“Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Hechos 4,20. Existen dos relatos bíblicos con casi dos meses de diferencia. El primer relato, en San Mateo 26, es donde Pedro negó a Jesús tres veces: “Antes que cante el gallo, me negarás tres veces”. El segundo relato, en San Juan 21, […]
“Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Hechos 4,20.
Existen dos relatos bíblicos con casi dos meses de diferencia. El primer relato, en San Mateo 26, es donde Pedro negó a Jesús tres veces: “Antes que cante el gallo, me negarás tres veces”. El segundo relato, en San Juan 21, es cuando Jesús resucitado se aparece a siete de sus discípulos, junto al Mar de Tiberias. Allí, Pedro es confrontado nuevamente y también en tres ocasiones debe confesar que es un seguidor de Cristo.
Frente a estos dos textos, nos costaría creer que se trata de la misma persona. Las circunstancias son prácticamente iguales; en ambos incidentes el personaje fue confrontado y tuvo la oportunidad de confesar que era seguidor de Cristo. No obstante, en la primera escena vemos a un Pedro miedoso, atemorizado por las posibles consecuencias de afirmar que era discípulo de Jesús; angustiado y temeroso optó por la mentira, negando en tres momentos, con la vehemencia del acorralado, que alguna vez hubiera estado con el Maestro de Galilea.
En la segunda escena, la transformación de Pedro es absoluta. Había bebido el trago amargo de las consecuencias de la negación. Una inconsolable tristeza y profunda desilusión se habían apoderado de su alma. Seguramente se sintió descalificado y creyó que todos los sueños de ser parte de un colectivo mayor e incluyente que había iniciado el Cristo, estaban muertos. La profundidad de su caída, no obstante, preparó el camino para su asombrosa recuperación después de la ascensión de Cristo. Ese nuevo encuentro que tuvo con Jesús desató todo el potencial que había en él, demostrando que Dios no se había equivocado al incluirlo, pese a sus falencias, en el selecto grupo de los doce.
Aquí, Jesús devuelve a Pedro el honor de llevar a cabo la extraordinaria comisión de “apacentar sus ovejas” de acuerdo con el llamamiento inicial que le había hecho de convertirse en pescador de hombres. Dicho acto nos resulta extraño, dado que estamos muy acostumbrados a evaluar a las personas en función de sus logros. En cualquier dependencia de Talento Humano, alguien que hubiera pasado por una experiencia similar a la de Pedro, seguramente sería descartado en forma definitiva. Pero, Cristo revela en esta ocasión, una de las más grandes verdades del Evangelio: ¡Nuestros fracasos no condicionan los proyectos de Dios! En otras palabras, Jesús le dice al desilusionado Pedro: ¡Levántate, yo sigo creyendo en ti!
La lección fue aprendida y los resultados se dieron, al inicio de su ministerio, intimidado y confrontado otra vez por el Sanedrín, demuestra su valentía. Allí su respuesta fue audaz, proclamando con vigor que no tenía intención de retomar el camino que cobardemente había abrazado en aquella primera ocasión: el silencio o la negación.
Amados amigos lectores, el corolario es: Lo que mantiene en pie el proyecto del Señor para nuestra vida no es nuestra propia fidelidad, sino la fidelidad de aquel que nos ha llamado. Es solamente cuando descubrimos cuán profunda es la gracia de Dios, que podemos alcanzar nuestro potencial en Cristo, repleto de nuevas y extraordinarias oportunidades.
Nadie podrá entender mejor esto que aquellos que, como yo, han experimentado los fracasos más desgarradores. Jamás conoceremos el barro, a menos que hayamos sido derribados. Nunca sabremos que Dios es todo lo que necesitamos, hasta que Dios sea todo lo que tenemos. Recuerda: “Nuevas son cada mañana sus misericordias”. Adelante, no permitas que los errores y fracasos nublen tu proyecto de vida. Abrazos y muchas bendiciones…
“Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Hechos 4,20. Existen dos relatos bíblicos con casi dos meses de diferencia. El primer relato, en San Mateo 26, es donde Pedro negó a Jesús tres veces: “Antes que cante el gallo, me negarás tres veces”. El segundo relato, en San Juan 21, […]
“Porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído”. Hechos 4,20.
