Mauricio Cárdenas, exministro de Hacienda, escritor del libro ‘Cómo avanza Colombia’ y actual precandidato presidencial, dialogó con EL PILÓN sobre su obra y aspiraciones para llegar a la Casa de Nariño.
Es una reflexión sobre cómo Colombia ha logrado salir adelante a pesar de las dificultades, cómo supera los problemas y logra convertirse en un modelo a seguir. Muchas veces desde el exterior se ve a Colombia como un caso positivo y emblemático en ciertas áreas de la política y aquí aún no nos damos cuenta de esto.
Hablo de lo positivo, porque hay mucho pesimismo en este momento, lo que puede confundirnos, hacernos tomar malas decisiones, irnos por la vía de los caudillos y populismo.
No todo está perdido, Colombia puede superar los problemas que tiene, siempre y cuando se lo proponga, utilice buenos métodos y elija gobernantes que no acudan a la intuición, sino que consulten la evidencia, el conocimiento y experiencias de otros países. Mi libro es un antídoto contra el populismo.
Pasamos de ser un fracaso en cuanto a carreteras, a ser el país que está construyendo más que cualquier otro en Latinoamérica; éramos un país que no lograba disminuir la informalidad y antes de la pandemia este índice bajó; no teníamos éxito en la lucha contra la evasión de impuestos y ya se han dado pasos importantes en este tema; no había avances en materia deportiva y hoy los deportistas se destacan en las competencias internacionales, aclarando que tampoco somos potencia.
Algunas áreas en las que no éramos buenos, hoy ya hemos mejorado y sobre eso debemos derivar algunas lecciones.
El vaso se está llenando lentamente. Hay personas que en medio de la crisis quieren romper el vaso y comenzar de nuevo. El proceso es lento y con esfuerzos, no es con promesas efectistas que puedan cautivar al electorado pero que al final no resolverán ningún problema.
Sí, en un momento de crisis donde tenemos desempleo, corrupción, inseguridad, pobreza, etc., todas al tiempo generan mucho pesimismo, entonces se diría que el país no funciona, que todo está mal por lo que hay que hacer un borrón y cuenta nueva, reiniciar el sistema y empezar de cero.
Ahí entran los caudillos dando una explicación sencilla, afirmando que el país está mal gobernado y está manejado por un grupo que se debe cambiar. Este tipo de personas lo que hacen es prometer cosas para luego generar frustraciones.
Debemos seguir construyendo con nuevas reglas, un nuevo marco mental o modelo, pero siempre seguir edificando sobre la base de las cosas que se han hecho bien.
No se puede hacer todo al mismo tiempo porque el capital político es escaso y se agota muy rápido, por esto no se puede improvisar, hay que llegar al gobierno con una ruta clara; se requiere mucha experiencia, nadie debe llegar a la Presidencia a aprender.
Hay que insistir, uno de los ejemplos que doy en el libro es sobre la evasión de impuestos. Muchas veces se rechazó la penalización del impuesto y solo después de 2016, coincidiendo con los ‘Panama Papers’, se logró el objetivo. No se puede tirar la toalla.
A las bebidas azucaradas debemos gravarlas para mejorar la salud de los colombianos, sin embargo no se ha podido, pero llegará el día porque es lo que conviene desde el punto de vista saludable. Hay que ponerse metas grandes así el proyecto demore varios años.
¿Es más popular lo instantáneo?
Sin lugar a dudas, es más popular y gratificante cortar cintas, sin embargo este no es el avance de un país. El avance es la construcción de un marco institucional, de unas reglas de juego y de unas estructuras que permitan progresar y edificar el crecimiento.
Las personas que tenemos capacidad técnica debemos expresar las ideas con claridad, de forma que la sociedad las entienda y las asimile, porque un buen técnico es capaz de decir las cosas en los términos más sencillos y mi libro es un ejemplo de ello.
Entre estos aspirantes populares encontramos a Gustavo Petro, que propone imprimir billetes para darle plata a la gente, no cobrar peajes para que la infraestructura la haga el Gobierno y no la inversión privada; todo esto suena atractivo porque nadie quiere pagar peajes y todos quieren recibir dinero, pero, ¿resolverá esto los problemas de Colombia? Mi respuesta es un categórico no.
