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Columnista - 14 septiembre, 2023

El lugar de nacimiento no invalida

Hay dos cosas en la vida que uno no puede escoger ni negar: el lugar de nacimiento y los padres que lo engendraron. El lugar de nacimiento es un accidente que puede ocurrir en un barco, en un avión, en un carro, en una carretera, en cualquier parte. Eso no decide ni la grandeza ni […]

Hay dos cosas en la vida que uno no puede escoger ni negar: el lugar de nacimiento y los padres que lo engendraron. El lugar de nacimiento es un accidente que puede ocurrir en un barco, en un avión, en un carro, en una carretera, en cualquier parte. Eso no decide ni la grandeza ni la miserabilidad de una persona. Gabo nació en Aracataca, José Prudencio Padilla en Riohacha, aunque también dicen que fue en Camarones, eso no importa, lo significativo es lo grande que fueron. 

Se dice que no importa donde uno nace sino donde luchó y murió. Para ser alcalde de una ciudad o población lo único que se requiere es ser colombiano y haber permanecido en ese lugar un año antes de la inscripción. Muchos alcaldes de Valledupar no nacieron aquí y muchos gobernadores del Cesar tampoco. Eso no es reprochable. Lo cuestionable es fingir ser nativo de un lugar sin serlo; cualquier lugar es honroso para nacer, negar la patria chica es como negar la madre, demuestra inseguridad en la pertenencia y podría agraviar a sus verdaderos paisanos. 

Si nuestros padres pertenecen a una vereda, allí tiene su tradición familiar, pero si alguno de los hijos tuvo que nacer en una clínica de la capital u otro pueblo, su registro civil podrá decir que allí nació, pero luego retorna al entorno donde sus padres y abuelos son conocidos, donde aprende las primeras letras, hace sus primeros juegos, edifica sus primeras amistades y consigue sus primeros amores; también allí hace su primera comunión, aprende las primeras oraciones y canta el himno nacional; esas vivencias le dan una ciudadanía y cultura que lo identifican con su terruño que lo apropia como suyo. El mero hecho de nacer en una clínica de otro lugar, de suyo no otorga ciudadanía ni valores. 

Puede ocurrir que alguien nazca en algún lugar donde sus padres llegaron por accidente, pero luego retornan al nicho de sus antepasados, en este caso lo que hubo fue una ruptura en la tradición de los natalicios. Una polémica de este tipo ha desatado el aspirante a la alcaldía de Valledupar, Cristian Moreno, quien afirma haber nacido en Valledupar, explicación no pedida por la Registraduría, mientras sus adversarios afirman que fue en Curumaní. Quiénes conocimos a Cristian Moreno Payares, su padre, sabemos que fue un líder conservador de este municipio, línea Campo Soto, donde siempre vivió y murió en manos de los violentos. Para esas calendas, Valledupar era un villorrio donde todos nos conocíamos y hasta sabíamos donde vivía cada quién. No era necesario que Cristian hiciera esa apuesta de origen que le está produciendo un desgaste en materia de credibilidad. 

Por ahí circula en las redes sociales un video donde él dice ser “el hijo de Curumaní”, cayendo en su propia trampa. Además, parece que a Cristian José no le suena mucho eso de Moreno, el apellido de su padre de Curumaní, porque en su publicidad no aparece. ¿Será que no quiere que lo asimilen con su propio hermano, su homónimo? La verdad es que este fue elegido gobernador por muchedumbres, atípico, dentro de un proceso de victimización que sus adversarios de campaña le hicieron, presentándolo como un hombre sin futuro. Pero como dijo San Martín, “cosa es de volverse loco, no pudo coger tampoco al maldito jabalí”. 

Cristian, el hermano homónimo, una vez elegido se olvidó de quiénes lo eligieron y se perdió esa magnífica oportunidad de construir un proyecto político reivindicativo en el Cesar: se le reveló su nativa estirpe partidista y cayó en los brazos de Morfeo. La historia se repite, este nuevo Moreno también cayó en los brazos de un clan que ahora niega. Esto sirvió para que emergiera una política electorera de constreñimiento manejada por una casta familiar autárquica que infunde miedo a la vez que produce adoración. “Los que han de morir te saludan”. Aquí fue troya. Miren lo que cuesta una incoherencia conceptual e ideológica, pudo construirse un proyecto nuevo de departamento donde todos cupiéramos, pero la oportunidad fue vendida. Así no se juega; por supuesto, no existen crímenes de sangre. Bienvenidos los que procedan de otras partes pero que digan la verdad. 

Por Luis Napoleón de Armas P.

