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Columnista - 2 diciembre, 2014

El héroe de la CH

El mundo a través de las redes sociales ha rendido el más hermoso de los homenajes a Roberto Gómez Bolaños; un genio de la comedia que traspasó las fronteras mexicanas para localizarse en el centro de la identidad latinoamericana, que hoy lo recuerda en cada una de sus facetas esbozadas en sus personajes, sus historias […]

El mundo a través de las redes sociales ha rendido el más hermoso de los homenajes a Roberto Gómez Bolaños; un genio de la comedia que traspasó las fronteras mexicanas para localizarse en el centro de la identidad latinoamericana, que hoy lo recuerda en cada una de sus facetas esbozadas en sus personajes, sus historias y en su singular manera de ver el mundo.
Chespirito, como mejor se conocía, un apodo que lo comparó con Shakespeare, pero que fue insuficiente para abarcar y describir su gran talento, nos deja el mejor legado que alguien pueda brindarle a la humanidad. El héroe de la CH nos rescató de la tristeza y nos enseñó desde niños a reír en medio de las dificultades.
Chespirito ha sido el rey de la comedia durante más de cuatro décadas en las que cautivó y sigue cautivando a muchos con sus fabulosos personajes, que sin querer queriendo reivindicaron el uso de la desgastada CH en el español. Fue él quien la rescató del olvido cuando ya casi nadie la usaba.
Con El Chavo, El Chapulín, Chespirito, Chómpiras, Los Chiflados, Vicente Chambón, Chaparrón, la Chimoltrufia, la Chilindrina y Chapatín, construimos hermosos capítulos de la infancia y aprendimos que la CH no era tan escasa como pretendía mostrarla el diccionario. Contrario a eso, descubrimos gracias a Chespirito que era hermosamente sonora y útil para renovar la lengua española. Palabras como La Chicharra paralizadora, el Chipote Chillón, Chanfle, las pastillas de Chiquitolina, la Chiripiolca, chispotear, entre otras, pronto ingresaron al imaginario cultural mediado por el uso, y empezaron a ser puestas en acción por todos los hablantes que hoy las han incorporado al léxico hispanoamericano, mostrando con ello que la lengua es dinámica, porque pueden crearse palabras nuevas que reaviven nuestra a veces desgastada manera de decir las cosas.
Sin querer queriendo Roberto Gómez Bolaño, ‘Chespirito’, unió a tantas familias frente al televisor para reír con sus genialidades. El Chavo mantuvo conectados a muchas generaciones y nos puso a dialogar y a encontrar elementos comunes a pesar de la edad a la hora de hablar de un travieso, pero también inocente niño que jovénes, adultos y ancianos habían conocido frente al televisor, compartiendo con otros singulares personajes en una vecindad que reflejaba la verdadera vida del latinoamericano, con sus apariencias, sus picardías, su inocencia, pero también con su enorme deseo de ser alguien a través del amor y la solidaridad que tanto necesitaba expresarse en ese ambiente de múltiples diferencias.
Chespirito se atrevió a plantear la existencia de un héroe latinoamericano distinto a los héroes fornidos y poderosos que volaban, que tenían poderes extrasensoriales y que producto de la anomia de los Estados llegaban a convertirse en especie de dioses inderrotables. En medio de tantos héroes arrogantes y vanidosos, surge el Chapulín Colorado, con su indumentaria que personificaba como en las fábulas de Esopo a un saltamontes o grillo, con sus antenitas de vinil, su cuerpo menudo y una inocencia cercana a la torpeza.
El hombrecito rojo, de corazón amarillo encarnó al más hermoso y mediocre héroe latinoamericano que para presentar sus poderes acudía a comparaciones impensables para otros. El Chapulín Colorado es más ágil que una tortuga, más fuerte que un ratón, más fresco que una lechuga y su escudo es un corazón.
Sospechábamos desde un principio que Chespirito algún día tendría que partir, pero no por eso se irá de nuestra memoria, pues siempre habitará en el fresco recuerdo del corazón de quienes lo conocimos para ser un poco más felices.
@Oscararizadaza

