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Columnista - 22 octubre, 2015

El gran Kafka

Franz Kafka nació en la ciudad de Praga en 1883, en tiempo del Imperio Austro-húngaro. Por estos días, está bastante mencionado en la prensa y críticos literarios, porque se está cumpliendo un siglo de haber escrito una de sus obras inmortales, La Transformación (La Metamorfosis). Algunos hechos debemos tener en cuenta para tratar de entender […]

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Franz Kafka nació en la ciudad de Praga en 1883, en tiempo del Imperio Austro-húngaro. Por estos días, está bastante mencionado en la prensa y críticos literarios, porque se está cumpliendo un siglo de haber escrito una de sus obras inmortales, La Transformación (La Metamorfosis).

Algunos hechos debemos tener en cuenta para tratar de entender un poco sus tormentos personales; que fueron como la materia prima de su producción literaria, atravesada por tales preocupaciones.

Pertenecía a una familia judía. Como sabemos, tal raza excepcional ha sido marcada por la historia con grandes acontecimientos colectivos e individuales, cargados de enormes sufrimientos. Y de una manera especial Kafka los recapitulaba (los pasados y los que habrían de llegar); parece ser que ordinariamente hablaba la lengua popular checa, pero sus padres le imponían el idioma alemán, como una forma de distinción social; muy jóven se licenció de abogado, pero su cotidianidad laboral se desarrolló en el Instituto de Seguros para accidentes de trabajo, y hubo de viajar mucho a través del viejo imperio –Austro-húngaro, por entonces en proceso decadente. Así absorbió gran cantidad de experiencias enajenantes.

A la edad de 39 años hubo de obtener pensión de jubilación anticipada, en razón de la enfermedad tuberculosis, que finalmente lo llevó a la muerte en el año 1924.

Repasado los hechos anteriores, deseo destacar ahora dos, que debieron influir mucho, en su desazón vital. La abrumadora carga económica, y espiritual, que solo debía soportar para atender las necesidades de subsistencia de su familia, compuesta por sus dos padres y una hermana; las torpezas humanas que debió experimentar en el comportamiento, bastante incompetente y negligente de los empleados públicos de aquel Instituto, sin duda antecesores de los empleados públicos en general, caracterizados por sus antipatías.

Para la sensibilidad de Kafka todo aquello debía destrozar sus entrañas.

Probablemente, eso debió inspirarle su libro ‘El Proceso’ en el que el burocratismo se vuelve el detonador que disparó su rebeldía contra la desesperante tramitología administrativa, paquidérmica y enredada.

Kafka resuelve retirarse de ese mundo agobiante que le deparaba, por una parte las contradicciones intimas de su familia y por la otra, las ineficientes y torturantes funciones públicas, y escribe, justamente, ese maravilloso libro, cuento largo o novela corta, ‘La Transformación’, en el que aburridísimo y desesperadísimo, resuelve retirarse de aquel mundo asfixiante y se transforma en un escarabajo, abajándose hasta la animalidad inocente, en la que muere, que lo libera definitivamente de las peripecias humanas.

A partir de Kafka se abre la avenida de la expresión literaria basada en la fantasía, han sido sus epígonos Borges, Becker, otros consecuentes, hasta García Márquez, con su realismo-mágico. Su fantasía liberó varias expresiones artísticas, la pintura, el cine, el teatro en general, la poesía.

No obstante, me quedo pensando si Kafka hubiera podido optar por otro tipo de transformación, que lo trascendiera.

Columnista
22 octubre, 2015

El gran Kafka

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Franz Kafka nació en la ciudad de Praga en 1883, en tiempo del Imperio Austro-húngaro. Por estos días, está bastante mencionado en la prensa y críticos literarios, porque se está cumpliendo un siglo de haber escrito una de sus obras inmortales, La Transformación (La Metamorfosis). Algunos hechos debemos tener en cuenta para tratar de entender […]


Franz Kafka nació en la ciudad de Praga en 1883, en tiempo del Imperio Austro-húngaro. Por estos días, está bastante mencionado en la prensa y críticos literarios, porque se está cumpliendo un siglo de haber escrito una de sus obras inmortales, La Transformación (La Metamorfosis).

Algunos hechos debemos tener en cuenta para tratar de entender un poco sus tormentos personales; que fueron como la materia prima de su producción literaria, atravesada por tales preocupaciones.

Pertenecía a una familia judía. Como sabemos, tal raza excepcional ha sido marcada por la historia con grandes acontecimientos colectivos e individuales, cargados de enormes sufrimientos. Y de una manera especial Kafka los recapitulaba (los pasados y los que habrían de llegar); parece ser que ordinariamente hablaba la lengua popular checa, pero sus padres le imponían el idioma alemán, como una forma de distinción social; muy jóven se licenció de abogado, pero su cotidianidad laboral se desarrolló en el Instituto de Seguros para accidentes de trabajo, y hubo de viajar mucho a través del viejo imperio –Austro-húngaro, por entonces en proceso decadente. Así absorbió gran cantidad de experiencias enajenantes.

A la edad de 39 años hubo de obtener pensión de jubilación anticipada, en razón de la enfermedad tuberculosis, que finalmente lo llevó a la muerte en el año 1924.

Repasado los hechos anteriores, deseo destacar ahora dos, que debieron influir mucho, en su desazón vital. La abrumadora carga económica, y espiritual, que solo debía soportar para atender las necesidades de subsistencia de su familia, compuesta por sus dos padres y una hermana; las torpezas humanas que debió experimentar en el comportamiento, bastante incompetente y negligente de los empleados públicos de aquel Instituto, sin duda antecesores de los empleados públicos en general, caracterizados por sus antipatías.

Para la sensibilidad de Kafka todo aquello debía destrozar sus entrañas.

Probablemente, eso debió inspirarle su libro ‘El Proceso’ en el que el burocratismo se vuelve el detonador que disparó su rebeldía contra la desesperante tramitología administrativa, paquidérmica y enredada.

Kafka resuelve retirarse de ese mundo agobiante que le deparaba, por una parte las contradicciones intimas de su familia y por la otra, las ineficientes y torturantes funciones públicas, y escribe, justamente, ese maravilloso libro, cuento largo o novela corta, ‘La Transformación’, en el que aburridísimo y desesperadísimo, resuelve retirarse de aquel mundo asfixiante y se transforma en un escarabajo, abajándose hasta la animalidad inocente, en la que muere, que lo libera definitivamente de las peripecias humanas.

A partir de Kafka se abre la avenida de la expresión literaria basada en la fantasía, han sido sus epígonos Borges, Becker, otros consecuentes, hasta García Márquez, con su realismo-mágico. Su fantasía liberó varias expresiones artísticas, la pintura, el cine, el teatro en general, la poesía.

No obstante, me quedo pensando si Kafka hubiera podido optar por otro tipo de transformación, que lo trascendiera.