Donde sí vamos a discrepar con los políticos tradicionales son las promesas que no se pueden cumplir y que seducen a la gente, pero luego los hace sentir engañados.
El país sabe que a veces debe tomarse una píldora un poco amarga para poder avanzar. La píldora que deja este gobierno es el déficit fiscal más grande de toda la historia; para el año entrante está programado que será de 70 billones de pesos, lo que significa el 7 % del PIB, lo que causará que el próximo gobierno deba ser austero y tenga que recortar gasto. Si no se aprieta el cinturón viene una crisis más profunda.
Va a ser impopular en las decisiones y popular en los resultados, porque si se hacen las cosas bien el país coge más fuerza y dinámica. Si se elige una persona seria, experimentada y que tome decisiones correctas, Colombia va a ser un oasis en Latinoamérica, porque el resto de países van a estar gobernados por los extremos.
Capacitación, los empleadores se quejan de no encontrar la mano de obra que necesitan. El país tiene un problema serio en formación técnica y tecnológica, no tanto de carreras universitarias. Lo primero que se debe hacer es aumentar los cupos en esta formación y que posteriormente se le dé la posibilidad de culminar el ciclo universitario, con esto me refiero que al año o dos ya tenga la posibilidad de encontrar empleo.
Por otro lado, a los empleadores hay que abaratarles las nóminas. Yo fui quien quitó el aporte a la salud, al ICBF y al Sena, hay que seguir por ese camino; pero sobre todo hay que darle un apoyo al empleador que contrate un trabajador de salario mínimo, gestionar un subsidio del Gobierno nacional por lo menos durante dos años después de esta crisis.
Requiere dos cosas. La primera es que seguimos viviendo bajo amenaza de la ilegalidad en muchas zonas donde el Estado está ausente; se debe controlar todo el territorio y no desde la fuerza pública sino por la presencia en inversiones de acueducto, vías, escuelas, puestos de salud, etc. Estos municipios abandonados hay que volverlos el foco de la inversión pública.
Mi propuesta es que el o la vicepresidente sea a su vez el gerente de los proyectos PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial) y que tenga bajo su mando a 16 gerentes de primer nivel, que son los encargados de manejar los 170 municipios pertenecientes a este, para crear institucionalidad en estos lugares.
Lo segundo es la tecnología, porque seguimos estando muy atrás en materia tecnológica y hoy hay sistemas mucho más sofisticados, especialmente en las ciudades, para prevenir los delitos con inteligencia artificial. Y podemos sumar, liberar de oficios innecesarios a la Policía, como el pico y placa.
Es el gran problema, porque el país ha perdido legitimidad; esto también se puede combatir con tecnología. Se necesita más información para que sea la ciudadanía quien vigile antes que la Procuraduría y Contraloría.
Todo contrato que se realice desde el nivel nacional hasta el municipal debe estar en línea para que sea consultado por cualquier ciudadano.
Sin duda alguna, la clase política ha perdido credibilidad y por eso surgen estos caudillos que cautivan la opinión con el rechazo al sistema. Ellos tienen una ventaja, por eso el reto es hacer el cambio sin patear la mesa, conservar lo bueno y reformar lo malo.
La institucionalidad política está propensa a la corrupción. Si se hacen las cosas con pragmatismo lograremos conservar las cosas buenas, en cambio empezar de cero significa llevarse por delante lo bueno y lo malo.
Estoy en un proceso en el que busco unir a sectores políticos. El partido Conservador no ofreció oportunidades de debate, se tomó una decisión prematura, muy poco participativa, nos cerró las puertas, por lo que estoy en búsqueda de otros sectores políticos.
Yo estoy viendo quién acoge estas ideas y donde vea más afinidad ahí estaré. Obviamente no lo haré con la extrema derecha o izquierda, ambos son populistas y estos quieren basar las elecciones en el miedo y el odio.
Por Deivis Caro EL PILÓN.
