La ciudad se deteriora a pasos agigantados. La inseguridad nos tiene arrinconados y presos en nuestras propias casas; la suciedad, el desorden, la ingobernabilidad pareciese ser nuestro destino final.
La ciudad se deteriora a pasos agigantados. La inseguridad nos tiene arrinconados y presos en nuestras propias casas; la suciedad, el desorden, la ingobernabilidad pareciese ser nuestro destino final. La intolerancia, la corronchera y el arribismo se incrustaron en nuestra cultura y todo indica que es para quedarse. Entonces: ¿qué es lo nuevo de esta situación? Absolutamente nada, solo que esta vez creemos que “alguien” vendrá a salvarnos.
¿De donde va salir ese Salvador de la ciudad que nos devuelva la esperanza y el amor por nuestra tierra? ¿Tenemos suficiente capital social para que salga ese iluminado capaz de sacarnos de este hoyo en el que nos metieron por no haber sabido tomar decisiones o por las que se tomaron equivocadamente? Yo creería que sí, pero sería una golondrina en un intenso verano en el que nos convertimos los que miramos para otro lado ante la indolencia y la piltrafa en la que convirtieron una ciudad tan hermosa como la nuestra. Con decirles que ya ni frío hace en las madrugadas y ahí sí estamos en problemas.
He visto las tomas aéreas de la ciudad que han hecho con drones, particularmente las nocturnas donde se ve hermosa, iluminada, casi que uno se confunde sobre si es o no nuestra ciudad o si se trata de un montaje. El caso es que cuando nos adentramos en sus calles, en sus barrios, en sus parques y en esos espacios que la hacían bella y diferente, hoy se está llenando de mototaxis, ‘robamangos’, limpiavidrios, marihuaneros y delincuentes de todos los pelambres.
Ya se está hablando de candidaturas otra vez, por lo menos para la carrera presidencial suenan nombres de congresistas, excongresistas, exministros, experiodistas, periodistas en ejercicio y uno que otro precandidato dispuesto a querer repetir la hazaña del ingeniero Rodolfo Hernández (q. e. p. d.), todos con un común denominador, ninguno demuestra la talla para remendar un país tan fracturado en todos los ámbitos, pero sobre todo polarizado hasta los cimientos, al punto que estamos nuevamente ad portas de regresar a las épocas de barbarie de la violencia política que siempre trae ríos de sangre. Si no, miren para la zona rural, donde el boleteo, la extorsión y los grupos armados (de ambos bandos, o de quien sabe de qué cosa porque con el reciclaje sufrido en los fallidos procesos de sometimiento, ya no se sabe qué es peor) son el común denominador ¿Así piensan arreglar el país?
Volvamos a lo doméstico y retomemos los problemas más serios por los que la ciudad atraviesa: inseguridad, informalidad, desempleo, movilidad, altos costos de energía y acueducto y alcantarillado colapsados. ¿Notan que los primeros cuatro son consecuencias y los dos restantes las causas de otros males mayores? En una ciudad donde la informalidad factura miles de millones al año y la delincuencia es causante y alimento de la misma, es poco probable que la solución esté a la vista; así mismo, ¿alguien sabe por qué la ciudad tiene más de ocho años de no contar con contrato con la policía de tránsito? Cuando hay un accidente grave la solución termina siendo arreglada a los trancazos, las aseguradoras cada vez son más exigentes para expedir pólizas de vehículos en Valledupar y, ni hablar, del SOAT (un asalto a ley armada).
¿Y la solución? Una concesión a 30 años que la crearon como un jugoso negocio financiero que no tiene ninguna intención de regular la movilidad de la ciudad y sí de crear más problemas, porque el día que se rebote la gente, cansada de tanto descaro, les voy a echar un cuento.
Entonces, ni siquiera tiene que ver a quién pongan en los cargos de poder, ya hemos ensayado de todo, el problema es de raíz, es de modos, de formas y de estilos. No se puede apagar fuego con gasolina ni echarle azúcar al mar, todo es inútil y el panorama es cada vez más sombrío. Me atrevería a pensar que estamos muy cerca a que Gabriel toque la trompeta y nos caiga el meteorito, ojalá nos agarre confesados.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.
