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Columnista - 23 mayo, 2010

EL PUNTO FINAL

Por: Luis Rafael Nieto Pardo De nuevo estamos a ocho días de elegir al nuevo Presidente de los colombianos. La diferencia más notoria entre los candidatos, diría yo, que se acentúa con mayor claridad (no por el color) entre el partido del gobierno y la ola verde desatada por Mockus.  Tal parece que la identidad […]

Por: Luis Rafael Nieto Pardo

De nuevo estamos a ocho días de elegir al nuevo Presidente de los colombianos.

La diferencia más notoria entre los candidatos, diría yo, que se acentúa con mayor claridad (no por el color) entre el partido del gobierno y la ola verde desatada por Mockus.  Tal parece que la identidad política con tan distintos matices, tanto culturales como políticos, de intereses totalmente distintos en el fondo, acentúan aún más la marcada diferencia;  de allí el contraste y el contrapunteo en las encuestas de los diferentes medios, que a escasos ocho días no permiten vislumbrar el triunfo en primera vuelta de alguno de ellos.

Tal parece que los ocho años de mandato que terminan, quien lo creyera, terminaron de igual manera por  desgastar la credibilidad, la gobernabilidad, la confianza de los colombianos, todo por la constante manifestación de hechos bochornosos que terminaron opacando los logros alcanzados en cuanto a seguridad e inversión empresarial (porque lo de lo social quedó en veremos).

Al recordar épocas pasadas de grata recordación, vemos nuevamente cómo renace el fervor de la clase popular, que al igual que ayer han estado tradicionalmente excluidas del escenario político, y de igual forma ha encontrado en Mockus a su mejor representante e interprete de su causa;  y tales circunstancias han permitido que este matemático y profesor esté liderando un movimiento de masas que se ha denominado “la ola verde” y que contrario al movimiento gaitanista, a éste se le considera un movimiento revolucionario pero en el ámbito de la legalidad y de obtener a través de la educación la gran transformación del país, y para ello, cuenta con un equipo de trabajo conformado por un vicepresidente con igual o parecido perfil de matemático y maestro, y de otros, que a pesar de haber ocupado cargos “políticos” no cargan con el lastre de la corrupción ni están ni se han visto involucrados en problemas relacionados con el desgreño administrativo.

De allí que el pueblo colombiano, o por lo menos los seguidores de la ola verde, esperan que se materialicen sus aspiraciones y por ello acuden a las plazas públicas y a todos los sitios donde se convocan para escuchar el nuevo planteamiento con una metodología distinta de la política, en un lenguaje que yo diría casi paternal, pero que a través ejercicios metodológicos pone en practica su ideario político.  A ello hay que abonarle la disciplina y la organización de este movimiento, que con tanto entusiasmo y desinterés sigue marcándole puntos en las encuestas a su líder y desconcierta a los sectores políticos tradicionales que cada día observan con mayor asombro la rapidez con que esa ola verde ha alcanzado cubrimiento nacional.
Por eso, no sería descabellado hacer un parangón entre el inmolado jefe liberal de antaño, el doctor Jorge Eliecer Gaitán, que también impresionaba por su gran oratoria y su expresión civilista, con el ahora nuevo líder de esas masas que no con discursos, sino con simbolismos, invita y atrae a sus electores para que sean los nuevos actores de la historia.
Por eso bien vale la pena recordar ciertas estrategias de aquel estilo y no resultará difícil establecer el enorme parecido, descartando el estilo de oratoria, como antes dije, pero nos damos cuenta que subsisten los usos simbólicos en la campaña política, los estribillos cantados;  los mecanismos de adhesión, la convocatoria a los escenarios públicos sin la utilización de espectáculos pagos para ello, lo que se convierte en un nuevo tipo de pedagogía política a través de un discurso que incluye al pueblo; y de igual manera, Mockus genera la confianza por la concepción elevada de su misión, por el énfasis que hace en la aplicación de la Constitución como cultura ciudadana; es decir, una cuestión de creatividad intelectual, de pensamiento, no de acción; de meditación en lugar del espectáculo público.  En fin, a su principal antagonista le ha tocado deshacerse de los mecanismos tradicionales de  hacer política, aunque no del todo, pero aún continúa copando el uso colectivo del espacio público con la misma utilización de los conjuntos, del licor y de los artistas, perdiendo en el fondo la seriedad de sus planteamientos para convencer al electorado de ser un transformador.