Mauricio Cárdenas, exministro de Hacienda, escritor del libro ‘Cómo avanza Colombia’ y actual precandidato presidencial, dialogó con EL PILÓN sobre su obra y aspiraciones para llegar a la Casa de Nariño.
Es una reflexión sobre cómo Colombia ha logrado salir adelante a pesar de las dificultades, cómo supera los problemas y logra convertirse en un modelo a seguir. Muchas veces desde el exterior se ve a Colombia como un caso positivo y emblemático en ciertas áreas de la política y aquí aún no nos damos cuenta de esto.
Hablo de lo positivo, porque hay mucho pesimismo en este momento, lo que puede confundirnos, hacernos tomar malas decisiones, irnos por la vía de los caudillos y populismo.
No todo está perdido, Colombia puede superar los problemas que tiene, siempre y cuando se lo proponga, utilice buenos métodos y elija gobernantes que no acudan a la intuición, sino que consulten la evidencia, el conocimiento y experiencias de otros países. Mi libro es un antídoto contra el populismo.
Pasamos de ser un fracaso en cuanto a carreteras, a ser el país que está construyendo más que cualquier otro en Latinoamérica; éramos un país que no lograba disminuir la informalidad y antes de la pandemia este índice bajó; no teníamos éxito en la lucha contra la evasión de impuestos y ya se han dado pasos importantes en este tema; no había avances en materia deportiva y hoy los deportistas se destacan en las competencias internacionales, aclarando que tampoco somos potencia.
Algunas áreas en las que no éramos buenos, hoy ya hemos mejorado y sobre eso debemos derivar algunas lecciones.
El vaso se está llenando lentamente. Hay personas que en medio de la crisis quieren romper el vaso y comenzar de nuevo. El proceso es lento y con esfuerzos, no es con promesas efectistas que puedan cautivar al electorado pero que al final no resolverán ningún problema.
Sí, en un momento de crisis donde tenemos desempleo, corrupción, inseguridad, pobreza, etc., todas al tiempo generan mucho pesimismo, entonces se diría que el país no funciona, que todo está mal por lo que hay que hacer un borrón y cuenta nueva, reiniciar el sistema y empezar de cero.
Ahí entran los caudillos dando una explicación sencilla, afirmando que el país está mal gobernado y está manejado por un grupo que se debe cambiar. Este tipo de personas lo que hacen es prometer cosas para luego generar frustraciones.
Debemos seguir construyendo con nuevas reglas, un nuevo marco mental o modelo, pero siempre seguir edificando sobre la base de las cosas que se han hecho bien.
No se puede hacer todo al mismo tiempo porque el capital político es escaso y se agota muy rápido, por esto no se puede improvisar, hay que llegar al gobierno con una ruta clara; se requiere mucha experiencia, nadie debe llegar a la Presidencia a aprender.
Hay que insistir, uno de los ejemplos que doy en el libro es sobre la evasión de impuestos. Muchas veces se rechazó la penalización del impuesto y solo después de 2016, coincidiendo con los ‘Panama Papers’, se logró el objetivo. No se puede tirar la toalla.
A las bebidas azucaradas debemos gravarlas para mejorar la salud de los colombianos, sin embargo no se ha podido, pero llegará el día porque es lo que conviene desde el punto de vista saludable. Hay que ponerse metas grandes así el proyecto demore varios años.
¿Es más popular lo instantáneo?
Sin lugar a dudas, es más popular y gratificante cortar cintas, sin embargo este no es el avance de un país. El avance es la construcción de un marco institucional, de unas reglas de juego y de unas estructuras que permitan progresar y edificar el crecimiento.
Las personas que tenemos capacidad técnica debemos expresar las ideas con claridad, de forma que la sociedad las entienda y las asimile, porque un buen técnico es capaz de decir las cosas en los términos más sencillos y mi libro es un ejemplo de ello.
Entre estos aspirantes populares encontramos a Gustavo Petro, que propone imprimir billetes para darle plata a la gente, no cobrar peajes para que la infraestructura la haga el Gobierno y no la inversión privada; todo esto suena atractivo porque nadie quiere pagar peajes y todos quieren recibir dinero, pero, ¿resolverá esto los problemas de Colombia? Mi respuesta es un categórico no.
