Estamos acostumbrados a usar la expresión “el mundo da vueltas” para expresar que las condiciones de las personas cambian en cualquier momento, se puede perder un ser querido abruptamente, pasar de tener un empleo estable a ser un desempleado más, un accidente de tránsito que nos deje con alguna discapacidad o un golpe de suerte […]
Estamos acostumbrados a usar la expresión “el mundo da vueltas” para expresar que las condiciones de las personas cambian en cualquier momento, se puede perder un ser querido abruptamente, pasar de tener un empleo estable a ser un desempleado más, un accidente de tránsito que nos deje con alguna discapacidad o un golpe de suerte que nos lleve de estrato uno a la estratosfera social; lo que no esperábamos en estos tiempos era la vuelta que daría el mundo para sorpresa de todos, empezando por Wuhan en China, Italia, España, Latinoamérica, USA y todo el planeta.
El COVID-19 ha provocado una crisis mundial con un pánico apocalíptico, pero revelando nuestra vulnerabilidad frente a una pandemia que tiene temblando incluso a las grandes potencias y los poderosos líderes del mundo, la única arma contra este coronavirus es el aislamiento, mantenerse alejado de los demás, de amigos y lo más doloroso de familiares; pero ante el gran riesgo para la vida que representa el COVID-19 ese asilamiento significa amor por el otro.
Pero más allá de las medidas actuales para evitar contagios y propagación del virus, todos debemos prepararnos para un cambio en la sociedad, vale la pena advertir que el COVID-19 nos acompañará por un buen tiempo, así disminuya el ritmo de propagación, esta enfermedad se mantendrá entre nosotros, pero poco a poco contaremos con la capacidad para combatirlo, controlarlo y disminuir el número de muertes que deja a su paso.
Con esta emergencia se deben replantear las prioridades de inversión en el gobierno colombiano, la dura realidad ha quedado descubierta y es que el sector salud en momentos como esto vive de la mendicidad y no cuenta con suficiente recursos para atender la demanda desbordada por una pandemia, dejando claro que la pandemia siempre va a desbordar cualquier sistema de salud, pero en el nuestro las carencias son tan lamentables producto de ese sistema corrupto que alimenta a las E.P.S y arruinan a la red pública hospitalaria, deshumaniza a los médicos, imponen salarios humillantes y llevan a los medicamentos, procedimientos y exámenes a precios imposibles de pagar dejando al paciente con una sola alternativa, morir.
Otra predicción que no podemos ignorar, es que la pandemia del COVID-19 no será la única ni la más letal, vendrán más y debemos prepararnos para convivir con eso, el mundo giró y ante ese giro surge la necesidad de cambiar, aceptar el cambio climático como una realidad inocultable y hacer los ajustes a los modelos económicos que está devorando a la sociedad actual, pero lo más importantes es el cambio que hagamos desde nuestro interior para acabar con la desigualdad, discriminaciones y los odios.
Estamos acostumbrados a usar la expresión “el mundo da vueltas” para expresar que las condiciones de las personas cambian en cualquier momento, se puede perder un ser querido abruptamente, pasar de tener un empleo estable a ser un desempleado más, un accidente de tránsito que nos deje con alguna discapacidad o un golpe de suerte […]
Estamos acostumbrados a usar la expresión “el mundo da vueltas” para expresar que las condiciones de las personas cambian en cualquier momento, se puede perder un ser querido abruptamente, pasar de tener un empleo estable a ser un desempleado más, un accidente de tránsito que nos deje con alguna discapacidad o un golpe de suerte que nos lleve de estrato uno a la estratosfera social; lo que no esperábamos en estos tiempos era la vuelta que daría el mundo para sorpresa de todos, empezando por Wuhan en China, Italia, España, Latinoamérica, USA y todo el planeta.
El COVID-19 ha provocado una crisis mundial con un pánico apocalíptico, pero revelando nuestra vulnerabilidad frente a una pandemia que tiene temblando incluso a las grandes potencias y los poderosos líderes del mundo, la única arma contra este coronavirus es el aislamiento, mantenerse alejado de los demás, de amigos y lo más doloroso de familiares; pero ante el gran riesgo para la vida que representa el COVID-19 ese asilamiento significa amor por el otro.
Pero más allá de las medidas actuales para evitar contagios y propagación del virus, todos debemos prepararnos para un cambio en la sociedad, vale la pena advertir que el COVID-19 nos acompañará por un buen tiempo, así disminuya el ritmo de propagación, esta enfermedad se mantendrá entre nosotros, pero poco a poco contaremos con la capacidad para combatirlo, controlarlo y disminuir el número de muertes que deja a su paso.
Con esta emergencia se deben replantear las prioridades de inversión en el gobierno colombiano, la dura realidad ha quedado descubierta y es que el sector salud en momentos como esto vive de la mendicidad y no cuenta con suficiente recursos para atender la demanda desbordada por una pandemia, dejando claro que la pandemia siempre va a desbordar cualquier sistema de salud, pero en el nuestro las carencias son tan lamentables producto de ese sistema corrupto que alimenta a las E.P.S y arruinan a la red pública hospitalaria, deshumaniza a los médicos, imponen salarios humillantes y llevan a los medicamentos, procedimientos y exámenes a precios imposibles de pagar dejando al paciente con una sola alternativa, morir.
Otra predicción que no podemos ignorar, es que la pandemia del COVID-19 no será la única ni la más letal, vendrán más y debemos prepararnos para convivir con eso, el mundo giró y ante ese giro surge la necesidad de cambiar, aceptar el cambio climático como una realidad inocultable y hacer los ajustes a los modelos económicos que está devorando a la sociedad actual, pero lo más importantes es el cambio que hagamos desde nuestro interior para acabar con la desigualdad, discriminaciones y los odios.