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Columnista - 9 febrero, 2024

El olvido que seremos

Si bien este escrito hubiera podido ser motivado por el contenido del libro de Héctor Abad, lo ha sido puntualmente por su mero e inspirador título que llama a serias reflexiones existenciales, lo que me significa en que al final todos seremos un olvido.  Eso ha sido el colectivo humano construyendo, destruyendo, enterrando, es decir, […]

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Si bien este escrito hubiera podido ser motivado por el contenido del libro de Héctor Abad, lo ha sido puntualmente por su mero e inspirador título que llama a serias reflexiones existenciales, lo que me significa en que al final todos seremos un olvido. 

Eso ha sido el colectivo humano construyendo, destruyendo, enterrando, es decir, olvidando. Nosotros mismos llegaremos a ser una imagen borrosa en la mente de tu nieto o una foto inidentificable en manos de un extraño que dirá: “y ese viejo quién sería?”.

Existen debajo del pavimento de modernas ciudades, edificaciones y obras de las que otrora fueron bellas ciudades hoy enterradas, olvidadas. 

Ejemplo cumbre: en París hay una red de túneles, un cementerio, debajo de las calles de la ciudad conocido cómo Las Catacumbas, con seis millones de restos óseos sin identificación, en los más de trescientos kilómetros de galerías, típicos NN. Contrario a lo que sucede en ‘Cien años de soledad’ con las cosas, allí la anonimia tiene otro origen.

Pero para no ser tan dramáticos entonces hagamos un ejercicio en otros niveles y veremos cómo es que todo será un olvido incluyendo lo “inolvidable”, miremos en materia musical. ¿Quién recuerda las canciones, si es que en alguna ocasión las escucharon, El limonar, Pescador lucero y rio o la Gata golosa?, o al portentoso Enrico Caruso, tal vez uno que otro viejito de esos que llegaron hasta la época del casete. 

Cartagena, por ejemplo, sepultó sus Fiestas de la Candelaria y le dio paso a un “gongurso ( así entendía yo que pronunciaba  Doña  Tera (Pizarro de Angulo) algo irritada cuando se referían equivocadamente  al “reinado” . A ella por supuesto pocos la recordarán, ese evento enterró las fiestas de la independencia que tenían como centro al barrio de Getsemaní.  Hoy todo está en el olvido. Y lo peor es que ya el Concurso tampoco existe.  

Valledupar casi olvidó la religiosidad de la Leyenda vallenata y fue reemplazada por el Festival.   El salto fue de la iglesia del Rosario a la plaza Alfonso López. Otra víctima mortal fue el carnaval. Aquí la historia cambió de rumbo. 

No todos podemos construir las pirámides de Egipto, ni la Gran Muralla, a las que la humanidad ha tenido que recordar por su imponencia, pero de allí para abajo nada está garantizado.

Y aquí cabe un gracejo que alude a una compungida viuda que todas las noches lloraba amargamente la ausencia de su esposo mirando a lo lejos el camposanto en donde sus restos reposaban, algo que sucedió por varios meses, al cabo de los cuales su memoria recordó el mensajito aquel del día de la boda…, “hasta que la muerte los separe” y entonces tal y como en la Danza del garabato…

Por: Jaime García Chadid

Columnista
9 febrero, 2024

El olvido que seremos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime García Chadid.

Si bien este escrito hubiera podido ser motivado por el contenido del libro de Héctor Abad, lo ha sido puntualmente por su mero e inspirador título que llama a serias reflexiones existenciales, lo que me significa en que al final todos seremos un olvido.  Eso ha sido el colectivo humano construyendo, destruyendo, enterrando, es decir, […]


Si bien este escrito hubiera podido ser motivado por el contenido del libro de Héctor Abad, lo ha sido puntualmente por su mero e inspirador título que llama a serias reflexiones existenciales, lo que me significa en que al final todos seremos un olvido. 

Eso ha sido el colectivo humano construyendo, destruyendo, enterrando, es decir, olvidando. Nosotros mismos llegaremos a ser una imagen borrosa en la mente de tu nieto o una foto inidentificable en manos de un extraño que dirá: “y ese viejo quién sería?”.

Existen debajo del pavimento de modernas ciudades, edificaciones y obras de las que otrora fueron bellas ciudades hoy enterradas, olvidadas. 

Ejemplo cumbre: en París hay una red de túneles, un cementerio, debajo de las calles de la ciudad conocido cómo Las Catacumbas, con seis millones de restos óseos sin identificación, en los más de trescientos kilómetros de galerías, típicos NN. Contrario a lo que sucede en ‘Cien años de soledad’ con las cosas, allí la anonimia tiene otro origen.

Pero para no ser tan dramáticos entonces hagamos un ejercicio en otros niveles y veremos cómo es que todo será un olvido incluyendo lo “inolvidable”, miremos en materia musical. ¿Quién recuerda las canciones, si es que en alguna ocasión las escucharon, El limonar, Pescador lucero y rio o la Gata golosa?, o al portentoso Enrico Caruso, tal vez uno que otro viejito de esos que llegaron hasta la época del casete. 

Cartagena, por ejemplo, sepultó sus Fiestas de la Candelaria y le dio paso a un “gongurso ( así entendía yo que pronunciaba  Doña  Tera (Pizarro de Angulo) algo irritada cuando se referían equivocadamente  al “reinado” . A ella por supuesto pocos la recordarán, ese evento enterró las fiestas de la independencia que tenían como centro al barrio de Getsemaní.  Hoy todo está en el olvido. Y lo peor es que ya el Concurso tampoco existe.  

Valledupar casi olvidó la religiosidad de la Leyenda vallenata y fue reemplazada por el Festival.   El salto fue de la iglesia del Rosario a la plaza Alfonso López. Otra víctima mortal fue el carnaval. Aquí la historia cambió de rumbo. 

No todos podemos construir las pirámides de Egipto, ni la Gran Muralla, a las que la humanidad ha tenido que recordar por su imponencia, pero de allí para abajo nada está garantizado.

Y aquí cabe un gracejo que alude a una compungida viuda que todas las noches lloraba amargamente la ausencia de su esposo mirando a lo lejos el camposanto en donde sus restos reposaban, algo que sucedió por varios meses, al cabo de los cuales su memoria recordó el mensajito aquel del día de la boda…, “hasta que la muerte los separe” y entonces tal y como en la Danza del garabato…

Por: Jaime García Chadid