Donde sí vamos a discrepar con los políticos tradicionales son las promesas que no se pueden cumplir y que seducen a la gente, pero luego los hace sentir engañados.
El país sabe que a veces debe tomarse una píldora un poco amarga para poder avanzar. La píldora que deja este gobierno es el déficit fiscal más grande de toda la historia; para el año entrante está programado que será de 70 billones de pesos, lo que significa el 7 % del PIB, lo que causará que el próximo gobierno deba ser austero y tenga que recortar gasto. Si no se aprieta el cinturón viene una crisis más profunda.
Va a ser impopular en las decisiones y popular en los resultados, porque si se hacen las cosas bien el país coge más fuerza y dinámica. Si se elige una persona seria, experimentada y que tome decisiones correctas, Colombia va a ser un oasis en Latinoamérica, porque el resto de países van a estar gobernados por los extremos.
Capacitación, los empleadores se quejan de no encontrar la mano de obra que necesitan. El país tiene un problema serio en formación técnica y tecnológica, no tanto de carreras universitarias. Lo primero que se debe hacer es aumentar los cupos en esta formación y que posteriormente se le dé la posibilidad de culminar el ciclo universitario, con esto me refiero que al año o dos ya tenga la posibilidad de encontrar empleo.
Por otro lado, a los empleadores hay que abaratarles las nóminas. Yo fui quien quitó el aporte a la salud, al ICBF y al Sena, hay que seguir por ese camino; pero sobre todo hay que darle un apoyo al empleador que contrate un trabajador de salario mínimo, gestionar un subsidio del Gobierno nacional por lo menos durante dos años después de esta crisis.
Requiere dos cosas. La primera es que seguimos viviendo bajo amenaza de la ilegalidad en muchas zonas donde el Estado está ausente; se debe controlar todo el territorio y no desde la fuerza pública sino por la presencia en inversiones de acueducto, vías, escuelas, puestos de salud, etc. Estos municipios abandonados hay que volverlos el foco de la inversión pública.
Mi propuesta es que el o la vicepresidente sea a su vez el gerente de los proyectos PDET (Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial) y que tenga bajo su mando a 16 gerentes de primer nivel, que son los encargados de manejar los 170 municipios pertenecientes a este, para crear institucionalidad en estos lugares.
Lo segundo es la tecnología, porque seguimos estando muy atrás en materia tecnológica y hoy hay sistemas mucho más sofisticados, especialmente en las ciudades, para prevenir los delitos con inteligencia artificial. Y podemos sumar, liberar de oficios innecesarios a la Policía, como el pico y placa.
Es el gran problema, porque el país ha perdido legitimidad; esto también se puede combatir con tecnología. Se necesita más información para que sea la ciudadanía quien vigile antes que la Procuraduría y Contraloría.
Todo contrato que se realice desde el nivel nacional hasta el municipal debe estar en línea para que sea consultado por cualquier ciudadano.
Sin duda alguna, la clase política ha perdido credibilidad y por eso surgen estos caudillos que cautivan la opinión con el rechazo al sistema. Ellos tienen una ventaja, por eso el reto es hacer el cambio sin patear la mesa, conservar lo bueno y reformar lo malo.
La institucionalidad política está propensa a la corrupción. Si se hacen las cosas con pragmatismo lograremos conservar las cosas buenas, en cambio empezar de cero significa llevarse por delante lo bueno y lo malo.
Estoy en un proceso en el que busco unir a sectores políticos. El partido Conservador no ofreció oportunidades de debate, se tomó una decisión prematura, muy poco participativa, nos cerró las puertas, por lo que estoy en búsqueda de otros sectores políticos.
Yo estoy viendo quién acoge estas ideas y donde vea más afinidad ahí estaré. Obviamente no lo haré con la extrema derecha o izquierda, ambos son populistas y estos quieren basar las elecciones en el miedo y el odio.
Por Deivis Caro EL PILÓN.