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Columnista - 7 enero, 2021

El modelo jerárquico de jefatura ya no es lo que era, es disfuncional

La sociedad de hoy día que anda a la velocidad digital demanda respuestas rápidas, inmediatas y hasta automáticas. En tiempo real. La estructura jerárquica por anquilosada, vertical y rígida no lo permite. El tiempo de respuesta es un valor preeminente de las organizaciones, sean privadas o públicas, que conecta o desconecta  con el entorno dependiendo […]

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La sociedad de hoy día que anda a la velocidad digital demanda respuestas rápidas, inmediatas y hasta automáticas. En tiempo real. La estructura jerárquica por anquilosada, vertical y rígida no lo permite. El tiempo de respuesta es un valor preeminente de las organizaciones, sean privadas o públicas, que conecta o desconecta  con el entorno dependiendo de  si la respuesta es pronta o  se da a destiempo.

En un modelo jerárquico mientras la solicitud o el problema sube a la jerarquía, se debate arriba y baja en forma de orden o decisión, el cliente ya no está.  Se ha ido a la competencia. Si se trata del sector público, mientras el proceso hace el mismo tránsito jerárquico y la  respuesta baja, corre el riesgo de darse a destiempo, que aumente  el descontento popular y disminuya, por ineficaces, la confianza en las instituciones.

Es más, las comunicaciones verticales, jerárquicas, esas de arriba abajo y unidireccionales  entre padres e hijos o  entre parejas, no comunican, incomunican. Ni ahí, hoy día, funciona la jerarquía. Eso era antaño.

Las jefaturas jerárquicas aparte de miopes (no ven todo lo que toca ver y pierden la visión panorámica, múltiple, compleja y diversa de la situación) son lentas en las decisiones, se encapsulan, no se retroalimentan con fluidez y no existe colaboración horizontal, invitan al mutismo, excluye el pensamiento crítico  y creativo y provoca errores.

Son estilos de jefaturas caducas y disfuncionales, del siglo pasado cuando el mundo cambiaba poco. Ahora es todo lo contrario; el mundo que vivimos es líquido, cambiante en entornos inestables, impredecible, está haciendo  rupturas  y es incierto. Por lo tanto, las organizaciones si quieren tener capacidad de respuesta deben ser flexibles, ligeras, horizontales y poner a las personas en el centro y fomentar  -tal y como anota Albert Cañigueral- la agilidad y creatividad de las personas frente a los procesos y  la flexibilidad frente a los planes.

Hoy día se necesita  personas con capacidad de resolución para problemas complejos, con pensamiento crítico y creativo, empatía y habilidades comunicacionales,  buen juicio  y flexibilidad cognitiva porque el aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje será la constante del futuro y ello no se logra con estructuras organizativas de modo  jerárquico.

Las organizaciones exitosas del mañana serán las que incorporen reglas del juego democráticas, inclusivas  y participativas porque así son más dinámicas, dan respuestas rápidas y eficaces, están diseñadas para la velocidad y la precisión ya que las organizaciones jerárquicas en las que unos pocos deciden y otros muchos deben ejecutar son lentas, opacas, excluyentes y no están pensadas para las interacciones y decisiones en tiempo real ni para la velocidad digital. Además, una verdad de a puño, de la naturaleza humana: cuando las personas ayudan a elegir  el curso de las acciones es más probable que contribuyan a llevarlas a cabo y la jerarquía, por excluyente, no lo permite.

Columnista
7 enero, 2021

El modelo jerárquico de jefatura ya no es lo que era, es disfuncional

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Enrique Herrera Araujo

La sociedad de hoy día que anda a la velocidad digital demanda respuestas rápidas, inmediatas y hasta automáticas. En tiempo real. La estructura jerárquica por anquilosada, vertical y rígida no lo permite. El tiempo de respuesta es un valor preeminente de las organizaciones, sean privadas o públicas, que conecta o desconecta  con el entorno dependiendo […]


La sociedad de hoy día que anda a la velocidad digital demanda respuestas rápidas, inmediatas y hasta automáticas. En tiempo real. La estructura jerárquica por anquilosada, vertical y rígida no lo permite. El tiempo de respuesta es un valor preeminente de las organizaciones, sean privadas o públicas, que conecta o desconecta  con el entorno dependiendo de  si la respuesta es pronta o  se da a destiempo.

En un modelo jerárquico mientras la solicitud o el problema sube a la jerarquía, se debate arriba y baja en forma de orden o decisión, el cliente ya no está.  Se ha ido a la competencia. Si se trata del sector público, mientras el proceso hace el mismo tránsito jerárquico y la  respuesta baja, corre el riesgo de darse a destiempo, que aumente  el descontento popular y disminuya, por ineficaces, la confianza en las instituciones.

Es más, las comunicaciones verticales, jerárquicas, esas de arriba abajo y unidireccionales  entre padres e hijos o  entre parejas, no comunican, incomunican. Ni ahí, hoy día, funciona la jerarquía. Eso era antaño.

Las jefaturas jerárquicas aparte de miopes (no ven todo lo que toca ver y pierden la visión panorámica, múltiple, compleja y diversa de la situación) son lentas en las decisiones, se encapsulan, no se retroalimentan con fluidez y no existe colaboración horizontal, invitan al mutismo, excluye el pensamiento crítico  y creativo y provoca errores.

Son estilos de jefaturas caducas y disfuncionales, del siglo pasado cuando el mundo cambiaba poco. Ahora es todo lo contrario; el mundo que vivimos es líquido, cambiante en entornos inestables, impredecible, está haciendo  rupturas  y es incierto. Por lo tanto, las organizaciones si quieren tener capacidad de respuesta deben ser flexibles, ligeras, horizontales y poner a las personas en el centro y fomentar  -tal y como anota Albert Cañigueral- la agilidad y creatividad de las personas frente a los procesos y  la flexibilidad frente a los planes.

Hoy día se necesita  personas con capacidad de resolución para problemas complejos, con pensamiento crítico y creativo, empatía y habilidades comunicacionales,  buen juicio  y flexibilidad cognitiva porque el aprendizaje, desaprendizaje y reaprendizaje será la constante del futuro y ello no se logra con estructuras organizativas de modo  jerárquico.

Las organizaciones exitosas del mañana serán las que incorporen reglas del juego democráticas, inclusivas  y participativas porque así son más dinámicas, dan respuestas rápidas y eficaces, están diseñadas para la velocidad y la precisión ya que las organizaciones jerárquicas en las que unos pocos deciden y otros muchos deben ejecutar son lentas, opacas, excluyentes y no están pensadas para las interacciones y decisiones en tiempo real ni para la velocidad digital. Además, una verdad de a puño, de la naturaleza humana: cuando las personas ayudan a elegir  el curso de las acciones es más probable que contribuyan a llevarlas a cabo y la jerarquía, por excluyente, no lo permite.