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Columnista - 3 septiembre, 2012

EL PETO DE BERNARDINA

EL TINAJERO Por José Atuesta Mindiola     Bernardina Vásquez Palmesano ya pasó la esquina de los 87 calendarios y su mente brilla como un lucero en los racimos celestes de los recuerdos. Habla con lucidez de su pueblo nativo, La Jagua del Pedregal; nombres estos tomados, respectivamente, de un árbol que abundaba en la […]

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EL TINAJERO

Por José Atuesta Mindiola  

 
Bernardina Vásquez Palmesano ya pasó la esquina de los 87 calendarios y su mente brilla como un lucero en los racimos celestes de los recuerdos. Habla con lucidez de su pueblo nativo, La Jagua del Pedregal; nombres estos tomados, respectivamente, de un árbol que abundaba en la región, y por las piedras que recubrían las calles. Por consenso, los habitantes decidieron cambiarlo por La Jagua del Pilar, en honor a su santa matrona, La Virgen del Pilar. Hoy es un municipio de La Guajira, la mayoría de sus calles pavimentadas y su único corregimiento es El Plan (edén mítico de la vieja Sara María Salas Baquero, tronco ancestral de la dinastía musical de los Zuleta). Las manos laboriosas de Bernardina, cariñosamente Berna,  aprendieron desde niña las virtudes del trabajo, y como si descendiera de la cultura maya, el maíz fue la materia prima para moldear su destreza en alimentos: el peto y las empanadas, su  especialidad. Desde las tres de la tarde de todos los días, en la esquina de la casa, en el marco de la plaza principal de su pueblo, ahí se instalaba con su mesa adornada de mantel blanco y vasos de vidrio reluciente, a vender peto y empanadas. Más de 20 años estuvo Bernardina deleitando a los jagüeros y habitantes de pueblos vecinos: urimetros, villanueveros, pacíficos..-         Todavía guarda en su piel la refrescante sonrisa del río Marquesote y las sinceras amigas de la infancia, que dice querer como hermanas. De sus ochos hijos, seis disfrutan las aureolas terrenales, y dos se acicalan en los gozos espirituales de la eternidad. Cuando habla de  las dos hijas que ya no están,  su voz se siente afligida, pero  expresa  con resignación: “Una murió en el momento de nacer  y la otra a la edad de cuatro años. Yo estaba en Valledupar en una diligencia, vine con mi hija menor, al pasar por la Calle del Cesar, tipo nueve de la mañana, iba el entierro de un niño, un angelito, a mí me llamó la atención y alcé en brazos a mi hija para que mirara el ataúd. Una señora mayor se dio cuenta, me regañó y me dijo, que por qué  había hecho eso, que si yo no sabía que un ángel cuando va para el cielo convida a otro para llegar juntos. Las palabras de esa señora me llegaron al alma, yo regresé en la tarde a La Jagua y en la madrugada mi hija murió; me puse muy triste, porque el dolor de la muerte de un hijo es muy grande para una madre; pero como he sido creyente, acepté la voluntad de Dios”. Hoy Berna vive en Valledupar, en el barrio Manantial, en compañía de dos hijos; se camina todo el centro y conoce los vericuetos para salir y llegar a su casa. Vive pendiente del radio para enterarse de las cosas, y cuando muere un jagüero o un amigo, es de las primeras en llegar a la funeraria.

 

DECIMAS A BENARDINA     

I

Por el pueblo se camina
porque bello es recordar
en La Jagua del Pilar
el peto de Bernardina;
su casa estaba en esquina
y en las tardes ya instalada
en su mesa arreglada
con los vasos relucientes,
compraban todos los clientes
el peto y las empañadas.

II

El peto de Bernardina
deleite de los jagüeros,
para los urumiteros
y las veredas vecinas.
Muy famosa fue la esquina,
ese peto era exquisito
con la sazón de los fritos
se amañaban los clientes;
para ese peto caliente,
Berna tenía un secretico.