[email protected]

Columnista
23 mayo, 2010

EL PUNTO FINAL

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Rafael Nieto Pardo

Por: Luis Rafael Nieto Pardo De nuevo estamos a ocho días de elegir al nuevo Presidente de los colombianos. La diferencia más notoria entre los candidatos, diría yo, que se acentúa con mayor claridad (no por el color) entre el partido del gobierno y la ola verde desatada por Mockus.  Tal parece que la identidad […]


Por: Luis Rafael Nieto Pardo

De nuevo estamos a ocho días de elegir al nuevo Presidente de los colombianos.

La diferencia más notoria entre los candidatos, diría yo, que se acentúa con mayor claridad (no por el color) entre el partido del gobierno y la ola verde desatada por Mockus.  Tal parece que la identidad política con tan distintos matices, tanto culturales como políticos, de intereses totalmente distintos en el fondo, acentúan aún más la marcada diferencia;  de allí el contraste y el contrapunteo en las encuestas de los diferentes medios, que a escasos ocho días no permiten vislumbrar el triunfo en primera vuelta de alguno de ellos.

Tal parece que los ocho años de mandato que terminan, quien lo creyera, terminaron de igual manera por  desgastar la credibilidad, la gobernabilidad, la confianza de los colombianos, todo por la constante manifestación de hechos bochornosos que terminaron opacando los logros alcanzados en cuanto a seguridad e inversión empresarial (porque lo de lo social quedó en veremos).

Al recordar épocas pasadas de grata recordación, vemos nuevamente cómo renace el fervor de la clase popular, que al igual que ayer han estado tradicionalmente excluidas del escenario político, y de igual forma ha encontrado en Mockus a su mejor representante e interprete de su causa;  y tales circunstancias han permitido que este matemático y profesor esté liderando un movimiento de masas que se ha denominado “la ola verde” y que contrario al movimiento gaitanista, a éste se le considera un movimiento revolucionario pero en el ámbito de la legalidad y de obtener a través de la educación la gran transformación del país, y para ello, cuenta con un equipo de trabajo conformado por un vicepresidente con igual o parecido perfil de matemático y maestro, y de otros, que a pesar de haber ocupado cargos “políticos” no cargan con el lastre de la corrupción ni están ni se han visto involucrados en problemas relacionados con el desgreño administrativo.

De allí que el pueblo colombiano, o por lo menos los seguidores de la ola verde, esperan que se materialicen sus aspiraciones y por ello acuden a las plazas públicas y a todos los sitios donde se convocan para escuchar el nuevo planteamiento con una metodología distinta de la política, en un lenguaje que yo diría casi paternal, pero que a través ejercicios metodológicos pone en practica su ideario político.  A ello hay que abonarle la disciplina y la organización de este movimiento, que con tanto entusiasmo y desinterés sigue marcándole puntos en las encuestas a su líder y desconcierta a los sectores políticos tradicionales que cada día observan con mayor asombro la rapidez con que esa ola verde ha alcanzado cubrimiento nacional.
Por eso, no sería descabellado hacer un parangón entre el inmolado jefe liberal de antaño, el doctor Jorge Eliecer Gaitán, que también impresionaba por su gran oratoria y su expresión civilista, con el ahora nuevo líder de esas masas que no con discursos, sino con simbolismos, invita y atrae a sus electores para que sean los nuevos actores de la historia.
Por eso bien vale la pena recordar ciertas estrategias de aquel estilo y no resultará difícil establecer el enorme parecido, descartando el estilo de oratoria, como antes dije, pero nos damos cuenta que subsisten los usos simbólicos en la campaña política, los estribillos cantados;  los mecanismos de adhesión, la convocatoria a los escenarios públicos sin la utilización de espectáculos pagos para ello, lo que se convierte en un nuevo tipo de pedagogía política a través de un discurso que incluye al pueblo; y de igual manera, Mockus genera la confianza por la concepción elevada de su misión, por el énfasis que hace en la aplicación de la Constitución como cultura ciudadana; es decir, una cuestión de creatividad intelectual, de pensamiento, no de acción; de meditación en lugar del espectáculo público.  En fin, a su principal antagonista le ha tocado deshacerse de los mecanismos tradicionales de  hacer política, aunque no del todo, pero aún continúa copando el uso colectivo del espacio público con la misma utilización de los conjuntos, del licor y de los artistas, perdiendo en el fondo la seriedad de sus planteamientos para convencer al electorado de ser un transformador.

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