La ciudad se deteriora a pasos agigantados. La inseguridad nos tiene arrinconados y presos en nuestras propias casas; la suciedad, el desorden, la ingobernabilidad pareciese ser nuestro destino final.
La ciudad se deteriora a pasos agigantados. La inseguridad nos tiene arrinconados y presos en nuestras propias casas; la suciedad, el desorden, la ingobernabilidad pareciese ser nuestro destino final. La intolerancia, la corronchera y el arribismo se incrustaron en nuestra cultura y todo indica que es para quedarse. Entonces: ¿qué es lo nuevo de esta situación? Absolutamente nada, solo que esta vez creemos que “alguien” vendrá a salvarnos.
¿De donde va salir ese Salvador de la ciudad que nos devuelva la esperanza y el amor por nuestra tierra? ¿Tenemos suficiente capital social para que salga ese iluminado capaz de sacarnos de este hoyo en el que nos metieron por no haber sabido tomar decisiones o por las que se tomaron equivocadamente? Yo creería que sí, pero sería una golondrina en un intenso verano en el que nos convertimos los que miramos para otro lado ante la indolencia y la piltrafa en la que convirtieron una ciudad tan hermosa como la nuestra. Con decirles que ya ni frío hace en las madrugadas y ahí sí estamos en problemas.
He visto las tomas aéreas de la ciudad que han hecho con drones, particularmente las nocturnas donde se ve hermosa, iluminada, casi que uno se confunde sobre si es o no nuestra ciudad o si se trata de un montaje. El caso es que cuando nos adentramos en sus calles, en sus barrios, en sus parques y en esos espacios que la hacían bella y diferente, hoy se está llenando de mototaxis, ‘robamangos’, limpiavidrios, marihuaneros y delincuentes de todos los pelambres.
Ya se está hablando de candidaturas otra vez, por lo menos para la carrera presidencial suenan nombres de congresistas, excongresistas, exministros, experiodistas, periodistas en ejercicio y uno que otro precandidato dispuesto a querer repetir la hazaña del ingeniero Rodolfo Hernández (q. e. p. d.), todos con un común denominador, ninguno demuestra la talla para remendar un país tan fracturado en todos los ámbitos, pero sobre todo polarizado hasta los cimientos, al punto que estamos nuevamente ad portas de regresar a las épocas de barbarie de la violencia política que siempre trae ríos de sangre. Si no, miren para la zona rural, donde el boleteo, la extorsión y los grupos armados (de ambos bandos, o de quien sabe de qué cosa porque con el reciclaje sufrido en los fallidos procesos de sometimiento, ya no se sabe qué es peor) son el común denominador ¿Así piensan arreglar el país?
Volvamos a lo doméstico y retomemos los problemas más serios por los que la ciudad atraviesa: inseguridad, informalidad, desempleo, movilidad, altos costos de energía y acueducto y alcantarillado colapsados. ¿Notan que los primeros cuatro son consecuencias y los dos restantes las causas de otros males mayores? En una ciudad donde la informalidad factura miles de millones al año y la delincuencia es causante y alimento de la misma, es poco probable que la solución esté a la vista; así mismo, ¿alguien sabe por qué la ciudad tiene más de ocho años de no contar con contrato con la policía de tránsito? Cuando hay un accidente grave la solución termina siendo arreglada a los trancazos, las aseguradoras cada vez son más exigentes para expedir pólizas de vehículos en Valledupar y, ni hablar, del SOAT (un asalto a ley armada).
¿Y la solución? Una concesión a 30 años que la crearon como un jugoso negocio financiero que no tiene ninguna intención de regular la movilidad de la ciudad y sí de crear más problemas, porque el día que se rebote la gente, cansada de tanto descaro, les voy a echar un cuento.
Entonces, ni siquiera tiene que ver a quién pongan en los cargos de poder, ya hemos ensayado de todo, el problema es de raíz, es de modos, de formas y de estilos. No se puede apagar fuego con gasolina ni echarle azúcar al mar, todo es inútil y el panorama es cada vez más sombrío. Me atrevería a pensar que estamos muy cerca a que Gabriel toque la trompeta y nos caiga el meteorito, ojalá nos agarre confesados.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya.