Los panaderos vallenatos buscan adaptarse a los nuevos hábitos de consumo.
El consumo de pan en Colombia ha experimentado una notable disminución del 11.2 %, un fenómeno que ha generado preocupación en el sector panadero. Para comprender mejor esta tendencia, EL PILÓN conversó con tres panaderías en Valledupar sobre el impacto del consumo de pan en la región.
Dámaso Rueda, propietario de la panadería El Juniorista, compartió su perspectiva sobre la caída en el consumo de pan, especialmente desde la pandemia. “Desde entonces, hemos experimentado altibajos en los precios. Intento ajustar el costo del pan, pero las ventas siguen siendo un desafío. Diciembre fue un mes complicado, aunque ahora parece haber un ligero repunte con el regreso a clases. La relación entre los insumos es crítica; el azúcar y la harina están muy costosos. He tratado de mantener los precios accesibles, pero eso afecta nuestra operación. Estos locales no son solo un negocio; son parte de nuestra vida”, explicó Rueda.
La disminución en el consumo de pan se debe a varios factores, entre ellos un mayor enfoque en la salud y una creciente conciencia sobre enfermedades como la diabetes y la celiaquía. Sin embargo, es importante señalar que solo el 1 % de la población realmente padece celiaquía. Esta situación ha puesto en riesgo a cerca de 17.000 panaderías de barrio en todo el país.
Las tendencias alimentarias, impulsadas por el auge de las redes sociales, han suscitado críticas hacia el pan. Las preocupaciones sobre su relación con el aumento de peso y el contenido de gluten han llevado a muchos consumidores a elegir opciones que consideran más saludables, como los panes de masa madre o aquellos elaborados con harina de avena o almendra. Esta transformación en los hábitos de consumo se evidencia en un informe de la FAO, que indica una disminución del 10 % en el consumo global de pan durante la última década.
En Colombia, el sector de panadería y molinería experimentó una reducción del 4.6 % en su valor agregado en 2023, y esta tendencia se acentuó aún más en el primer trimestre de 2024, con una caída del 11.6 %. La introducción de sellos de advertencia sobre grasas y azúcares, junto con un impuesto del 15 % a los productos ultraprocesados, ha impactado de manera significativa al pan industrializado. Aunque el pan de los barrios no está sujeto a estas regulaciones, el aumento en los precios de insumos ha provocado una disminución en la cantidad comprada por los consumidores.
Noemí y Yolanda, panaderas de Maxipan, explican que muchos clientes llegan preguntando por panes saludables. Aunque reconocen que el consumo de pan es variable y que los meses de diciembre y enero son difíciles, este tiende a estabilizarse con el regreso a clases en colegios y universidades. “Sí ha bajado el consumo”, afirma Yolanda. Sin embargo, Noemí ofrece otra perspectiva sobre la disminución en las ventas: el tránsito.
“Antes, las familias se detenían a comprar y comer el pan aquí en el local, dejando el carro cerca. Ahora, con el tránsito, tienen que salir corriendo. Si el cliente es bueno, se regresa para explicar, pero esto ha reducido nuestras ventas; hay gente que quiere venir con la familia a disfrutar de una comida aquí”, explica Noemí.
Aunque las panaderías consultadas no disponen de un porcentaje exacto sobre la disminución en las ventas de pan, afirman que han optado por producir panes más pequeños, ya que son los que mejor se venden. Sin embargo, los precios de los insumos continúan en aumento: “Todo ha subido; el bocadillo, el azúcar, la harina y el precio del pan de queso ha pasado de $1.300 a $1.500″, comentaron las panaderas de Maxipan.
Lo que resulta coherente, ya que otras panaderías de la ciudad, como Belén, también han aumentado sus precios. La disminución en el consumo de pan amenaza la comercialización de harina de trigo y ha incrementado la informalidad en el sector, puesto que muchas panaderías no pueden mantener precios competitivos si cumplen con todas las regulaciones laborales y fiscales.
Valledupar es una ciudad reconocida por su pan de queso, considerado su producto insignia. Daniel Monterroso, panadero de la panadería Delicias de Valledupar, sostiene que el éxito del pan depende tanto de la receta como del sector en el que se comercialice. Sin embargo, menciona que “los servicios públicos son costosos y, muchas veces, esto deja un margen de ganancia mínimo”.
La industria del pan representa aproximadamente el 16 % de la producción nacional de alimentos y genera alrededor de 400.000 empleos. Sin embargo, ante los cambios demográficos y la creciente informalidad laboral, las panaderías deben encontrar un equilibrio entre las recetas tradicionales de panes vallenatos y otras opciones más saludables, en respuesta a generaciones cada vez más conscientes de su salud. Al mismo tiempo, las autoridades de la ciudad deben trabajar para mejorar el tránsito y la seguridad, con el objetivo de que las familias regresen a compartir momentos en las panaderías locales.
Por: Redacción EL PILÓN.
