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Columnista - 19 noviembre, 2014

El General en su ingenuidad

Nada más importante para el futuro de la paz que las declaraciones que dará el general Rubén Álzate, una vez recupere su libertad, explicándonos qué hacía un general de la República, un domingo por la tarde, sin escoltas, sin respetar los protocolos de seguridad, navegando en el río Atrato rumbo a una zona bajo control […]

Nada más importante para el futuro de la paz que las declaraciones que dará el general Rubén Álzate, una vez recupere su libertad, explicándonos qué hacía un general de la República, un domingo por la tarde, sin escoltas, sin respetar los protocolos de seguridad, navegando en el río Atrato rumbo a una zona bajo control guerrillero.
Si lo hizo ingenuamente debe ser destituido de inmediato por irresponsable; si fue parte de una labor de inteligencia, tendrá que contarle al país cuál era y por qué debía movilizarse en esas condiciones de vulnerabilidad exponiendo su vida o su libertad.
Por supuesto, los enemigos de la paz han aprovechado la circunstancia para volver a exigir el cese de los diálogos de La Habana, esperanzados en continuar la guerra hasta la derrota militar de las guerrillas, no importa cuántos años y cuántos muertos tome este objetivo delirante.
Hay que recordar que las partes aceptaron negociar en medio del conflicto. Que las Farc han pedido un cese al fuego bilateral; que el mismo senador Uribe Vélez ha exigido que este sea unilateral de la guerrilla, a sabiendas de su inviabilidad porque nadie se va a quedar con las manos cruzadas si lo atacan; pero el presidente Santos ha insistido en que la negociación debe continuar sin que paren los combates. Las razones las ha explicado en diversas oportunidades.
Antecedentes exitosos de este método inclemente de negociación existen en la historia reciente: Estados Unidos y Vietnam del Norte negociaron, en medio del conflicto, hasta la firma de los acuerdos de paz en París en 1973. Ninguna de las partes se levantó de la mesa a pesar de los terribles bombardeos a Hanoi o los devastadores ataques del Vietcong. La razón era muy simple: sin las conversaciones la guerra iba a continuar, en cambio estas eran la única posibilidad de acabarla.
Alfonso Cano, comandante de las Farc, fue dado de baja en medio de las negociaciones, lo mismo varios de sus comandantes sin que la guerrilla renunciará al proceso. Por eso, por muy doloroso y repudiable que sea el secuestro del general Álzate, cuya liberación debe ocurrir lo más pronto posible, el diálogo debe continuar.
No obstante, sería conveniente explorar la posibilidad de una tregua navideña, con posibilidad de convertirla en un cese del fuego permanente y bilateral hasta la firma de la paz. Nos ahorraríamos mucho sufrimiento y miles de muertos más de este conflicto interminable e innecesario.
Solo los que no tienen un hijo, un familiar o un amigo en el frente de batalla claman cobardemente por la continuación de esta confrontación de la que son apenas espectadores. Un buen gesto de paz de la guerrilla sería liberar de inmediato al general Álzate y a sus acompañantes.
[email protected]

Columnista
19 noviembre, 2014

El General en su ingenuidad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodolfo Quintero Romero

Nada más importante para el futuro de la paz que las declaraciones que dará el general Rubén Álzate, una vez recupere su libertad, explicándonos qué hacía un general de la República, un domingo por la tarde, sin escoltas, sin respetar los protocolos de seguridad, navegando en el río Atrato rumbo a una zona bajo control […]


Nada más importante para el futuro de la paz que las declaraciones que dará el general Rubén Álzate, una vez recupere su libertad, explicándonos qué hacía un general de la República, un domingo por la tarde, sin escoltas, sin respetar los protocolos de seguridad, navegando en el río Atrato rumbo a una zona bajo control guerrillero.
Si lo hizo ingenuamente debe ser destituido de inmediato por irresponsable; si fue parte de una labor de inteligencia, tendrá que contarle al país cuál era y por qué debía movilizarse en esas condiciones de vulnerabilidad exponiendo su vida o su libertad.
Por supuesto, los enemigos de la paz han aprovechado la circunstancia para volver a exigir el cese de los diálogos de La Habana, esperanzados en continuar la guerra hasta la derrota militar de las guerrillas, no importa cuántos años y cuántos muertos tome este objetivo delirante.
Hay que recordar que las partes aceptaron negociar en medio del conflicto. Que las Farc han pedido un cese al fuego bilateral; que el mismo senador Uribe Vélez ha exigido que este sea unilateral de la guerrilla, a sabiendas de su inviabilidad porque nadie se va a quedar con las manos cruzadas si lo atacan; pero el presidente Santos ha insistido en que la negociación debe continuar sin que paren los combates. Las razones las ha explicado en diversas oportunidades.
Antecedentes exitosos de este método inclemente de negociación existen en la historia reciente: Estados Unidos y Vietnam del Norte negociaron, en medio del conflicto, hasta la firma de los acuerdos de paz en París en 1973. Ninguna de las partes se levantó de la mesa a pesar de los terribles bombardeos a Hanoi o los devastadores ataques del Vietcong. La razón era muy simple: sin las conversaciones la guerra iba a continuar, en cambio estas eran la única posibilidad de acabarla.
Alfonso Cano, comandante de las Farc, fue dado de baja en medio de las negociaciones, lo mismo varios de sus comandantes sin que la guerrilla renunciará al proceso. Por eso, por muy doloroso y repudiable que sea el secuestro del general Álzate, cuya liberación debe ocurrir lo más pronto posible, el diálogo debe continuar.
No obstante, sería conveniente explorar la posibilidad de una tregua navideña, con posibilidad de convertirla en un cese del fuego permanente y bilateral hasta la firma de la paz. Nos ahorraríamos mucho sufrimiento y miles de muertos más de este conflicto interminable e innecesario.
Solo los que no tienen un hijo, un familiar o un amigo en el frente de batalla claman cobardemente por la continuación de esta confrontación de la que son apenas espectadores. Un buen gesto de paz de la guerrilla sería liberar de inmediato al general Álzate y a sus acompañantes.
[email protected]