Columnista
14 septiembre, 2023

El lugar de nacimiento no invalida

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Hay dos cosas en la vida que uno no puede escoger ni negar: el lugar de nacimiento y los padres que lo engendraron. El lugar de nacimiento es un accidente que puede ocurrir en un barco, en un avión, en un carro, en una carretera, en cualquier parte. Eso no decide ni la grandeza ni […]


Hay dos cosas en la vida que uno no puede escoger ni negar: el lugar de nacimiento y los padres que lo engendraron. El lugar de nacimiento es un accidente que puede ocurrir en un barco, en un avión, en un carro, en una carretera, en cualquier parte. Eso no decide ni la grandeza ni la miserabilidad de una persona. Gabo nació en Aracataca, José Prudencio Padilla en Riohacha, aunque también dicen que fue en Camarones, eso no importa, lo significativo es lo grande que fueron. 

Se dice que no importa donde uno nace sino donde luchó y murió. Para ser alcalde de una ciudad o población lo único que se requiere es ser colombiano y haber permanecido en ese lugar un año antes de la inscripción. Muchos alcaldes de Valledupar no nacieron aquí y muchos gobernadores del Cesar tampoco. Eso no es reprochable. Lo cuestionable es fingir ser nativo de un lugar sin serlo; cualquier lugar es honroso para nacer, negar la patria chica es como negar la madre, demuestra inseguridad en la pertenencia y podría agraviar a sus verdaderos paisanos. 

Si nuestros padres pertenecen a una vereda, allí tiene su tradición familiar, pero si alguno de los hijos tuvo que nacer en una clínica de la capital u otro pueblo, su registro civil podrá decir que allí nació, pero luego retorna al entorno donde sus padres y abuelos son conocidos, donde aprende las primeras letras, hace sus primeros juegos, edifica sus primeras amistades y consigue sus primeros amores; también allí hace su primera comunión, aprende las primeras oraciones y canta el himno nacional; esas vivencias le dan una ciudadanía y cultura que lo identifican con su terruño que lo apropia como suyo. El mero hecho de nacer en una clínica de otro lugar, de suyo no otorga ciudadanía ni valores. 

Puede ocurrir que alguien nazca en algún lugar donde sus padres llegaron por accidente, pero luego retornan al nicho de sus antepasados, en este caso lo que hubo fue una ruptura en la tradición de los natalicios. Una polémica de este tipo ha desatado el aspirante a la alcaldía de Valledupar, Cristian Moreno, quien afirma haber nacido en Valledupar, explicación no pedida por la Registraduría, mientras sus adversarios afirman que fue en Curumaní. Quiénes conocimos a Cristian Moreno Payares, su padre, sabemos que fue un líder conservador de este municipio, línea Campo Soto, donde siempre vivió y murió en manos de los violentos. Para esas calendas, Valledupar era un villorrio donde todos nos conocíamos y hasta sabíamos donde vivía cada quién. No era necesario que Cristian hiciera esa apuesta de origen que le está produciendo un desgaste en materia de credibilidad. 

Por ahí circula en las redes sociales un video donde él dice ser “el hijo de Curumaní”, cayendo en su propia trampa. Además, parece que a Cristian José no le suena mucho eso de Moreno, el apellido de su padre de Curumaní, porque en su publicidad no aparece. ¿Será que no quiere que lo asimilen con su propio hermano, su homónimo? La verdad es que este fue elegido gobernador por muchedumbres, atípico, dentro de un proceso de victimización que sus adversarios de campaña le hicieron, presentándolo como un hombre sin futuro. Pero como dijo San Martín, “cosa es de volverse loco, no pudo coger tampoco al maldito jabalí”. 

Cristian, el hermano homónimo, una vez elegido se olvidó de quiénes lo eligieron y se perdió esa magnífica oportunidad de construir un proyecto político reivindicativo en el Cesar: se le reveló su nativa estirpe partidista y cayó en los brazos de Morfeo. La historia se repite, este nuevo Moreno también cayó en los brazos de un clan que ahora niega. Esto sirvió para que emergiera una política electorera de constreñimiento manejada por una casta familiar autárquica que infunde miedo a la vez que produce adoración. “Los que han de morir te saludan”. Aquí fue troya. Miren lo que cuesta una incoherencia conceptual e ideológica, pudo construirse un proyecto nuevo de departamento donde todos cupiéramos, pero la oportunidad fue vendida. Así no se juega; por supuesto, no existen crímenes de sangre. Bienvenidos los que procedan de otras partes pero que digan la verdad. 

Por Luis Napoleón de Armas P.