Los panaderos vallenatos buscan adaptarse a los nuevos hábitos de consumo.
El consumo de pan en Colombia ha experimentado una notable disminución del 11.2 %, un fenómeno que ha generado preocupación en el sector panadero. Para comprender mejor esta tendencia, EL PILÓN conversó con tres panaderías en Valledupar sobre el impacto del consumo de pan en la región.
Dámaso Rueda, propietario de la panadería El Juniorista, compartió su perspectiva sobre la caída en el consumo de pan, especialmente desde la pandemia. “Desde entonces, hemos experimentado altibajos en los precios. Intento ajustar el costo del pan, pero las ventas siguen siendo un desafío. Diciembre fue un mes complicado, aunque ahora parece haber un ligero repunte con el regreso a clases. La relación entre los insumos es crítica; el azúcar y la harina están muy costosos. He tratado de mantener los precios accesibles, pero eso afecta nuestra operación. Estos locales no son solo un negocio; son parte de nuestra vida”, explicó Rueda.
La disminución en el consumo de pan se debe a varios factores, entre ellos un mayor enfoque en la salud y una creciente conciencia sobre enfermedades como la diabetes y la celiaquía. Sin embargo, es importante señalar que solo el 1 % de la población realmente padece celiaquía. Esta situación ha puesto en riesgo a cerca de 17.000 panaderías de barrio en todo el país.
Las tendencias alimentarias, impulsadas por el auge de las redes sociales, han suscitado críticas hacia el pan. Las preocupaciones sobre su relación con el aumento de peso y el contenido de gluten han llevado a muchos consumidores a elegir opciones que consideran más saludables, como los panes de masa madre o aquellos elaborados con harina de avena o almendra. Esta transformación en los hábitos de consumo se evidencia en un informe de la FAO, que indica una disminución del 10 % en el consumo global de pan durante la última década.
En Colombia, el sector de panadería y molinería experimentó una reducción del 4.6 % en su valor agregado en 2023, y esta tendencia se acentuó aún más en el primer trimestre de 2024, con una caída del 11.6 %. La introducción de sellos de advertencia sobre grasas y azúcares, junto con un impuesto del 15 % a los productos ultraprocesados, ha impactado de manera significativa al pan industrializado. Aunque el pan de los barrios no está sujeto a estas regulaciones, el aumento en los precios de insumos ha provocado una disminución en la cantidad comprada por los consumidores.
Noemí y Yolanda, panaderas de Maxipan, explican que muchos clientes llegan preguntando por panes saludables. Aunque reconocen que el consumo de pan es variable y que los meses de diciembre y enero son difíciles, este tiende a estabilizarse con el regreso a clases en colegios y universidades. “Sí ha bajado el consumo”, afirma Yolanda. Sin embargo, Noemí ofrece otra perspectiva sobre la disminución en las ventas: el tránsito.
“Antes, las familias se detenían a comprar y comer el pan aquí en el local, dejando el carro cerca. Ahora, con el tránsito, tienen que salir corriendo. Si el cliente es bueno, se regresa para explicar, pero esto ha reducido nuestras ventas; hay gente que quiere venir con la familia a disfrutar de una comida aquí”, explica Noemí.
Aunque las panaderías consultadas no disponen de un porcentaje exacto sobre la disminución en las ventas de pan, afirman que han optado por producir panes más pequeños, ya que son los que mejor se venden. Sin embargo, los precios de los insumos continúan en aumento: “Todo ha subido; el bocadillo, el azúcar, la harina y el precio del pan de queso ha pasado de $1.300 a $1.500″, comentaron las panaderas de Maxipan.
Lo que resulta coherente, ya que otras panaderías de la ciudad, como Belén, también han aumentado sus precios. La disminución en el consumo de pan amenaza la comercialización de harina de trigo y ha incrementado la informalidad en el sector, puesto que muchas panaderías no pueden mantener precios competitivos si cumplen con todas las regulaciones laborales y fiscales.
Valledupar es una ciudad reconocida por su pan de queso, considerado su producto insignia. Daniel Monterroso, panadero de la panadería Delicias de Valledupar, sostiene que el éxito del pan depende tanto de la receta como del sector en el que se comercialice. Sin embargo, menciona que “los servicios públicos son costosos y, muchas veces, esto deja un margen de ganancia mínimo”.
La industria del pan representa aproximadamente el 16 % de la producción nacional de alimentos y genera alrededor de 400.000 empleos. Sin embargo, ante los cambios demográficos y la creciente informalidad laboral, las panaderías deben encontrar un equilibrio entre las recetas tradicionales de panes vallenatos y otras opciones más saludables, en respuesta a generaciones cada vez más conscientes de su salud. Al mismo tiempo, las autoridades de la ciudad deben trabajar para mejorar el tránsito y la seguridad, con el objetivo de que las familias regresen a compartir momentos en las panaderías locales.
Por: Redacción EL PILÓN.