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Columnista - 21 marzo, 2012

EL OCASO DEL ARQUERO

Desde mí cocina Por Silvia Betancourt Alliegro Segunda entrega Transcurridos unos meses, Silvia Ciudadana supo lo amargo que es pasar a ser parte pasiva de la rutina de un jugador de balompié, se convirtió en otra viuda del fútbol – y para hacer más llevadera su existencia le acompañaba algunos fines de semana a los […]

Desde mí cocina
Por Silvia Betancourt Alliegro

Segunda entrega
Transcurridos unos meses, Silvia Ciudadana supo lo amargo que es pasar a ser parte pasiva de la rutina de un jugador de balompié, se convirtió en otra viuda del fútbol – y para hacer más llevadera su existencia le acompañaba algunos fines de semana a los partidos-,  aprendió  los reglamentos, le hacía barra, captaba los errores del equipo, recibió balonazos, aguantó hambre, frío, zancudos, le llevó agua, paletas, lavó los uniformes; pero jamás logró que la contemplara con el fervor con que observaba los partidos; o que la oyera con el oído despierto y el ánimo exaltado con que escuchaba a los narradores deportivos o a sus compañeros de trabajo o de juego –que lo mismo son, pues un futbolista jamás será un ejecutivo a ultranza.

Han transcurrido cuarenta años, y en ellos fueron quedando retazos físicos y mentales de los personajes; Gatti jamás logró ser el más grande arquero del mundo, como se sentía predestinado (sus ojos lo declararon fuera de lugar, pero siguió tapando, con lentes de contacto), cada fin de semana durante treinta años consecutivos, porque su esqueleto y su temple jamás perdieron estatura.

Silvia  Ciudadana, exiliada de sus costumbres,  sus errores,  amigos, familia; de su ciudad de brisa y sol, movimiento, ritmo y sabor, halló lo mismo en el Valle que ahora es su patria; se refugió en la maternidad, en la literatura y en la cocina, mientras Gatti – en Valledupar le dicen Germán, y ella no lo asume – siguió jugando, repartiéndose entre varios equipos, veamos:
Los Profesionales del torneo Club Campestre, obtuvo trofeo a Valla Menos Vencida. Nonifutbol: equipo Ban-república. Torneo El Dengue. La Policía. Torneo Industrial con el equipo Manuela Beltrán en cancha de Sinaltrainal. Y como aún le quedaban bríos fue juez en Colegio de Árbitros del Cesar y pitó en la Final Nacional en Montería.

Ahora los dos son como un terreno de fútbol en invierno: no se usa para que no se deteriore, especialmente (dice el arquero) en el área de las 5.50;  no se riega porque no hay necesidad,  nadie lo mira porque no lo puede usar, de vez en cuando se le quitan los rastrojos para que no se afiancen; la juventud está ausente con sus gritos y giros impredecibles; y ellos solos, la hija los acompaña por cortos periodos, cada uno hace lo que quiere: Gatti- Germán  habla todo el día en la radio, en la universidad, en los foros; mira por televisión a los mejores jugadores del mundo, lo insólito es que a veces se queda dormido.

Silvia  Ciudadana cocina, limpia, lee, piensa y escribe en silencio para los que empiezan el Primer Tiempo de la vida, y deja recomendación: No cuelguen los guayos jamás, porque a la vida hay que domarla, cabalgarla, driblarla, manejarla por la izquierda, por la derecha, hay que ubicar a los compañeros de equipo, y a los contrarios;  y deja tarea: Al arco contrario hay que hacerle goles, porque la complacencia es para los que persisten en el juego de la vida, pero limpio, señores, como dice la canción ‘Cuatro Puertas’.
En la última página de su último libro, Silvia  Ciudadana consigna: “Pero mientras tanto (la parca espera) usted, hombre en el segundo tiempo de la vida, asista a los estadios cada domingo, o vea los partidos por televisión, lea las páginas deportivas y haga apuestas con los ‘muchachos’ con más de medio siglo de existencia, tal como ahora hace Gatti en el ocaso exquisito de su vida; pero sobre todo, gánese una compañera que posea uno de éstos dos requisitos: o que sea muy inteligente, o lo suficientemente bruta”.

