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Columnista - 25 mayo, 2013

El futuro del Loperena

La tradición cultural, académica y socioeconómica de Valledupar en los últimos 70 años siempre ha estado ligada al Colegio Nacional Loperena, así hoy por fundamentos legales no tenga ese nombre, pero ese es su marketing.

Por Gonzalo Quiroz Martínez

La tradición cultural, académica y socioeconómica de Valledupar en los últimos 70 años siempre ha estado ligada al Colegio Nacional Loperena, así hoy por fundamentos legales no tenga ese nombre, pero ese es su marketing. 

El Loperena como cariñosamente se le llama, ya no es un establecimiento educativo exclusivamente de secundaria. Hoy tiene dos sedes de primaria que son la antigua escuela  Vicente Roig Villalba, ubicada en el barrio Novalito, donde contrasta su población escolar de estrato 1 y 2 con la opulencia del estrato  6. Además, no tiene condiciones locativas para un bienestar escolar.  La otra sede es la antigua Concentración Santo Domingo, ubicada en el barrio Sicarare, que alberga 1.400 estudiantes en dos jornadas. Estas sedes son el alimento poblacional de la secundaria.

Si bien es cierto que la construcción o edificio del Loperena es imponente e infunde respeto, además de que es un símbolo de los vallenatos, también es cierto que las buenas intenciones de haberlo convertido en monumento nacional y patrimonio cultural ha sido un karma para su mantenimiento y restauración. Es tan penosa la situación, que hasta para cambiar una teja hay que montar toda un proyecto que lo debe firmar un arquitecto restaurador y miles de consideraciones y trabas que el Ministerio de Cultura impone. De tal manera que un arreglo minúsculo que puede costar un millón de pesos, con las trabas y condiciones que se exigen se convierten fácilmente en 30 millones. Ante este panorama, el Loperena se va a caer y rogando a Dios que no haya estudiantes cuando eso ocurra.

No se puede desconocer también su desmejoramiento académico, ya no es como antes, como dicen nostálgicamente muchos de sus ilustres egresados, pero eso es recuperable y en esa dirección se esta trabajando, solo es que hay esperar dos o tres años para que vuelva a estar entre los 100 mejores del país como estuvo en el 2003. Hoy se encuentra en la posición 1620 y es la jornada de la tarde.

Construir un nuevo edificio con condiciones de lo que es un colegio del Siglo XXI, con instalaciones modernas y tecnológicas, que sea agradable y brinde bienestar es lo mejor que le puede ocurrir. El romanticismo de que si  se cambia de sitio ya no será  igual la formación, es absurdo pensar así. La pedagogía, su misión y academia la imponen y la desarrollan sus directivos, docentes y el compromiso de los estudiantes y padres de familia. El Loperena se llena donde lo pongan y su nombre seguirá siendo grande e ilustre. 

 

Columnista
25 mayo, 2013

El futuro del Loperena

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gonzalo E. Quiroz Martínez

La tradición cultural, académica y socioeconómica de Valledupar en los últimos 70 años siempre ha estado ligada al Colegio Nacional Loperena, así hoy por fundamentos legales no tenga ese nombre, pero ese es su marketing.


Por Gonzalo Quiroz Martínez

La tradición cultural, académica y socioeconómica de Valledupar en los últimos 70 años siempre ha estado ligada al Colegio Nacional Loperena, así hoy por fundamentos legales no tenga ese nombre, pero ese es su marketing. 

El Loperena como cariñosamente se le llama, ya no es un establecimiento educativo exclusivamente de secundaria. Hoy tiene dos sedes de primaria que son la antigua escuela  Vicente Roig Villalba, ubicada en el barrio Novalito, donde contrasta su población escolar de estrato 1 y 2 con la opulencia del estrato  6. Además, no tiene condiciones locativas para un bienestar escolar.  La otra sede es la antigua Concentración Santo Domingo, ubicada en el barrio Sicarare, que alberga 1.400 estudiantes en dos jornadas. Estas sedes son el alimento poblacional de la secundaria.

Si bien es cierto que la construcción o edificio del Loperena es imponente e infunde respeto, además de que es un símbolo de los vallenatos, también es cierto que las buenas intenciones de haberlo convertido en monumento nacional y patrimonio cultural ha sido un karma para su mantenimiento y restauración. Es tan penosa la situación, que hasta para cambiar una teja hay que montar toda un proyecto que lo debe firmar un arquitecto restaurador y miles de consideraciones y trabas que el Ministerio de Cultura impone. De tal manera que un arreglo minúsculo que puede costar un millón de pesos, con las trabas y condiciones que se exigen se convierten fácilmente en 30 millones. Ante este panorama, el Loperena se va a caer y rogando a Dios que no haya estudiantes cuando eso ocurra.

No se puede desconocer también su desmejoramiento académico, ya no es como antes, como dicen nostálgicamente muchos de sus ilustres egresados, pero eso es recuperable y en esa dirección se esta trabajando, solo es que hay esperar dos o tres años para que vuelva a estar entre los 100 mejores del país como estuvo en el 2003. Hoy se encuentra en la posición 1620 y es la jornada de la tarde.

Construir un nuevo edificio con condiciones de lo que es un colegio del Siglo XXI, con instalaciones modernas y tecnológicas, que sea agradable y brinde bienestar es lo mejor que le puede ocurrir. El romanticismo de que si  se cambia de sitio ya no será  igual la formación, es absurdo pensar así. La pedagogía, su misión y academia la imponen y la desarrollan sus directivos, docentes y el compromiso de los estudiantes y padres de familia. El Loperena se llena donde lo pongan y su nombre seguirá siendo grande e ilustre.