La mayoría de las empresas, independientemente del sector, destinan recursos económicos a charlas, talleres y entrenamientos, con el objetivo de mejorar las competencias técnicas que tienen que ver con la operatividad del trabajador; pero también en áreas de competencias blandas como trabajo en equipo, liderazgo, comunicación, entre otros; todo esto con el fin de aumentar […]
La mayoría de las empresas, independientemente del sector, destinan recursos económicos a charlas, talleres y entrenamientos, con el objetivo de mejorar las competencias técnicas que tienen que ver con la operatividad del trabajador; pero también en áreas de competencias blandas como trabajo en equipo, liderazgo, comunicación, entre otros; todo esto con el fin de aumentar la productividad y por supuesto obtener una mayor rentabilidad del negocio.
Lo anterior se entiende, porque es algo que se puede medir más fácilmente: si yo tengo un trabajador preparado técnicamente, con certeza va a desempeñarse mejor en lo que hace; o si tengo un empleado al mando de un grupo, me interesa que esté capacitado para mantener una buena comunicación con el equipo y que sepa liderar a las personas.
Uno de los principales retos de cualquier gobierno, que tiene que ver con la salud pública, es cómo mantener la salud de las personas, no solo previniendo las enfermedades si no que cualquier enfermedad salga lo menos costosa posible. Las razones pueden ser muchas: un trasfondo humano por preservar la vida, controlar el presupuesto, garantizar que las personas se mantengan productivas para soportar el sistema, por mencionar algunas. Todo lo anterior, está presente desde que la humanidad vive en comunidad, entendiendo que cada integrante hace algún aporte y cuya recompensa es que todos tengan garantizado un techo, el alimento y la seguridad, como tres de las principales necesidades básicas. Tener una salud óptima es requisito indispensable para que esto sea posible.
Los costos actuales de las incapacidades médicas son elevados y como es conocido, una parte es asumida por el empleador y otra por el sistema, pero nunca llega a ser el valor real de lo que un empleado gana diariamente en su trabajo, esto sin contar que tampoco esa actividad es reemplazada al ciento por ciento por otra persona; en conclusión todos pierden: el trabajador, la empresa y el sistema.
Si al igual que se destina un presupuesto para fortalecer esas competencias blandas y técnicas de los empleados de una empresa, se destinará también un presupuesto para educar sobre la salud de los empleados, enseñándoles la manera como deben cuidarla, formarlos para que puedan mantener un estilo de vida saludable, enseñarles a reducir la exposición a tóxicos, capacitarlos para que puedan identificar de manera temprana los síntomas de alerta de las diferentes enfermedades y si además de lo anterior, se logrará que esa persona se vincule directamente para que sea un amplificador de este tipo de información, no solo en su núcleo familiar si no también en su comunidad, con certeza tendríamos un mejor rendimiento laboral por parte del empleado, lo que también se vería reflejado en la productividad de la empresa y, lo que es mejor, se estaría contribuyendo de manera directa en la salud pública que tantas canas verdes le saca a los gobiernos.
Estoy haciendo un llamado para que entendamos que la buena salud nos afecta a todos de manera directa o indirecta y que tener trabajadores sanos impacta positivamente en el sistema.
La mayoría de las empresas, independientemente del sector, destinan recursos económicos a charlas, talleres y entrenamientos, con el objetivo de mejorar las competencias técnicas que tienen que ver con la operatividad del trabajador; pero también en áreas de competencias blandas como trabajo en equipo, liderazgo, comunicación, entre otros; todo esto con el fin de aumentar […]
La mayoría de las empresas, independientemente del sector, destinan recursos económicos a charlas, talleres y entrenamientos, con el objetivo de mejorar las competencias técnicas que tienen que ver con la operatividad del trabajador; pero también en áreas de competencias blandas como trabajo en equipo, liderazgo, comunicación, entre otros; todo esto con el fin de aumentar la productividad y por supuesto obtener una mayor rentabilidad del negocio.
Lo anterior se entiende, porque es algo que se puede medir más fácilmente: si yo tengo un trabajador preparado técnicamente, con certeza va a desempeñarse mejor en lo que hace; o si tengo un empleado al mando de un grupo, me interesa que esté capacitado para mantener una buena comunicación con el equipo y que sepa liderar a las personas.
Uno de los principales retos de cualquier gobierno, que tiene que ver con la salud pública, es cómo mantener la salud de las personas, no solo previniendo las enfermedades si no que cualquier enfermedad salga lo menos costosa posible. Las razones pueden ser muchas: un trasfondo humano por preservar la vida, controlar el presupuesto, garantizar que las personas se mantengan productivas para soportar el sistema, por mencionar algunas. Todo lo anterior, está presente desde que la humanidad vive en comunidad, entendiendo que cada integrante hace algún aporte y cuya recompensa es que todos tengan garantizado un techo, el alimento y la seguridad, como tres de las principales necesidades básicas. Tener una salud óptima es requisito indispensable para que esto sea posible.
Los costos actuales de las incapacidades médicas son elevados y como es conocido, una parte es asumida por el empleador y otra por el sistema, pero nunca llega a ser el valor real de lo que un empleado gana diariamente en su trabajo, esto sin contar que tampoco esa actividad es reemplazada al ciento por ciento por otra persona; en conclusión todos pierden: el trabajador, la empresa y el sistema.
Si al igual que se destina un presupuesto para fortalecer esas competencias blandas y técnicas de los empleados de una empresa, se destinará también un presupuesto para educar sobre la salud de los empleados, enseñándoles la manera como deben cuidarla, formarlos para que puedan mantener un estilo de vida saludable, enseñarles a reducir la exposición a tóxicos, capacitarlos para que puedan identificar de manera temprana los síntomas de alerta de las diferentes enfermedades y si además de lo anterior, se logrará que esa persona se vincule directamente para que sea un amplificador de este tipo de información, no solo en su núcleo familiar si no también en su comunidad, con certeza tendríamos un mejor rendimiento laboral por parte del empleado, lo que también se vería reflejado en la productividad de la empresa y, lo que es mejor, se estaría contribuyendo de manera directa en la salud pública que tantas canas verdes le saca a los gobiernos.
Estoy haciendo un llamado para que entendamos que la buena salud nos afecta a todos de manera directa o indirecta y que tener trabajadores sanos impacta positivamente en el sistema.