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Columnista - 5 marzo, 2014

EL LIMITE HUMANO

No pocos de los antiguos griegos, eran filósofos innatos. Se preguntaban apasionadamente no sólo por el origen de la materia, del mundo físico, sino también por la existencia invisible, la metafísica. Tenían verdadera sed por todo tipo de conocimientos. También los ansiaba la naturaleza contradictoria y compleja de la condición humana, y por eso fueron […]

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No pocos de los antiguos griegos, eran filósofos innatos. Se preguntaban apasionadamente no sólo por el origen de la materia, del mundo físico, sino también por la existencia invisible, la metafísica. Tenían verdadera sed por todo tipo de conocimientos.

También los ansiaba la naturaleza contradictoria y compleja de la condición humana, y por eso fueron profundos dramaturgos.

Particularmente en dos de los más conocidos de sus mitos, simbolizaron el límite humano.

El de Sisifo, condenado tal vez por el juez Mino a empujar una piedra hasta la cumbre de una montaña, de donde se devolvía sin cesar, sin nunca poder evitarlo. Límite físico.

El de Prometeo encadenado, condenado por el dios Zeús por haberse atrevido a robar el fuego del conocimiento, privilegio sólo de los dioses. Límite intelectual.

Modernamente, con la imaginación y con la ciencia y con la tecnología el hombre ha buscado conquistar el espacio sideral. En el año 1969 posó sus pies sobre la superficie lunar; los de la década de los sesentas fueron estelares, y ha continuado intentonas de viajes a lejanos espacios exteriores, pero persiste su límite.

Cuántos logros en los diferentes campos de las ciencias de todos los órdenes, digamos aquí en el de la salud, física y mental; no obstante, cuántas enfermedades y dolores aún padece, viejos, actuales y presumibles hacia el futuro, y cuántas restricciones parafernalias en el tratamiento y cura de una población que crece exponencialmente, de las que son víctimas las mayorías. Cuántos límites humanos en este tópico y de paso en el de la atención a la educación.

En el aspecto económico. El de la revolución industrial, que ha sido básica para la conformación del capital económico del mundo y que ha permitido tantas inversiones benéficas para la especie humana, pero también ha generado acumulación de riqueza en pocos países y en pocas manos, con efecto perverso, en las vidas de las gentes desempleadas y desposeídas del mundo.

Otro esfuerzo realizado por el hombre a fin de sobreponerse a sus connaturales limitaciones humanas es el de haber sustituido el restringente régimen político personalista, es decir los absolutismos monárquicos y las dictaduras, por el Estado de Derecho, no obstante las debilidades de éste y sus enormes imperfecciones, pues al fin y al cabo es holgado para los usufructuarios del poder político y del económico, adquiridos no pocas veces por medios ilícitos, con manifiestas extracciones contrarias a gran parte de la población, que el sistema utiliza como materia prima infrahumana.

¿Cuándo, pues, el hombre no es una criatura existencial limitada, incluso desde su misma concepción hasta el momento naturalmente doloroso de su muerte?. Siempre.

Empero, dichoso el hombre creyente a quien la cristología le muestra una luz de esperanza sobrenatural y da certeza de una felicidad ilimitada.

Pienso que quien termina la vida de este mundo provisto de tal convicción, la acaba siendo un hombre liberado de todo límite humano.

 

Columnista
5 marzo, 2014

EL LIMITE HUMANO

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

No pocos de los antiguos griegos, eran filósofos innatos. Se preguntaban apasionadamente no sólo por el origen de la materia, del mundo físico, sino también por la existencia invisible, la metafísica. Tenían verdadera sed por todo tipo de conocimientos. También los ansiaba la naturaleza contradictoria y compleja de la condición humana, y por eso fueron […]


No pocos de los antiguos griegos, eran filósofos innatos. Se preguntaban apasionadamente no sólo por el origen de la materia, del mundo físico, sino también por la existencia invisible, la metafísica. Tenían verdadera sed por todo tipo de conocimientos.

También los ansiaba la naturaleza contradictoria y compleja de la condición humana, y por eso fueron profundos dramaturgos.

Particularmente en dos de los más conocidos de sus mitos, simbolizaron el límite humano.

El de Sisifo, condenado tal vez por el juez Mino a empujar una piedra hasta la cumbre de una montaña, de donde se devolvía sin cesar, sin nunca poder evitarlo. Límite físico.

El de Prometeo encadenado, condenado por el dios Zeús por haberse atrevido a robar el fuego del conocimiento, privilegio sólo de los dioses. Límite intelectual.

Modernamente, con la imaginación y con la ciencia y con la tecnología el hombre ha buscado conquistar el espacio sideral. En el año 1969 posó sus pies sobre la superficie lunar; los de la década de los sesentas fueron estelares, y ha continuado intentonas de viajes a lejanos espacios exteriores, pero persiste su límite.

Cuántos logros en los diferentes campos de las ciencias de todos los órdenes, digamos aquí en el de la salud, física y mental; no obstante, cuántas enfermedades y dolores aún padece, viejos, actuales y presumibles hacia el futuro, y cuántas restricciones parafernalias en el tratamiento y cura de una población que crece exponencialmente, de las que son víctimas las mayorías. Cuántos límites humanos en este tópico y de paso en el de la atención a la educación.

En el aspecto económico. El de la revolución industrial, que ha sido básica para la conformación del capital económico del mundo y que ha permitido tantas inversiones benéficas para la especie humana, pero también ha generado acumulación de riqueza en pocos países y en pocas manos, con efecto perverso, en las vidas de las gentes desempleadas y desposeídas del mundo.

Otro esfuerzo realizado por el hombre a fin de sobreponerse a sus connaturales limitaciones humanas es el de haber sustituido el restringente régimen político personalista, es decir los absolutismos monárquicos y las dictaduras, por el Estado de Derecho, no obstante las debilidades de éste y sus enormes imperfecciones, pues al fin y al cabo es holgado para los usufructuarios del poder político y del económico, adquiridos no pocas veces por medios ilícitos, con manifiestas extracciones contrarias a gran parte de la población, que el sistema utiliza como materia prima infrahumana.

¿Cuándo, pues, el hombre no es una criatura existencial limitada, incluso desde su misma concepción hasta el momento naturalmente doloroso de su muerte?. Siempre.

Empero, dichoso el hombre creyente a quien la cristología le muestra una luz de esperanza sobrenatural y da certeza de una felicidad ilimitada.

Pienso que quien termina la vida de este mundo provisto de tal convicción, la acaba siendo un hombre liberado de todo límite humano.