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Una verdad de Perogrullo: Si la consulta petrista se vota, será una consulta populista.
Una verdad de Perogrullo: Si la consulta petrista se vota, será una consulta populista.
Se desperdiciarán más de 500.000 millones de pesos, será un instrumento de propaganda gubernamental con fines de movilización electoral 2026 y no resolverá nada. Además, se perderá. No hay que ser adivino, solo seguir un libreto, el del populismo. Y el populismo, que está revolucionando la política del siglo XXI, tiene un guion.
Por ejemplo, la consulta petrista busca, al igual que el populismo, privilegiar la democracia directa, al pueblo, al colocarlo como la figura central de la democracia; atizar la polarización al acusar al Senado, a los gremios, a las Eps y a cuantos encuentre en el camino, para radicalizar el discurso, sembrar odio y divisiones, construir un “ellos” versus un “nosotros”, agua/aceite, amigo/enemigo y por esta vía imposibilitar una salida racional y pacífica; y, claro, darles una narrativa a sus huestes. Financiación también.
Así mismo, el populismo democrático y, con ella, la consulta petrista, está dirigida a movilizar emociones y pasiones y construir, por una parte, a) “un pueblo” monolítico, pero se le olvida que, hoy día, el pueblo no es un bloque, ni es unánime sino que es plural, dividido y tiene opiniones diversas, y por la otra; b) un caudillo -no hay populismo sin mesías- que en este caso es Petro, que en plaza pública solo le falta decir, al igual que Jorge E. Gaitán “Yo no soy un hombre, soy un pueblo” o que Chávez en el 2012: “Cuando yo los veo, cuando ustedes me ven, yo siento algo que me dice Chávez, ya tú no eres Chávez, tú eres un pueblo”. Delirante.
La consulta tampoco sirve para que se apruebe ninguna reforma, tan solo para que se tramite -tal y como se ha hecho- en el Congreso de la República. Además, el país político entraría, a fondo, en lo que Pierre Rosanvallon llama “corrupción cognitiva” del debate democrático, es decir, mentir y mentir para causar confusión (lo del acaparamiento de la insulina y la aseveración de que la ADRES está al día en sus pagos con las EPS son muestras de ello) para así degradar aún más el debate público. De esta forma lo envenenan y desestructuran.
Una consulta popular busca la democracia inmediata, que la consulta votada se cumpla de inmediato, sin democracia representativa, sin Congreso, inclusive sin partidos, pero con esta consulta petrista, ello es imposible. La consulta también tiene el fin de distraer a la ciudadanía de los problemas fiscales del gobierno, del deterioro de la salud, seguridad, educación y del Catatumbo. Por ello anticipa la campaña, para entretener y seguir manejando la agenda pública. También la instrumentaliza, la estrategia es sacar una buena votación que posicione a sus candidatos al Congreso y Presidencia.
Pero hay un detalle, que no es un riesgo menor y que la historia lo ha enseñado, es que la consulta anticorrupción del 2018 se perdió; el plebiscito por La Paz 2016 se perdió; el Brexit en Gran Bretaña corrió la misma suerte. Así, Petro corre el riesgo de sacrificar su candidato presidencial y su gobierno.
Por: Enrique Herrera Araújo.
Una verdad de Perogrullo: Si la consulta petrista se vota, será una consulta populista.
Una verdad de Perogrullo: Si la consulta petrista se vota, será una consulta populista.
Se desperdiciarán más de 500.000 millones de pesos, será un instrumento de propaganda gubernamental con fines de movilización electoral 2026 y no resolverá nada. Además, se perderá. No hay que ser adivino, solo seguir un libreto, el del populismo. Y el populismo, que está revolucionando la política del siglo XXI, tiene un guion.
Por ejemplo, la consulta petrista busca, al igual que el populismo, privilegiar la democracia directa, al pueblo, al colocarlo como la figura central de la democracia; atizar la polarización al acusar al Senado, a los gremios, a las Eps y a cuantos encuentre en el camino, para radicalizar el discurso, sembrar odio y divisiones, construir un “ellos” versus un “nosotros”, agua/aceite, amigo/enemigo y por esta vía imposibilitar una salida racional y pacífica; y, claro, darles una narrativa a sus huestes. Financiación también.
Así mismo, el populismo democrático y, con ella, la consulta petrista, está dirigida a movilizar emociones y pasiones y construir, por una parte, a) “un pueblo” monolítico, pero se le olvida que, hoy día, el pueblo no es un bloque, ni es unánime sino que es plural, dividido y tiene opiniones diversas, y por la otra; b) un caudillo -no hay populismo sin mesías- que en este caso es Petro, que en plaza pública solo le falta decir, al igual que Jorge E. Gaitán “Yo no soy un hombre, soy un pueblo” o que Chávez en el 2012: “Cuando yo los veo, cuando ustedes me ven, yo siento algo que me dice Chávez, ya tú no eres Chávez, tú eres un pueblo”. Delirante.
La consulta tampoco sirve para que se apruebe ninguna reforma, tan solo para que se tramite -tal y como se ha hecho- en el Congreso de la República. Además, el país político entraría, a fondo, en lo que Pierre Rosanvallon llama “corrupción cognitiva” del debate democrático, es decir, mentir y mentir para causar confusión (lo del acaparamiento de la insulina y la aseveración de que la ADRES está al día en sus pagos con las EPS son muestras de ello) para así degradar aún más el debate público. De esta forma lo envenenan y desestructuran.
Una consulta popular busca la democracia inmediata, que la consulta votada se cumpla de inmediato, sin democracia representativa, sin Congreso, inclusive sin partidos, pero con esta consulta petrista, ello es imposible. La consulta también tiene el fin de distraer a la ciudadanía de los problemas fiscales del gobierno, del deterioro de la salud, seguridad, educación y del Catatumbo. Por ello anticipa la campaña, para entretener y seguir manejando la agenda pública. También la instrumentaliza, la estrategia es sacar una buena votación que posicione a sus candidatos al Congreso y Presidencia.
Pero hay un detalle, que no es un riesgo menor y que la historia lo ha enseñado, es que la consulta anticorrupción del 2018 se perdió; el plebiscito por La Paz 2016 se perdió; el Brexit en Gran Bretaña corrió la misma suerte. Así, Petro corre el riesgo de sacrificar su candidato presidencial y su gobierno.
Por: Enrique Herrera Araújo.