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Editorial - 21 mayo, 2019

El fracaso de Provalledupar

En la reciente visita de abril el ministro de Comercio, Industria y Turismo, José Manuel Restrepo, hacía ver que la promoción que se hacía de Valledupar correspondía al Festival Vallenato, certamen que en condiciones normales no requería mayor divulgación, ya que al ser un producto reconocido y valorado se vendía solo.

En la reciente visita de abril el ministro de Comercio, Industria y Turismo, José Manuel Restrepo, hacía ver que la promoción que se hacía de Valledupar correspondía al Festival Vallenato, certamen que en condiciones normales no requería mayor divulgación, ya que al ser un producto reconocido y valorado se vendía solo.

Desafiaba a los vallenatos, participantes de la iniciativa de la Mesa Naranja (una iniciativa que arrancó el 15 de junio del año pasado, en la sede de La Andina, El PILÓN, la Fundación Universitaria del Área Andina, el Festival de La Quinta, la Feria Caramanchel, Comfacesar, la Fundación del Festival, El Tiempo Caribe, emprendedores, entre otros), a visibilizar los otros atributos y atracciones de la región, y de su epicentro Valledupar, con mucha energía y creatividad al tiempo que se desarrollaban los productos de calidad a ofrecer. Promocionen y desarrollen producto, fue su enfático llamado.

Planteábamos la necesidad de ir más allá y hacer ver que no debíamos solo mirar al turista, sino que para desarrollar producto atractivo había que inducir nuevas inversiones nacionales e internacionales en el Cesar. Estas no se debían limitar a ese sector de turismo y empresas culturales relacionadas (hoteles, restaurantes, ferias, museos o infraestructuras en vías, balnearios o referentes musicales), sino que debían ampliarse a todos los ámbitos de empresas y negocios, como requisito en la generación de ingreso y empleos para absorber la migración venezolana y superar la llamativa pobreza, con indicadores peores de los promedios nacionales.

Por ese camino llegamos al punto de preguntarnos qué había pasado con ProValledupar, esa iniciativa que se esbozó por reclamo ciudadano en el gobierno de Fredys Socarrás y que se estructuró, con el Concejo, y puso en operación, la administración Ramírez Uhía. Aun recordamos aquella visita de Alejandro Char, alcalde de Barranquilla, en su primer mandato, y Tatiana Orozco, entonces directora de ProBarranquila, y el foro en el auditorio de La Andina, de la que surgió el compromiso de Socarrás.

Algunos animados empresarios de los sectores minero, comercial y de la construcción manifestaron su disposición de aportar recursos para constituir de inmediato el instrumento de promoción. Pero se acogió el camino para ProValledupar de la creación, administración, presupuesto y dirección oficial. Sin participación del sector privado en su capital y orientación. Y, salvo algunas actividades, con la duración de los fuegos artificiales, sin pena ni gloria, manejada por la Alcaldía y funcionarios, sin la empresa privada (a diferencia de todas las agencias de promoción reconocidas en el país), sin visibilidad ni liderazgo, fue postrada al fracaso. Y aunque la ausencia privada fue causa sustancial tampoco el Gobierno se metió la mano al dril.

El municipio, y el departamento, invierten en la ciudad, en visibles obras materiales decenas de miles de millones de pesos y no invierten una suma significativa, por ejemplo el 10 % de ellas, para, con la organización y la promoción requeridas, darlas a conocer a la nación y al mundo, como ha venido haciendo La Arenosa con inspiradores videos, divulgados masivamente en todos los medios y redes sociales como “Barranquilla se mueve”.

Hay la oportunidad de resucitar a un instrumento vital para alcanzar el progreso y la superación de la pobreza y el desempleo como ProValledupar.

Editorial
21 mayo, 2019

El fracaso de Provalledupar

En la reciente visita de abril el ministro de Comercio, Industria y Turismo, José Manuel Restrepo, hacía ver que la promoción que se hacía de Valledupar correspondía al Festival Vallenato, certamen que en condiciones normales no requería mayor divulgación, ya que al ser un producto reconocido y valorado se vendía solo.


En la reciente visita de abril el ministro de Comercio, Industria y Turismo, José Manuel Restrepo, hacía ver que la promoción que se hacía de Valledupar correspondía al Festival Vallenato, certamen que en condiciones normales no requería mayor divulgación, ya que al ser un producto reconocido y valorado se vendía solo.

Desafiaba a los vallenatos, participantes de la iniciativa de la Mesa Naranja (una iniciativa que arrancó el 15 de junio del año pasado, en la sede de La Andina, El PILÓN, la Fundación Universitaria del Área Andina, el Festival de La Quinta, la Feria Caramanchel, Comfacesar, la Fundación del Festival, El Tiempo Caribe, emprendedores, entre otros), a visibilizar los otros atributos y atracciones de la región, y de su epicentro Valledupar, con mucha energía y creatividad al tiempo que se desarrollaban los productos de calidad a ofrecer. Promocionen y desarrollen producto, fue su enfático llamado.

Planteábamos la necesidad de ir más allá y hacer ver que no debíamos solo mirar al turista, sino que para desarrollar producto atractivo había que inducir nuevas inversiones nacionales e internacionales en el Cesar. Estas no se debían limitar a ese sector de turismo y empresas culturales relacionadas (hoteles, restaurantes, ferias, museos o infraestructuras en vías, balnearios o referentes musicales), sino que debían ampliarse a todos los ámbitos de empresas y negocios, como requisito en la generación de ingreso y empleos para absorber la migración venezolana y superar la llamativa pobreza, con indicadores peores de los promedios nacionales.

Por ese camino llegamos al punto de preguntarnos qué había pasado con ProValledupar, esa iniciativa que se esbozó por reclamo ciudadano en el gobierno de Fredys Socarrás y que se estructuró, con el Concejo, y puso en operación, la administración Ramírez Uhía. Aun recordamos aquella visita de Alejandro Char, alcalde de Barranquilla, en su primer mandato, y Tatiana Orozco, entonces directora de ProBarranquila, y el foro en el auditorio de La Andina, de la que surgió el compromiso de Socarrás.

Algunos animados empresarios de los sectores minero, comercial y de la construcción manifestaron su disposición de aportar recursos para constituir de inmediato el instrumento de promoción. Pero se acogió el camino para ProValledupar de la creación, administración, presupuesto y dirección oficial. Sin participación del sector privado en su capital y orientación. Y, salvo algunas actividades, con la duración de los fuegos artificiales, sin pena ni gloria, manejada por la Alcaldía y funcionarios, sin la empresa privada (a diferencia de todas las agencias de promoción reconocidas en el país), sin visibilidad ni liderazgo, fue postrada al fracaso. Y aunque la ausencia privada fue causa sustancial tampoco el Gobierno se metió la mano al dril.

El municipio, y el departamento, invierten en la ciudad, en visibles obras materiales decenas de miles de millones de pesos y no invierten una suma significativa, por ejemplo el 10 % de ellas, para, con la organización y la promoción requeridas, darlas a conocer a la nación y al mundo, como ha venido haciendo La Arenosa con inspiradores videos, divulgados masivamente en todos los medios y redes sociales como “Barranquilla se mueve”.

Hay la oportunidad de resucitar a un instrumento vital para alcanzar el progreso y la superación de la pobreza y el desempleo como ProValledupar.