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Columnista - 13 agosto, 2020

El legado de Fidelina continuará

El pasado 30 de julio falleció la señora Fidelina del Rosario Redondo Gámez a la edad de 82 años y 3 meses, después de padecer múltiples achaques de salud, generados por las enfermedades de hipertensión arterial y diabetes que, a la postre, le afectaron su sistema cardiovascular, sus riñones y otros órganos vitales.  Finalmente, su […]

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El pasado 30 de julio falleció la señora Fidelina del Rosario Redondo Gámez a la edad de 82 años y 3 meses, después de padecer múltiples achaques de salud, generados por las enfermedades de hipertensión arterial y diabetes que, a la postre, le afectaron su sistema cardiovascular, sus riñones y otros órganos vitales.  Finalmente, su deterioro corporal no resistió el contagio de covid-19.  

En 1.943, mi madre con sus hijos de entonces se mudó de Guacoche a Valledupar, para que mis hermanos mayores pudieran estudiar bachillerato, por tan buen propósito mi padre compró una amplia casa con fachada en la calle 13 (hoy 17) y el traspatio cerraba en el callejón de Pedro Rizo.  Mi madre en procura de ayuda económica construyó un horno donde asaba chiricanas, queques y otros panderos, también hacía dulces de diferentes sabores que mis hermanas mayores salían a venderlos a la calle y al mercado (la actual galería central) cercano a dicha casa, ahí ahora queda la Librería Departamental del sector conocido como 5 esquinas. Aunque la casa de mi madre estaba ubicada en sitio propicio para el comercio, el mercadeo de sus dulces no prosperó y, por ende, fue efímero. 

En esta columna, con suma complacencia resalto la exquisitez y florecimiento de los dulces producidos por la señora Fidelina (q.e.p.d.), a quien conocí en mi etapa de escolar, en aquel tiempo todos los fines de semanas, montado en burro pasaba por la calle de La Garita, recorrido expedito a la finca de mi padre, en esa ruta queda la casa de Fidelina, antes de su madre, Nicolasa Gámez, oriunda de Villanueva, La Guajira, población donde muchas mujeres elaboran y venden agradables dulces caseros. En ese entonces ya tenían renombre los deliciosos dulces hechos por estas mujeres ejemplares.

Fidelina, de talante carismático con vocación similar a la de su madre y tesonera dedicación, en el trascurso de su faena cotidiana aprendió el arte de la repostería con mucha pericia, y sus dulces alcanzaron enorme demanda, tanto que vallenatos y visitantes los compran y los comparten con familiares y amigos residentes dentro y fuera de nuestro país. 

Mi retorno a Valledupar como médico, consolidó mi amistad con Fidelina porque a menudo le compraba sus productos, no solo para mi consumo personal, sino para regalar a personas de mis afectos que cada vez eran más y por consiguiente mis compras aumentaban. Por nuestra hermandad a ella le practiqué una cirugía de cortesía y por la confianza que me profesaba me recomendaba pacientes.

Nunca olvidaré la deferencia tan especial que tuvo Fidelina con mi núcleo familiar, cuando Marta Tere mi hija menor cumplió 15 años, debido a que las ocupaciones de sus hermanos no les permitían venir a Valledupar, me pidió que viajáramos a Bogotá, para que todos estuviéramos juntos en su 15° aniversario. Fidelina con antelación le había ofrecido la torta de quinceañera, en vista de que nos ausentamos, el día del cumpleaños de ‘mi niña’ recibimos en Bogotá una torta negra envinada de 3 pisos, además gran cantidad de dulces de varios tamaños, formas y sabores, de veras la celebración fue fastuosa, por no decir suntuosa. Y los invitados maravillados con la sazón de Fidelina. 

Mi sentido pésame a Piedad, hija única de Fidelina, procreada con César Camilo Vega Redondo, quien fue el amor eterno de Fidelina y también su único compañero sentimental. Extiendo mi sensible sentimiento al yerno de Fidelina, Jesús Darío Pavajeau, médico intensivita, y a sus hermosas nietas Natalia Marcela y piedad Carolina. 

En virtud de lo que Piedad Vega Redondo aprendió a través de su madre y su estudio complementario sobre culinaria en el hotel escuela del Sena en Bogotá, auguro con inmensa fe, que el legado de Fidelina continuará. 