Existen dos relatos bíblicos con casi dos meses de diferencia. El primer relato, en San Mateo 26, es donde Pedro negó a Jesús tres veces: “Antes que cante el gallo, me negarás tres veces”. El segundo relato, en San Juan 21, es cuando Jesús resucitado se aparece a siete de sus discípulos, junto al Mar de Tiberias. Allí, Pedro es confrontado nuevamente y también en tres ocasiones debe confesar que es un seguidor de Cristo.
Frente a estos dos textos, nos costaría creer que se trata de la misma persona. Las circunstancias son prácticamente iguales; en ambos incidentes el personaje fue confrontado y tuvo la oportunidad de confesar que era seguidor de Cristo. No obstante, en la primera escena vemos a un Pedro miedoso, atemorizado por las posibles consecuencias de afirmar que era discípulo de Jesús; angustiado y temeroso optó por la mentira, negando en tres momentos, con la vehemencia del acorralado, que alguna vez hubiera estado con el Maestro de Galilea.
En la segunda escena, la transformación de Pedro es absoluta. Había bebido el trago amargo de las consecuencias de la negación. Una inconsolable tristeza y profunda desilusión se habían apoderado de su alma. Seguramente se sintió descalificado y creyó que todos los sueños de ser parte de un colectivo mayor e incluyente que había iniciado el Cristo, estaban muertos. La profundidad de su caída, no obstante, preparó el camino para su asombrosa recuperación después de la ascensión de Cristo. Ese nuevo encuentro que tuvo con Jesús desató todo el potencial que había en él, demostrando que Dios no se había equivocado al incluirlo, pese a sus falencias, en el selecto grupo de los doce.
Aquí, Jesús devuelve a Pedro el honor de llevar a cabo la extraordinaria comisión de “apacentar sus ovejas” de acuerdo con el llamamiento inicial que le había hecho de convertirse en pescador de hombres. Dicho acto nos resulta extraño, dado que estamos muy acostumbrados a evaluar a las personas en función de sus logros. En cualquier dependencia de Talento Humano, alguien que hubiera pasado por una experiencia similar a la de Pedro, seguramente sería descartado en forma definitiva. Pero, Cristo revela en esta ocasión, una de las más grandes verdades del Evangelio: ¡Nuestros fracasos no condicionan los proyectos de Dios! En otras palabras, Jesús le dice al desilusionado Pedro: ¡Levántate, yo sigo creyendo en ti!
La lección fue aprendida y los resultados se dieron, al inicio de su ministerio, intimidado y confrontado otra vez por el Sanedrín, demuestra su valentía. Allí su respuesta fue audaz, proclamando con vigor que no tenía intención de retomar el camino que cobardemente había abrazado en aquella primera ocasión: el silencio o la negación.
Amados amigos lectores, el corolario es: Lo que mantiene en pie el proyecto del Señor para nuestra vida no es nuestra propia fidelidad, sino la fidelidad de aquel que nos ha llamado. Es solamente cuando descubrimos cuán profunda es la gracia de Dios, que podemos alcanzar nuestro potencial en Cristo, repleto de nuevas y extraordinarias oportunidades.
Nadie podrá entender mejor esto que aquellos que, como yo, han experimentado los fracasos más desgarradores. Jamás conoceremos el barro, a menos que hayamos sido derribados. Nunca sabremos que Dios es todo lo que necesitamos, hasta que Dios sea todo lo que tenemos. Recuerda: “Nuevas son cada mañana sus misericordias”. Adelante, no permitas que los errores y fracasos nublen tu proyecto de vida. Abrazos y muchas bendiciones…