Ahora que los ánimos parecen haberse atemperado, en confirmación de aquel viejo y conocido refrán que reza: “Después de la tempestad viene la calma”; hoy abordaremos el tema polémico por los monumentos que, en respetable opinión de muchos, constituyen una afrenta a ciertos sectores de la población y una alegoría a un pasado histórico ignominioso. […]
Ahora que los ánimos parecen haberse atemperado, en confirmación de aquel viejo y conocido refrán que reza: “Después de la tempestad viene la calma”; hoy abordaremos el tema polémico por los monumentos que, en respetable opinión de muchos, constituyen una afrenta a ciertos sectores de la población y una alegoría a un pasado histórico ignominioso.
Más allá de lo artístico, está el tema de lo que representa para los moradores del lugar, llámese metrópoli, ciudad o pueblo, el que en su suelo se erija un monumento de un personaje histórico, sea un conquistador, libertador, fundador o guerrero. La motivación que se tuvo para rendirle ese homenaje, que, como todo, muy seguramente tendrá sus claros y oscuros, pero que indudablemente tuvo un papel protagónico en desarrollo de unos hechos que marcaron la historia, y que se pretende exaltar.
Nos guste o no la idea, la historia hace parte del legado de una nación, es así como las pirámides de Egipto fueron erigidas por órdenes de faraones de distintas dinastías, no obstante, creemos que a nadie se le ha ocurrido, hasta donde tenemos noticia, destruirlas, por el contrario, las pirámides que se encuentran a 18 kilómetros de El Cairo son consideradas una de las maravillas, y son visitadas por cientos de miles de turistas de todo el mundo. Cierto es que las pirámides no representan ningún personaje en específico, pero no podemos olvidar que en ellas se sepultaron a los faraones para rendir homenaje a su memoria.
En este orden de ideas, es necesario hacernos la siguiente reflexión: ¿Al destruir o quitar el monumento de un conquistador, fundador, libertador o guerrero póngale el nombre que quiera, cambiaría per se nuestra historia? La respuesta es obvia, lo que sí está en nuestras manos cambiar es el futuro, del cual debemos ocuparnos con valor, energía y decisión.
De un pasado ignominioso podemos hacer un país próspero, diverso, incluyente, tolerante y resiliente, donde el pasado histórico sea nuestro punto de partida, pero no el ancla que nos impida abrazar un futuro esperanzador. Esta debería ser la conclusión de todo este debate.La frase de cierre: “La Constitución sigue vigente, pero no se aplica. Desde esa perspectiva, mi programa de gobierno es la Constitución y mis reformas no serían catalogadas de izquierda en Europa. Las necesidades de la sociedad colombiana no son la de construir el socialismo, sino construir democracia y paz, punto”: Gustavo Francisco Petro, en entrevista concedida a El Tiempo, el 19 de septiembre 2021.
Ahora que los ánimos parecen haberse atemperado, en confirmación de aquel viejo y conocido refrán que reza: “Después de la tempestad viene la calma”; hoy abordaremos el tema polémico por los monumentos que, en respetable opinión de muchos, constituyen una afrenta a ciertos sectores de la población y una alegoría a un pasado histórico ignominioso. […]
Ahora que los ánimos parecen haberse atemperado, en confirmación de aquel viejo y conocido refrán que reza: “Después de la tempestad viene la calma”; hoy abordaremos el tema polémico por los monumentos que, en respetable opinión de muchos, constituyen una afrenta a ciertos sectores de la población y una alegoría a un pasado histórico ignominioso.
Más allá de lo artístico, está el tema de lo que representa para los moradores del lugar, llámese metrópoli, ciudad o pueblo, el que en su suelo se erija un monumento de un personaje histórico, sea un conquistador, libertador, fundador o guerrero. La motivación que se tuvo para rendirle ese homenaje, que, como todo, muy seguramente tendrá sus claros y oscuros, pero que indudablemente tuvo un papel protagónico en desarrollo de unos hechos que marcaron la historia, y que se pretende exaltar.
Nos guste o no la idea, la historia hace parte del legado de una nación, es así como las pirámides de Egipto fueron erigidas por órdenes de faraones de distintas dinastías, no obstante, creemos que a nadie se le ha ocurrido, hasta donde tenemos noticia, destruirlas, por el contrario, las pirámides que se encuentran a 18 kilómetros de El Cairo son consideradas una de las maravillas, y son visitadas por cientos de miles de turistas de todo el mundo. Cierto es que las pirámides no representan ningún personaje en específico, pero no podemos olvidar que en ellas se sepultaron a los faraones para rendir homenaje a su memoria.
En este orden de ideas, es necesario hacernos la siguiente reflexión: ¿Al destruir o quitar el monumento de un conquistador, fundador, libertador o guerrero póngale el nombre que quiera, cambiaría per se nuestra historia? La respuesta es obvia, lo que sí está en nuestras manos cambiar es el futuro, del cual debemos ocuparnos con valor, energía y decisión.
De un pasado ignominioso podemos hacer un país próspero, diverso, incluyente, tolerante y resiliente, donde el pasado histórico sea nuestro punto de partida, pero no el ancla que nos impida abrazar un futuro esperanzador. Esta debería ser la conclusión de todo este debate.La frase de cierre: “La Constitución sigue vigente, pero no se aplica. Desde esa perspectiva, mi programa de gobierno es la Constitución y mis reformas no serían catalogadas de izquierda en Europa. Las necesidades de la sociedad colombiana no son la de construir el socialismo, sino construir democracia y paz, punto”: Gustavo Francisco Petro, en entrevista concedida a El Tiempo, el 19 de septiembre 2021.