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Columnista - 28 mayo, 2021

El límite de la fe

“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palaba de Dios”. Romanos 10:17. La fe cristiana no es un salto a ciegas en las tinieblas de lo desconocido, tiene un objeto, una meta y un sentido de acoplamiento y conformidad. No es creer en la fe, como si de por […]

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“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palaba de Dios”. Romanos 10:17.

La fe cristiana no es un salto a ciegas en las tinieblas de lo desconocido, tiene un objeto, una meta y un sentido de acoplamiento y conformidad. No es creer en la fe, como si de por sí tuviera el poder de lograr que las cosas se hagan. 

A la mayoría de las personas creyentes se les pasa la vida luchando por creer y desarrollar su fe. Cuando la gente lucha por su fe en Dios no es porque sea insuficiente el objeto de su fe, sino porque se hacen expectativas irreales de quien es Dios. 

Esperan que Dios obre de cierta manera o que responda a oraciones de cierta forma, conforme con los intereses personales y no conforme al corazón de Dios. Y cuando las circunstancias no resultan como se espera se asume que Dios no cumple y nos olvidamos despectivamente del tema. 

Sin embargo, Dios no cambia. Él es el perfecto objeto de nuestra fe. Históricamente ha demostrado que Él es digno de nuestra confianza. La fe en Dios falla únicamente cuando la gente tiene un concepto defectuoso sobre Él. Existe una correlación entre el conocimiento de Dios y la expresión de nuestra fe. 

Queridos amigos, si queremos que nuestra fe en Dios aumente debemos acrecentar la comprensión de Él como objeto de nuestra fe. Si sabemos poco y conocemos poco de Dios y su Palabra tendremos una fe escasa. Pero si nos esforzamos por conocerle y aprendemos mucho de su Palabra, tendremos una fe robusta. No podemos fustigarnos para creer e inflar la fe con letanías y declaraciones en alta voz o apretando los dientes y gesticulando como obligándonos a creer a pesar de todo.

 Cualquier intento de empujarse más allá de lo que conocemos de Dios y sus caminos es salirse de la fe real y entrar en el terreno de la soberbia y presunción. 

Elegimos creer a Dios conforme con lo que ya sabemos que es verdad en su Palabra. Así, pues, la única manera de aumentar la fe es acrecentar el conocimiento de Dios, quien es el objeto de nuestra fe. Acaso, esto quiere decir que, ¿hay límite para nuestra fe? Sí, hay un límite, pero Dios no lo controla porque depende de nosotros. Dios es infinito como objeto de nuestra fe.

El único límite de nuestra fe está determinado por el conocimiento y la comprensión que tengamos de Dios. Este conocimiento debería ser creciente y galopante en la misma medida en que estudiamos e interiorizamos los principios eternos de la Escritura. Ante nosotros tenemos el potencial concreto y práctico de crecimiento de la fe. Si tan solo nos proponemos conocer a Dios por medio de su Palabra tendríamos una fe sólida e ilimitada. 

No sobra recordar que Dios no tiene obligación alguna con nosotros. No hay forma en que podamos verbalizar hábilmente una oración para que Dios obedezca y actúe haciendo caso. Si Dios declara que algo es verdad, sencillamente creamos y vivamos de acuerdo con lo que es verdad. Si Dios no lo dijera, no habría suficiente fe en el mundo para que así fuera. El simple hecho de creer en algo no confiere verdad a la palabra de Dios. Su palabra es verdadera, por lo tanto, debemos creerla y vivirla.

Hago oración para que podamos extender las fronteras de nuestra comprensión de Dios por medio de su palabra y así, nuestra fe sea también acrecentada y utilizable para enfrentar los desafíos del presente siglo. 

Abrazo cariñoso en Cristo…

Columnista
28 mayo, 2021

El límite de la fe

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palaba de Dios”. Romanos 10:17. La fe cristiana no es un salto a ciegas en las tinieblas de lo desconocido, tiene un objeto, una meta y un sentido de acoplamiento y conformidad. No es creer en la fe, como si de por […]


“Así que la fe es por el oír, y el oír, por la Palaba de Dios”. Romanos 10:17.

La fe cristiana no es un salto a ciegas en las tinieblas de lo desconocido, tiene un objeto, una meta y un sentido de acoplamiento y conformidad. No es creer en la fe, como si de por sí tuviera el poder de lograr que las cosas se hagan. 

A la mayoría de las personas creyentes se les pasa la vida luchando por creer y desarrollar su fe. Cuando la gente lucha por su fe en Dios no es porque sea insuficiente el objeto de su fe, sino porque se hacen expectativas irreales de quien es Dios. 

Esperan que Dios obre de cierta manera o que responda a oraciones de cierta forma, conforme con los intereses personales y no conforme al corazón de Dios. Y cuando las circunstancias no resultan como se espera se asume que Dios no cumple y nos olvidamos despectivamente del tema. 

Sin embargo, Dios no cambia. Él es el perfecto objeto de nuestra fe. Históricamente ha demostrado que Él es digno de nuestra confianza. La fe en Dios falla únicamente cuando la gente tiene un concepto defectuoso sobre Él. Existe una correlación entre el conocimiento de Dios y la expresión de nuestra fe. 

Queridos amigos, si queremos que nuestra fe en Dios aumente debemos acrecentar la comprensión de Él como objeto de nuestra fe. Si sabemos poco y conocemos poco de Dios y su Palabra tendremos una fe escasa. Pero si nos esforzamos por conocerle y aprendemos mucho de su Palabra, tendremos una fe robusta. No podemos fustigarnos para creer e inflar la fe con letanías y declaraciones en alta voz o apretando los dientes y gesticulando como obligándonos a creer a pesar de todo.

 Cualquier intento de empujarse más allá de lo que conocemos de Dios y sus caminos es salirse de la fe real y entrar en el terreno de la soberbia y presunción. 

Elegimos creer a Dios conforme con lo que ya sabemos que es verdad en su Palabra. Así, pues, la única manera de aumentar la fe es acrecentar el conocimiento de Dios, quien es el objeto de nuestra fe. Acaso, esto quiere decir que, ¿hay límite para nuestra fe? Sí, hay un límite, pero Dios no lo controla porque depende de nosotros. Dios es infinito como objeto de nuestra fe.

El único límite de nuestra fe está determinado por el conocimiento y la comprensión que tengamos de Dios. Este conocimiento debería ser creciente y galopante en la misma medida en que estudiamos e interiorizamos los principios eternos de la Escritura. Ante nosotros tenemos el potencial concreto y práctico de crecimiento de la fe. Si tan solo nos proponemos conocer a Dios por medio de su Palabra tendríamos una fe sólida e ilimitada. 

No sobra recordar que Dios no tiene obligación alguna con nosotros. No hay forma en que podamos verbalizar hábilmente una oración para que Dios obedezca y actúe haciendo caso. Si Dios declara que algo es verdad, sencillamente creamos y vivamos de acuerdo con lo que es verdad. Si Dios no lo dijera, no habría suficiente fe en el mundo para que así fuera. El simple hecho de creer en algo no confiere verdad a la palabra de Dios. Su palabra es verdadera, por lo tanto, debemos creerla y vivirla.

Hago oración para que podamos extender las fronteras de nuestra comprensión de Dios por medio de su palabra y así, nuestra fe sea también acrecentada y utilizable para enfrentar los desafíos del presente siglo. 

Abrazo cariñoso en Cristo…