Columnista
3 septiembre, 2012

EL PETO DE BERNARDINA

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

EL TINAJERO Por José Atuesta Mindiola     Bernardina Vásquez Palmesano ya pasó la esquina de los 87 calendarios y su mente brilla como un lucero en los racimos celestes de los recuerdos. Habla con lucidez de su pueblo nativo, La Jagua del Pedregal; nombres estos tomados, respectivamente, de un árbol que abundaba en la […]


EL TINAJERO

Por José Atuesta Mindiola  

 
Bernardina Vásquez Palmesano ya pasó la esquina de los 87 calendarios y su mente brilla como un lucero en los racimos celestes de los recuerdos. Habla con lucidez de su pueblo nativo, La Jagua del Pedregal; nombres estos tomados, respectivamente, de un árbol que abundaba en la región, y por las piedras que recubrían las calles. Por consenso, los habitantes decidieron cambiarlo por La Jagua del Pilar, en honor a su santa matrona, La Virgen del Pilar. Hoy es un municipio de La Guajira, la mayoría de sus calles pavimentadas y su único corregimiento es El Plan (edén mítico de la vieja Sara María Salas Baquero, tronco ancestral de la dinastía musical de los Zuleta). Las manos laboriosas de Bernardina, cariñosamente Berna,  aprendieron desde niña las virtudes del trabajo, y como si descendiera de la cultura maya, el maíz fue la materia prima para moldear su destreza en alimentos: el peto y las empanadas, su  especialidad. Desde las tres de la tarde de todos los días, en la esquina de la casa, en el marco de la plaza principal de su pueblo, ahí se instalaba con su mesa adornada de mantel blanco y vasos de vidrio reluciente, a vender peto y empanadas. Más de 20 años estuvo Bernardina deleitando a los jagüeros y habitantes de pueblos vecinos: urimetros, villanueveros, pacíficos..-         Todavía guarda en su piel la refrescante sonrisa del río Marquesote y las sinceras amigas de la infancia, que dice querer como hermanas. De sus ochos hijos, seis disfrutan las aureolas terrenales, y dos se acicalan en los gozos espirituales de la eternidad. Cuando habla de  las dos hijas que ya no están,  su voz se siente afligida, pero  expresa  con resignación: “Una murió en el momento de nacer  y la otra a la edad de cuatro años. Yo estaba en Valledupar en una diligencia, vine con mi hija menor, al pasar por la Calle del Cesar, tipo nueve de la mañana, iba el entierro de un niño, un angelito, a mí me llamó la atención y alcé en brazos a mi hija para que mirara el ataúd. Una señora mayor se dio cuenta, me regañó y me dijo, que por qué  había hecho eso, que si yo no sabía que un ángel cuando va para el cielo convida a otro para llegar juntos. Las palabras de esa señora me llegaron al alma, yo regresé en la tarde a La Jagua y en la madrugada mi hija murió; me puse muy triste, porque el dolor de la muerte de un hijo es muy grande para una madre; pero como he sido creyente, acepté la voluntad de Dios”. Hoy Berna vive en Valledupar, en el barrio Manantial, en compañía de dos hijos; se camina todo el centro y conoce los vericuetos para salir y llegar a su casa. Vive pendiente del radio para enterarse de las cosas, y cuando muere un jagüero o un amigo, es de las primeras en llegar a la funeraria.

 

DECIMAS A BENARDINA     

I

Por el pueblo se camina
porque bello es recordar
en La Jagua del Pilar
el peto de Bernardina;
su casa estaba en esquina
y en las tardes ya instalada
en su mesa arreglada
con los vasos relucientes,
compraban todos los clientes
el peto y las empañadas.

II

El peto de Bernardina
deleite de los jagüeros,
para los urumiteros
y las veredas vecinas.
Muy famosa fue la esquina,
ese peto era exquisito
con la sazón de los fritos
se amañaban los clientes;
para ese peto caliente,
Berna tenía un secretico.