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Columnista - 10 noviembre, 2014

El Posconflicto, un reto histórico

Avanzan las negociaciones en La Habana, mientras continúa el debate entre los partidarios y los contrarios a este proceso. Pero todo indica que se impondrá la sensatez, y el hastío ante la confrontación armada hará que prevalezca el deseo de paz de la mayoría. Hay que prepararse para este nuevo momento histórico que impone enormes […]

Avanzan las negociaciones en La Habana, mientras continúa el debate entre los partidarios y los contrarios a este proceso. Pero todo indica que se impondrá la sensatez, y el hastío ante la confrontación armada hará que prevalezca el deseo de paz de la mayoría. Hay que prepararse para este nuevo momento histórico que impone enormes retos y nos enfrenta a grandes desafíos.
La etapa posconflicto hay que asumirla no sólo como el fin de un largo período bélico sino, ante todo, como una nueva era para la cual hay que prepararse, porque el país seguirá enfrentado a los conflictos que provocaron la guerra, cuyas soluciones siguen aplazadas y a las secuelas de la guerra misma que no son pocas. Por eso deberíamos hablar más bien de post-confrontación. La firma de un Acuerdo de Paz indicará que termina la guerra y que las partes asumen unos compromisos dentro de los cuales al gobierno le corresponde lo trascendental, garantizar la paz y brindar condiciones para que a todos los ciudadanos les sea posible el libre ejercicio de sus derechos.
Todo indica que el movimiento social se prepara para actuar en el nuevo escenario de paz en toda la geografía nacional, en las regiones, en los departamentos y municipios, en sus áreas urbanas y rurales. El país urge de imaginación y creatividad para ser transformado, se trata de poner fin a seculares injusticias en un ambiente de tolerancia, de convivencia pacífica y en medio de las diferencias. Así es la democracia, de la que sabemos muy poco pero tendremos que aprender. Allí también serán actores y protagonistas los marginados de siempre, los sin voz que ahora tendrán voz, los excluidos de antaño, los desprotegidos, las víctimas de todo tipo, los desplazados internos y también los externos porque muchos exiliados aspiran a retornar y recuperar sus derechos políticos, su derecho a participar, a actuar, quieren aportar y nutrir con su experiencia y sus vivencias el nuevo proceso.
La etapa post-confrontación se vivirá con intensidad en las regiones y en las localidades porque es allí donde saldrán a flote los nuevos problemas, las nuevas demandas, todo lo que la guerra mantuvo oculto saldrá a la superficie política, allí confluirán todos, también los actores de la guerra, ahora actores de paz, y es allí donde mediremos nuestra capacidad para actuar en democracia y demostrar que es posible la convivencia sin violencia. Por eso las elecciones del próximo año adquieren un carácter más que relevante. Serán esos nuevos mandatarios los que enfrenten el reto y los desafíos que impondrá el Acuerdo de Paz. Es esta una oportunidad trascendental para el país. No hay derecho a la indiferencia ni al escepticismo, porque el compromiso es de todos.

Columnista
10 noviembre, 2014

El Posconflicto, un reto histórico

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Imelda Daza Cotes

Avanzan las negociaciones en La Habana, mientras continúa el debate entre los partidarios y los contrarios a este proceso. Pero todo indica que se impondrá la sensatez, y el hastío ante la confrontación armada hará que prevalezca el deseo de paz de la mayoría. Hay que prepararse para este nuevo momento histórico que impone enormes […]


Avanzan las negociaciones en La Habana, mientras continúa el debate entre los partidarios y los contrarios a este proceso. Pero todo indica que se impondrá la sensatez, y el hastío ante la confrontación armada hará que prevalezca el deseo de paz de la mayoría. Hay que prepararse para este nuevo momento histórico que impone enormes retos y nos enfrenta a grandes desafíos.
La etapa posconflicto hay que asumirla no sólo como el fin de un largo período bélico sino, ante todo, como una nueva era para la cual hay que prepararse, porque el país seguirá enfrentado a los conflictos que provocaron la guerra, cuyas soluciones siguen aplazadas y a las secuelas de la guerra misma que no son pocas. Por eso deberíamos hablar más bien de post-confrontación. La firma de un Acuerdo de Paz indicará que termina la guerra y que las partes asumen unos compromisos dentro de los cuales al gobierno le corresponde lo trascendental, garantizar la paz y brindar condiciones para que a todos los ciudadanos les sea posible el libre ejercicio de sus derechos.
Todo indica que el movimiento social se prepara para actuar en el nuevo escenario de paz en toda la geografía nacional, en las regiones, en los departamentos y municipios, en sus áreas urbanas y rurales. El país urge de imaginación y creatividad para ser transformado, se trata de poner fin a seculares injusticias en un ambiente de tolerancia, de convivencia pacífica y en medio de las diferencias. Así es la democracia, de la que sabemos muy poco pero tendremos que aprender. Allí también serán actores y protagonistas los marginados de siempre, los sin voz que ahora tendrán voz, los excluidos de antaño, los desprotegidos, las víctimas de todo tipo, los desplazados internos y también los externos porque muchos exiliados aspiran a retornar y recuperar sus derechos políticos, su derecho a participar, a actuar, quieren aportar y nutrir con su experiencia y sus vivencias el nuevo proceso.
La etapa post-confrontación se vivirá con intensidad en las regiones y en las localidades porque es allí donde saldrán a flote los nuevos problemas, las nuevas demandas, todo lo que la guerra mantuvo oculto saldrá a la superficie política, allí confluirán todos, también los actores de la guerra, ahora actores de paz, y es allí donde mediremos nuestra capacidad para actuar en democracia y demostrar que es posible la convivencia sin violencia. Por eso las elecciones del próximo año adquieren un carácter más que relevante. Serán esos nuevos mandatarios los que enfrenten el reto y los desafíos que impondrá el Acuerdo de Paz. Es esta una oportunidad trascendental para el país. No hay derecho a la indiferencia ni al escepticismo, porque el compromiso es de todos.