, los papas de Cheo García”. Cuando “El Papi” oyó esa vaina, se dijo así mismo: nojoda otra comisión, voy a matá tres pájaros de un sólo tiro, colgó rápidamente y llamó a Cheo, Cheo a su vez se comunicó con sus padres, quienes dudaron que todo fuera tan bello y no aceptaron la visita de los antioqueños. Mientras en la sala avanzaba el convenio, la señora de la casa, por tratarse de “El Papi” les dio un precio especial y hasta se comunicó con su esposo que se encontraba en Bogotá, quien avaló la venta; los compradores quedaron impactados con la casa y sobre todo con una escopeta antigua colgada en una pared que perteneció a los primeros moradores de Urumita. Después de realizado el arreglo, salieron y quedaron de encontrarse al día siguiente en el banco, para la entrega del dinero de los dos negocios. “El Papi” siguió en la camioneta hacia un velorio con su hermana Jacqueline, que también le pidió su tajada. Él estaba que bailaba en un sólo pie, incluso decidió darse un viajecito con la familia, a Cartagena, para celebrar. Lo que no imaginó este ingenuo negociante, era que los famosos clientes, iban a regresar a los diez minutos con las excusa de haber dejado unas gafas. Cuando abrieron la puerta en casa de los López, se metió una banda de ladrones, los amarraron a todos y se robaron todo, hasta la famosa escopeta de los antepasados urumiteros, y se marcharon en uno de los carros de la familia. Cuando las víctimas lograron desamarrarse, llamaron al “Papi”, que gritó ¡No puede ser! Fue tanto el impacto que terminó en la clínica con una arritmia cardiaca, y la familia López, robada de la forma más inverosímil.
Este pequeño cuento macondiano tiene el propósito de alertar la situación de seguridad que vive nuestra ciudad, y que se cercioren mejor antes de hacer algún negocio para que no les ocurra lo mismo que al “Papi”, que por tratar de ganarse unos pesos extras, se vio envuelto en una situación bastante incomoda.

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