Columnista
13 agosto, 2020

El legado de Fidelina continuará

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

El pasado 30 de julio falleció la señora Fidelina del Rosario Redondo Gámez a la edad de 82 años y 3 meses, después de padecer múltiples achaques de salud, generados por las enfermedades de hipertensión arterial y diabetes que, a la postre, le afectaron su sistema cardiovascular, sus riñones y otros órganos vitales.  Finalmente, su […]


El pasado 30 de julio falleció la señora Fidelina del Rosario Redondo Gámez a la edad de 82 años y 3 meses, después de padecer múltiples achaques de salud, generados por las enfermedades de hipertensión arterial y diabetes que, a la postre, le afectaron su sistema cardiovascular, sus riñones y otros órganos vitales.  Finalmente, su deterioro corporal no resistió el contagio de covid-19.  

En 1.943, mi madre con sus hijos de entonces se mudó de Guacoche a Valledupar, para que mis hermanos mayores pudieran estudiar bachillerato, por tan buen propósito mi padre compró una amplia casa con fachada en la calle 13 (hoy 17) y el traspatio cerraba en el callejón de Pedro Rizo.  Mi madre en procura de ayuda económica construyó un horno donde asaba chiricanas, queques y otros panderos, también hacía dulces de diferentes sabores que mis hermanas mayores salían a venderlos a la calle y al mercado (la actual galería central) cercano a dicha casa, ahí ahora queda la Librería Departamental del sector conocido como 5 esquinas. Aunque la casa de mi madre estaba ubicada en sitio propicio para el comercio, el mercadeo de sus dulces no prosperó y, por ende, fue efímero. 

En esta columna, con suma complacencia resalto la exquisitez y florecimiento de los dulces producidos por la señora Fidelina (q.e.p.d.), a quien conocí en mi etapa de escolar, en aquel tiempo todos los fines de semanas, montado en burro pasaba por la calle de La Garita, recorrido expedito a la finca de mi padre, en esa ruta queda la casa de Fidelina, antes de su madre, Nicolasa Gámez, oriunda de Villanueva, La Guajira, población donde muchas mujeres elaboran y venden agradables dulces caseros. En ese entonces ya tenían renombre los deliciosos dulces hechos por estas mujeres ejemplares.

Fidelina, de talante carismático con vocación similar a la de su madre y tesonera dedicación, en el trascurso de su faena cotidiana aprendió el arte de la repostería con mucha pericia, y sus dulces alcanzaron enorme demanda, tanto que vallenatos y visitantes los compran y los comparten con familiares y amigos residentes dentro y fuera de nuestro país. 

Mi retorno a Valledupar como médico, consolidó mi amistad con Fidelina porque a menudo le compraba sus productos, no solo para mi consumo personal, sino para regalar a personas de mis afectos que cada vez eran más y por consiguiente mis compras aumentaban. Por nuestra hermandad a ella le practiqué una cirugía de cortesía y por la confianza que me profesaba me recomendaba pacientes.

Nunca olvidaré la deferencia tan especial que tuvo Fidelina con mi núcleo familiar, cuando Marta Tere mi hija menor cumplió 15 años, debido a que las ocupaciones de sus hermanos no les permitían venir a Valledupar, me pidió que viajáramos a Bogotá, para que todos estuviéramos juntos en su 15° aniversario. Fidelina con antelación le había ofrecido la torta de quinceañera, en vista de que nos ausentamos, el día del cumpleaños de ‘mi niña’ recibimos en Bogotá una torta negra envinada de 3 pisos, además gran cantidad de dulces de varios tamaños, formas y sabores, de veras la celebración fue fastuosa, por no decir suntuosa. Y los invitados maravillados con la sazón de Fidelina. 

Mi sentido pésame a Piedad, hija única de Fidelina, procreada con César Camilo Vega Redondo, quien fue el amor eterno de Fidelina y también su único compañero sentimental. Extiendo mi sensible sentimiento al yerno de Fidelina, Jesús Darío Pavajeau, médico intensivita, y a sus hermosas nietas Natalia Marcela y piedad Carolina. 

En virtud de lo que Piedad Vega Redondo aprendió a través de su madre y su estudio complementario sobre culinaria en el hotel escuela del Sena en Bogotá, auguro con inmensa fe, que el legado de Fidelina continuará.