[email protected]

Columnista
21 marzo, 2012

EL OCASO DEL ARQUERO

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Silvia Betancourt Alliegro

Desde mí cocina Por Silvia Betancourt Alliegro Segunda entrega Transcurridos unos meses, Silvia Ciudadana supo lo amargo que es pasar a ser parte pasiva de la rutina de un jugador de balompié, se convirtió en otra viuda del fútbol – y para hacer más llevadera su existencia le acompañaba algunos fines de semana a los […]


Desde mí cocina
Por Silvia Betancourt Alliegro

Segunda entrega
Transcurridos unos meses, Silvia Ciudadana supo lo amargo que es pasar a ser parte pasiva de la rutina de un jugador de balompié, se convirtió en otra viuda del fútbol – y para hacer más llevadera su existencia le acompañaba algunos fines de semana a los partidos-,  aprendió  los reglamentos, le hacía barra, captaba los errores del equipo, recibió balonazos, aguantó hambre, frío, zancudos, le llevó agua, paletas, lavó los uniformes; pero jamás logró que la contemplara con el fervor con que observaba los partidos; o que la oyera con el oído despierto y el ánimo exaltado con que escuchaba a los narradores deportivos o a sus compañeros de trabajo o de juego –que lo mismo son, pues un futbolista jamás será un ejecutivo a ultranza.

Han transcurrido cuarenta años, y en ellos fueron quedando retazos físicos y mentales de los personajes; Gatti jamás logró ser el más grande arquero del mundo, como se sentía predestinado (sus ojos lo declararon fuera de lugar, pero siguió tapando, con lentes de contacto), cada fin de semana durante treinta años consecutivos, porque su esqueleto y su temple jamás perdieron estatura.

Silvia  Ciudadana, exiliada de sus costumbres,  sus errores,  amigos, familia; de su ciudad de brisa y sol, movimiento, ritmo y sabor, halló lo mismo en el Valle que ahora es su patria; se refugió en la maternidad, en la literatura y en la cocina, mientras Gatti – en Valledupar le dicen Germán, y ella no lo asume – siguió jugando, repartiéndose entre varios equipos, veamos:
Los Profesionales del torneo Club Campestre, obtuvo trofeo a Valla Menos Vencida. Nonifutbol: equipo Ban-república. Torneo El Dengue. La Policía. Torneo Industrial con el equipo Manuela Beltrán en cancha de Sinaltrainal. Y como aún le quedaban bríos fue juez en Colegio de Árbitros del Cesar y pitó en la Final Nacional en Montería.

Ahora los dos son como un terreno de fútbol en invierno: no se usa para que no se deteriore, especialmente (dice el arquero) en el área de las 5.50;  no se riega porque no hay necesidad,  nadie lo mira porque no lo puede usar, de vez en cuando se le quitan los rastrojos para que no se afiancen; la juventud está ausente con sus gritos y giros impredecibles; y ellos solos, la hija los acompaña por cortos periodos, cada uno hace lo que quiere: Gatti- Germán  habla todo el día en la radio, en la universidad, en los foros; mira por televisión a los mejores jugadores del mundo, lo insólito es que a veces se queda dormido.

Silvia  Ciudadana cocina, limpia, lee, piensa y escribe en silencio para los que empiezan el Primer Tiempo de la vida, y deja recomendación: No cuelguen los guayos jamás, porque a la vida hay que domarla, cabalgarla, driblarla, manejarla por la izquierda, por la derecha, hay que ubicar a los compañeros de equipo, y a los contrarios;  y deja tarea: Al arco contrario hay que hacerle goles, porque la complacencia es para los que persisten en el juego de la vida, pero limpio, señores, como dice la canción ‘Cuatro Puertas’.
En la última página de su último libro, Silvia  Ciudadana consigna: “Pero mientras tanto (la parca espera) usted, hombre en el segundo tiempo de la vida, asista a los estadios cada domingo, o vea los partidos por televisión, lea las páginas deportivas y haga apuestas con los ‘muchachos’ con más de medio siglo de existencia, tal como ahora hace Gatti en el ocaso exquisito de su vida; pero sobre todo, gánese una compañera que posea uno de éstos dos requisitos: o que sea muy inteligente, o lo suficientemente bruta”.

[email protected]