Columnista
2 diciembre, 2014

El héroe de la CH

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

El mundo a través de las redes sociales ha rendido el más hermoso de los homenajes a Roberto Gómez Bolaños; un genio de la comedia que traspasó las fronteras mexicanas para localizarse en el centro de la identidad latinoamericana, que hoy lo recuerda en cada una de sus facetas esbozadas en sus personajes, sus historias […]


El mundo a través de las redes sociales ha rendido el más hermoso de los homenajes a Roberto Gómez Bolaños; un genio de la comedia que traspasó las fronteras mexicanas para localizarse en el centro de la identidad latinoamericana, que hoy lo recuerda en cada una de sus facetas esbozadas en sus personajes, sus historias y en su singular manera de ver el mundo.
Chespirito, como mejor se conocía, un apodo que lo comparó con Shakespeare, pero que fue insuficiente para abarcar y describir su gran talento, nos deja el mejor legado que alguien pueda brindarle a la humanidad. El héroe de la CH nos rescató de la tristeza y nos enseñó desde niños a reír en medio de las dificultades.
Chespirito ha sido el rey de la comedia durante más de cuatro décadas en las que cautivó y sigue cautivando a muchos con sus fabulosos personajes, que sin querer queriendo reivindicaron el uso de la desgastada CH en el español. Fue él quien la rescató del olvido cuando ya casi nadie la usaba.
Con El Chavo, El Chapulín, Chespirito, Chómpiras, Los Chiflados, Vicente Chambón, Chaparrón, la Chimoltrufia, la Chilindrina y Chapatín, construimos hermosos capítulos de la infancia y aprendimos que la CH no era tan escasa como pretendía mostrarla el diccionario. Contrario a eso, descubrimos gracias a Chespirito que era hermosamente sonora y útil para renovar la lengua española. Palabras como La Chicharra paralizadora, el Chipote Chillón, Chanfle, las pastillas de Chiquitolina, la Chiripiolca, chispotear, entre otras, pronto ingresaron al imaginario cultural mediado por el uso, y empezaron a ser puestas en acción por todos los hablantes que hoy las han incorporado al léxico hispanoamericano, mostrando con ello que la lengua es dinámica, porque pueden crearse palabras nuevas que reaviven nuestra a veces desgastada manera de decir las cosas.
Sin querer queriendo Roberto Gómez Bolaño, ‘Chespirito’, unió a tantas familias frente al televisor para reír con sus genialidades. El Chavo mantuvo conectados a muchas generaciones y nos puso a dialogar y a encontrar elementos comunes a pesar de la edad a la hora de hablar de un travieso, pero también inocente niño que jovénes, adultos y ancianos habían conocido frente al televisor, compartiendo con otros singulares personajes en una vecindad que reflejaba la verdadera vida del latinoamericano, con sus apariencias, sus picardías, su inocencia, pero también con su enorme deseo de ser alguien a través del amor y la solidaridad que tanto necesitaba expresarse en ese ambiente de múltiples diferencias.
Chespirito se atrevió a plantear la existencia de un héroe latinoamericano distinto a los héroes fornidos y poderosos que volaban, que tenían poderes extrasensoriales y que producto de la anomia de los Estados llegaban a convertirse en especie de dioses inderrotables. En medio de tantos héroes arrogantes y vanidosos, surge el Chapulín Colorado, con su indumentaria que personificaba como en las fábulas de Esopo a un saltamontes o grillo, con sus antenitas de vinil, su cuerpo menudo y una inocencia cercana a la torpeza.
El hombrecito rojo, de corazón amarillo encarnó al más hermoso y mediocre héroe latinoamericano que para presentar sus poderes acudía a comparaciones impensables para otros. El Chapulín Colorado es más ágil que una tortuga, más fuerte que un ratón, más fresco que una lechuga y su escudo es un corazón.
Sospechábamos desde un principio que Chespirito algún día tendría que partir, pero no por eso se irá de nuestra memoria, pues siempre habitará en el fresco recuerdo del corazón de quienes lo conocimos para ser un poco más felices.
@Oscararizadaza