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Columnista - 29 abril, 2015

¿El humo esconde el fuego?

El ataque cobarde de las Farc a los miembros de una columna del Ejército en la vereda La Esperanza, además de indignación y lágrimas de llanto, despertaron el rechazo absoluto y la casi dormida solidaridad del país con la valentía de los heroicos soldados y policías de nuestro sufrido país y con la soledad y […]

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El ataque cobarde de las Farc a los miembros de una columna del Ejército en la vereda La Esperanza, además de indignación y lágrimas de llanto, despertaron el rechazo absoluto y la casi dormida solidaridad del país con la valentía de los heroicos soldados y policías de nuestro sufrido país y con la soledad y tristeza de las nuevas viudas de la guerra.

No existe justificación para estos sucesos que son frustrantes y se convierten en una paradoja para desescalar y aliviar el conflicto especialmente en las comunidades aisladas que aún están viviendo en carne propia las secuelas de una guerra infame, dolorosa e inútil. Quedó muy claro que la esperanza y la confianza en el proceso de paz de La Habana están fracturadas y muy lastimadas.

Todos sabíamos que adelantar los diálogos en la mitad del fuego era transitar por un camino tortuoso y lleno de espinas, pero no contábamos con el torpe incumplimiento a la palabra de las Farc de declarar un cese al fuego unilateral para generar hechos de credibilidad y confianza en el Gobierno Santos. Esta situación de locura fue la que generó una reacción espontánea y muy sentida de millones de colombianos que le enviaron un mensaje directo a las Farc que ellos deben comprender y advertir en su exacta dimensión. Hemos llegado a acariciar al mismo tiempo el retroceso y la frustración que ha generado esta sumatoria de sucesos torpes e inoportunos.

Hemos aprendido que las treguas no deben ser imperfectas y frágiles, especialmente cuando son para ganar tiempo en momentos de desespero, pero las Farc con sus actuaciones dilatorias lo que hacen es sembrar para cosechar un peligroso agotamiento de la mano extendida de la comunidad internacional y de la generosa paciencia de los colombianos. Continuar con el diálogo abierto y franco es un imperativo nacional y es la forma de ponerle fin a esta guerra que solo está prolongando los alcances de “la patria boba” ya conocidos. ¡Los colombianos somos personas civilizadas y por lo tanto tenemos prohibido caer en la cultura y exaltación de la muerte!

Es una verdad enorme y realista que continuar con los diálogos sentados y cómodos en las mesas de La Habana no puede significar la prolongación indefinida de las conversaciones de paz. Su límite no debería superar el 30 se septiembre del presente años, por razones ampliamente conocidas. Tenemos que mantener nuestros valores que nos identifican como sociedad sin sacrificar las libertades y sin dejar de lado el Estado Social de derecho. ¡La justicia transicional es también una forma de justicia que nos señala un norte para el fin del conflicto, la dejación de las armas y una apertura política más incluyente y más limpia.

Como dice el negociador Humberto de la Calle: “Las dificultades actuales son nuevas oportunidades”. Tenemos que aprender a derrotar con decisión las adversidades del momento porque “el miedo nos aparta de las derrotas, pero también de las victorias”. Como lo repite con frecuencia el presidente Santos: “Las Farc tienen hoy la opción de vivir en paz y no morir en guerra”.

Columnista
29 abril, 2015

¿El humo esconde el fuego?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gustavo Cotez Medina

El ataque cobarde de las Farc a los miembros de una columna del Ejército en la vereda La Esperanza, además de indignación y lágrimas de llanto, despertaron el rechazo absoluto y la casi dormida solidaridad del país con la valentía de los heroicos soldados y policías de nuestro sufrido país y con la soledad y […]


El ataque cobarde de las Farc a los miembros de una columna del Ejército en la vereda La Esperanza, además de indignación y lágrimas de llanto, despertaron el rechazo absoluto y la casi dormida solidaridad del país con la valentía de los heroicos soldados y policías de nuestro sufrido país y con la soledad y tristeza de las nuevas viudas de la guerra.

No existe justificación para estos sucesos que son frustrantes y se convierten en una paradoja para desescalar y aliviar el conflicto especialmente en las comunidades aisladas que aún están viviendo en carne propia las secuelas de una guerra infame, dolorosa e inútil. Quedó muy claro que la esperanza y la confianza en el proceso de paz de La Habana están fracturadas y muy lastimadas.

Todos sabíamos que adelantar los diálogos en la mitad del fuego era transitar por un camino tortuoso y lleno de espinas, pero no contábamos con el torpe incumplimiento a la palabra de las Farc de declarar un cese al fuego unilateral para generar hechos de credibilidad y confianza en el Gobierno Santos. Esta situación de locura fue la que generó una reacción espontánea y muy sentida de millones de colombianos que le enviaron un mensaje directo a las Farc que ellos deben comprender y advertir en su exacta dimensión. Hemos llegado a acariciar al mismo tiempo el retroceso y la frustración que ha generado esta sumatoria de sucesos torpes e inoportunos.

Hemos aprendido que las treguas no deben ser imperfectas y frágiles, especialmente cuando son para ganar tiempo en momentos de desespero, pero las Farc con sus actuaciones dilatorias lo que hacen es sembrar para cosechar un peligroso agotamiento de la mano extendida de la comunidad internacional y de la generosa paciencia de los colombianos. Continuar con el diálogo abierto y franco es un imperativo nacional y es la forma de ponerle fin a esta guerra que solo está prolongando los alcances de “la patria boba” ya conocidos. ¡Los colombianos somos personas civilizadas y por lo tanto tenemos prohibido caer en la cultura y exaltación de la muerte!

Es una verdad enorme y realista que continuar con los diálogos sentados y cómodos en las mesas de La Habana no puede significar la prolongación indefinida de las conversaciones de paz. Su límite no debería superar el 30 se septiembre del presente años, por razones ampliamente conocidas. Tenemos que mantener nuestros valores que nos identifican como sociedad sin sacrificar las libertades y sin dejar de lado el Estado Social de derecho. ¡La justicia transicional es también una forma de justicia que nos señala un norte para el fin del conflicto, la dejación de las armas y una apertura política más incluyente y más limpia.

Como dice el negociador Humberto de la Calle: “Las dificultades actuales son nuevas oportunidades”. Tenemos que aprender a derrotar con decisión las adversidades del momento porque “el miedo nos aparta de las derrotas, pero también de las victorias”. Como lo repite con frecuencia el presidente Santos: “Las Farc tienen hoy la opción de vivir en paz y no morir en guerra”.