Toda crisis genera reforma, premisa del Premio Nobel de Economía 2002, Daniel Kahneman, al demostrar que es más fácil cambiar el statu quo en tiempos de crisis que en tiempos normales. En crisis los afectados buscan cualquier cambio para salir de ella, lo que facilita las reformas, mientras que en tiempos normales hay una “zona […]
Toda crisis genera reforma, premisa del Premio Nobel de Economía 2002, Daniel Kahneman, al demostrar que es más fácil cambiar el statu quo en tiempos de crisis que en tiempos normales. En crisis los afectados buscan cualquier cambio para salir de ella, lo que facilita las reformas, mientras que en tiempos normales hay una “zona de confort” en la cual no es necesario cambiar el statu quo, así esté con problemas estructurales (como la desigualdad en Colombia).
“La revancha es más dulce que la vida misma, dice el fatuo”, y así discernía el poeta romano Juvenal, autor de dieciséis sátiras.
Hay revanchismo cuando la crítica es severa e intransigente, porque revela incapacidad y no sugiere soluciones.
Es un absurdo marchar contra un gobierno a dos meses de gestión para exigir soluciones a problemas estructurales, hoy expuestos en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Es que lo absurdo no tiene lógica ni razón para protagonizar marchas que distan de sucesos épicos como la marcha de la sal que lideró Mahatma Gandhi, hasta lograr la independencia de la India bajo el yugo de la realeza británica, verbigracia de la marcha de ladrillo, ya en el contexto regional, que eclosionó con la creación de la Universidad Nacional de La Paz.
La oposición volverá a marchar el 29 de octubre contra el gobierno de Gustavo Petro, que enarbola el cambio a través de las reformas, dinámica que ya es visible tras el acuerdo firmado con Fedegan para hacer una reforma agraria integral, conforme la apertura de la frontera terrestre colombo-venezolana, cuyo cierre, a juzgar por los números, fue una estupidez al perderse en 7 años más de 5 mil empleos y más de 7 mil millones de dólares.
Y no de menor impacto, medible en protervas intenciones, es la portada de la Revista Semana, al titular: “Pánico en la salud”. “Carolina Corcho se convirtió en un terror para el sector”. “El proyecto de reforma a la salud pondría en jaque la vida de los colombianos”. “Se anticipa una hecatombe, una implosión, un apague y vámonos, un caos sin antecedentes, por cuanto se elimina el actual sistema de salud y uno de sus estandartes: las EPS”.
Son publicaciones que riñen con un sistema de salud desfinanciado y colapsado, tras el entramado de corrupción de centenares de EPS que intermediaron a motu propio y quebraron la red de hospitales públicos y clínicas privadas, sumado el eufemismo de que hay escasez de medicamentos, más no desabastecimiento, con lo que se intenta borrar del colectivo imaginario de afiliados y usuarios el suplicio del paseo de la muerte.
A la luz de otra temática no menos controversial, como es la economía extractiva, no faltan los que sugieren no olvidarnos de una actividad económica que el año pasado reportó ventas al exterior, sobre todo de oro y carbón, cercanas a los $14 mil millones de dólares, cifra que puede aumentar por la guerra de Ucrania y mayor demanda de carbón derivada del corte de suministro del gas ruso, deslumbrados más por la riqueza del dinero que por la misma vida del ecosistema y la especie humana.
Toda crisis genera reforma, premisa del Premio Nobel de Economía 2002, Daniel Kahneman, al demostrar que es más fácil cambiar el statu quo en tiempos de crisis que en tiempos normales. En crisis los afectados buscan cualquier cambio para salir de ella, lo que facilita las reformas, mientras que en tiempos normales hay una “zona […]
Toda crisis genera reforma, premisa del Premio Nobel de Economía 2002, Daniel Kahneman, al demostrar que es más fácil cambiar el statu quo en tiempos de crisis que en tiempos normales. En crisis los afectados buscan cualquier cambio para salir de ella, lo que facilita las reformas, mientras que en tiempos normales hay una “zona de confort” en la cual no es necesario cambiar el statu quo, así esté con problemas estructurales (como la desigualdad en Colombia).
“La revancha es más dulce que la vida misma, dice el fatuo”, y así discernía el poeta romano Juvenal, autor de dieciséis sátiras.
Hay revanchismo cuando la crítica es severa e intransigente, porque revela incapacidad y no sugiere soluciones.
Es un absurdo marchar contra un gobierno a dos meses de gestión para exigir soluciones a problemas estructurales, hoy expuestos en la Asamblea General de las Naciones Unidas.
Es que lo absurdo no tiene lógica ni razón para protagonizar marchas que distan de sucesos épicos como la marcha de la sal que lideró Mahatma Gandhi, hasta lograr la independencia de la India bajo el yugo de la realeza británica, verbigracia de la marcha de ladrillo, ya en el contexto regional, que eclosionó con la creación de la Universidad Nacional de La Paz.
La oposición volverá a marchar el 29 de octubre contra el gobierno de Gustavo Petro, que enarbola el cambio a través de las reformas, dinámica que ya es visible tras el acuerdo firmado con Fedegan para hacer una reforma agraria integral, conforme la apertura de la frontera terrestre colombo-venezolana, cuyo cierre, a juzgar por los números, fue una estupidez al perderse en 7 años más de 5 mil empleos y más de 7 mil millones de dólares.
Y no de menor impacto, medible en protervas intenciones, es la portada de la Revista Semana, al titular: “Pánico en la salud”. “Carolina Corcho se convirtió en un terror para el sector”. “El proyecto de reforma a la salud pondría en jaque la vida de los colombianos”. “Se anticipa una hecatombe, una implosión, un apague y vámonos, un caos sin antecedentes, por cuanto se elimina el actual sistema de salud y uno de sus estandartes: las EPS”.
Son publicaciones que riñen con un sistema de salud desfinanciado y colapsado, tras el entramado de corrupción de centenares de EPS que intermediaron a motu propio y quebraron la red de hospitales públicos y clínicas privadas, sumado el eufemismo de que hay escasez de medicamentos, más no desabastecimiento, con lo que se intenta borrar del colectivo imaginario de afiliados y usuarios el suplicio del paseo de la muerte.
A la luz de otra temática no menos controversial, como es la economía extractiva, no faltan los que sugieren no olvidarnos de una actividad económica que el año pasado reportó ventas al exterior, sobre todo de oro y carbón, cercanas a los $14 mil millones de dólares, cifra que puede aumentar por la guerra de Ucrania y mayor demanda de carbón derivada del corte de suministro del gas ruso, deslumbrados más por la riqueza del dinero que por la misma vida del ecosistema y la especie humana.