Alguien en Colombia, con conocimiento de causa, inmortalizó esta frase: “El que escruta gana”, sentencia que no ha perdido vigencia; la promiscuidad de nuestras elecciones produce asco, nuestro sistema electoral está concebido para el fraude, los que manejan el poder lo saben y por eso no han querido purificarlo porque sería para ellos como matar […]
Alguien en Colombia, con conocimiento de causa, inmortalizó esta frase: “El que escruta gana”, sentencia que no ha perdido vigencia; la promiscuidad de nuestras elecciones produce asco, nuestro sistema electoral está concebido para el fraude, los que manejan el poder lo saben y por eso no han querido purificarlo porque sería para ellos como matar la gallina de los huevos de oro; ni siquiera la Constituyente de 1991 tuvo las agallas para intentarlo. Ganarse unas elecciones con votos reales es casi un imposible matemático, la bulla financiera y la intromisión de la mafia cooptan el proceso.
En 1970, la Alianza Nacional Popular, ANAPO, grupo político que representaba al general Gustavo Rojas Pinilla, ganó las elecciones frente a Misael Pastrana Borrero, candidato oficial del llamado Frente Nacional. Rojas había sido defenestrado de la presidencia y encarcelado posteriormente, único presidente que ha sufrido tal sanción. Rojas despertaba el mismo fervor popular que hoy tiene Gustavo Petro; tan así era que Nacho Vives, de ese grupo, salió diputado por todas las asambleas del país; en esa época eso se podía.
Horas después de cerrarse los escrutinios, Rojas era el ganador absoluto pero el presidente de la república, Carlos Lleras Restrepo, se tomó militarmente al país con la orden de disparar a quiénes se encontraran en la calle después de las 8PM, única forma de evitar que el pueblo reivindicara un limpio triunfo conquistado en las urnas. Horas más tarde, de la rural y profunda Colombia surgieron los votos que le dieron el triunfo a Pastrana, torciéndole el pescuezo a la historia; se confirmó la cita de arriba con un autogolpe de Estado.
En ese entonces, no había tarjetones sino papeletas que los mismos aspirantes editaban. De aquí surgió el M-19, grupo pequeño burgués, no izquierdista como muchos creen, pero con claridad conceptual sobre lo que necesitaba Colombia; Rojas no era un revolucionario sino un conservador ortodoxo; ¿cuál era el temor? Las consecuencias de este fraude todos las conocemos: sangre derramada, odio, represión, procesos judiciales, juicios de valores, marginalidad social y económica, corrupción y más fraudes.
En 1994 juega otro Pastrana, hijo del primero, signo apocalíptico de la política, frente a Ernesto Samper, dos fuerzas equilibradas política y financieramente. Para entonces ya el narcotráfico estaba insertado en las decisiones del Estado y se discutía la extradición de nacionales. A Samper, después de su victoria, se le acusó de haber recibido financiación de un grupo conocido como “el cartel de Cali”, y por el cual se le inició un juicio político llamado proceso 8.000 por su radicación judicial. Samper se defendió diciendo que eso había ocurrido a sus espaldas pero la cuerda se reventó en el nivel de los mandos medios y terceros, los puntas de lanza de su campaña.
Dicen que la historia se repite en espiral; lo que está ocurriendo con las grabaciones publicadas, es un clon superlativo del 8.000, que involucrarían a Duque recibiendo ayudas de otro cartel mucho más sofisticado y poderoso, con brazos armado, político, narco paramilitar, delincuentes comunes y empresarios, las “gentes de bien”.
Igual ahora, a sus integrantes nadie los conoce pese a evidentes imágenes visuales muy emotivas y de mucha confianza, pero que solo querían un suvenir, una foto de campaña.
Alguien en Colombia, con conocimiento de causa, inmortalizó esta frase: “El que escruta gana”, sentencia que no ha perdido vigencia; la promiscuidad de nuestras elecciones produce asco, nuestro sistema electoral está concebido para el fraude, los que manejan el poder lo saben y por eso no han querido purificarlo porque sería para ellos como matar […]
Alguien en Colombia, con conocimiento de causa, inmortalizó esta frase: “El que escruta gana”, sentencia que no ha perdido vigencia; la promiscuidad de nuestras elecciones produce asco, nuestro sistema electoral está concebido para el fraude, los que manejan el poder lo saben y por eso no han querido purificarlo porque sería para ellos como matar la gallina de los huevos de oro; ni siquiera la Constituyente de 1991 tuvo las agallas para intentarlo. Ganarse unas elecciones con votos reales es casi un imposible matemático, la bulla financiera y la intromisión de la mafia cooptan el proceso.
En 1970, la Alianza Nacional Popular, ANAPO, grupo político que representaba al general Gustavo Rojas Pinilla, ganó las elecciones frente a Misael Pastrana Borrero, candidato oficial del llamado Frente Nacional. Rojas había sido defenestrado de la presidencia y encarcelado posteriormente, único presidente que ha sufrido tal sanción. Rojas despertaba el mismo fervor popular que hoy tiene Gustavo Petro; tan así era que Nacho Vives, de ese grupo, salió diputado por todas las asambleas del país; en esa época eso se podía.
Horas después de cerrarse los escrutinios, Rojas era el ganador absoluto pero el presidente de la república, Carlos Lleras Restrepo, se tomó militarmente al país con la orden de disparar a quiénes se encontraran en la calle después de las 8PM, única forma de evitar que el pueblo reivindicara un limpio triunfo conquistado en las urnas. Horas más tarde, de la rural y profunda Colombia surgieron los votos que le dieron el triunfo a Pastrana, torciéndole el pescuezo a la historia; se confirmó la cita de arriba con un autogolpe de Estado.
En ese entonces, no había tarjetones sino papeletas que los mismos aspirantes editaban. De aquí surgió el M-19, grupo pequeño burgués, no izquierdista como muchos creen, pero con claridad conceptual sobre lo que necesitaba Colombia; Rojas no era un revolucionario sino un conservador ortodoxo; ¿cuál era el temor? Las consecuencias de este fraude todos las conocemos: sangre derramada, odio, represión, procesos judiciales, juicios de valores, marginalidad social y económica, corrupción y más fraudes.
En 1994 juega otro Pastrana, hijo del primero, signo apocalíptico de la política, frente a Ernesto Samper, dos fuerzas equilibradas política y financieramente. Para entonces ya el narcotráfico estaba insertado en las decisiones del Estado y se discutía la extradición de nacionales. A Samper, después de su victoria, se le acusó de haber recibido financiación de un grupo conocido como “el cartel de Cali”, y por el cual se le inició un juicio político llamado proceso 8.000 por su radicación judicial. Samper se defendió diciendo que eso había ocurrido a sus espaldas pero la cuerda se reventó en el nivel de los mandos medios y terceros, los puntas de lanza de su campaña.
Dicen que la historia se repite en espiral; lo que está ocurriendo con las grabaciones publicadas, es un clon superlativo del 8.000, que involucrarían a Duque recibiendo ayudas de otro cartel mucho más sofisticado y poderoso, con brazos armado, político, narco paramilitar, delincuentes comunes y empresarios, las “gentes de bien”.
Igual ahora, a sus integrantes nadie los conoce pese a evidentes imágenes visuales muy emotivas y de mucha confianza, pero que solo querían un suvenir, una foto de campaña.