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Columnista - 7 mayo, 2020

El Estado es irreemplazable

Con la pandemia se ha demostrado que el Estado jamás será reemplazado por el capitalismo salvaje con su “mano invisible del mercado”. Claro, lo invisible no existe, al menos, hasta que se demuestre lo contrario. El concepto de Estado no se puede interpretar como la dominación de una clase sobre otras, como ese ente al […]

Con la pandemia se ha demostrado que el Estado jamás será reemplazado por el capitalismo salvaje con su “mano invisible del mercado”. Claro, lo invisible no existe, al menos, hasta que se demuestre lo contrario. El concepto de Estado no se puede interpretar como la dominación de una clase sobre otras, como ese ente al servicio de unas minorías, independiente de la ideología que lo represente; no puede ser simplemente un aparato militar con capacidad de imponer condiciones, que a veces llaman justicia, ni la punta de lanza de unos cuantos privilegiados.

El Estado debe ser como un Dios, justo, equilibrado, altruista, con alma de benefactor, al servicio de todos, en las buenas y en las malas; nadie debe burlarse de él. El Estado debe ser omnipresente y estar frente a las grandes calamidades a las que el capitalismo, tal como lo conocemos, no enfrenta y, más bien, siempre le llora al Estado que acude a redimirlo; ahora mismo, son varios los sectores de grandes empresarios que piden la mano visible del Estado.

Las empresas aéreas y de turismo, p. ej., ya se sienten abatidas con dos meses de parálisis. ¿Por qué no acuden a la mano invisible del Dios mercado? ¿Cuántas veces no ha entrado el Estado a rescatar a los banqueros? ¿Acaso, el sector financiero no ha acumulado sus ganancias gracias a la mano del Estado? Eso de suyo no tendría nada de malo siempre y cuando también lo haga con los sectores desvalidos. Nunca hemos visto un gesto similar, en Colombia, con los campesinos ni con los pequeños empresarios a pesar de que estos generan más del 80 % de la mano de obra. Y de la informalidad ni se diga. Y no es que debamos confundir el asistencialismo oportunista con la oportunidad de conducir las tragedias humanas. Que un gran capitalista haga una donación publicitada no significa que esté haciendo un compromiso con la tragedia sobreviniente; el hecho debe interpretarse como una dádiva… del cuero salen las correas… no es que sea un Robín Hood.

Aún no sabemos si el banco Agrario recuperó los 120 mil millones de pesos que le prestó, sin soporte, a Navelena de Sarmiento Angulo; por lo menos, devolvió 80 mil millones de pesos para la pandemia, ya devaluados. No hemos visto la sensibilidad social, por parte de los grandes empresarios respecto al problema que nos aqueja; en la donatón que impulsó Claudia López, el mayor aporte lo hizo Ecopetrol, empresa mixta pero con mayoría estatal. En todos los países del mundo a donde ha llegado el coronavirus no es el sector privado el que ha dado la cara pese a que la teoría del chocolate derramado (tricky down) hace mucho tiempo colapsó. Esta engañosa teoría de los inversionistas y empresarios privados consiste en la promesa que hacían los patronos a los trabajadores que cuando se desbordara la riqueza, ese sobrante sería para ellos por su gran aporte.

Pero han perdido una magnífica oportunidad para acompañar al Estado llenando de chocolate la caneca de los miserables. Esa acumulación de riquezas es lo que ha permitido que la brecha sea cada vez más grande: hoy, el 1 % de la población posee más de la mitad de la riqueza del mundo. Sin embargo, no son estos los que están frente a la pandemia; al contrario, están pidiendo más sacrificios para los pobres. Lean a Vargas Lleras para ver. ¿Pagará impuestos?

Columnista
7 mayo, 2020

El Estado es irreemplazable

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Con la pandemia se ha demostrado que el Estado jamás será reemplazado por el capitalismo salvaje con su “mano invisible del mercado”. Claro, lo invisible no existe, al menos, hasta que se demuestre lo contrario. El concepto de Estado no se puede interpretar como la dominación de una clase sobre otras, como ese ente al […]


Con la pandemia se ha demostrado que el Estado jamás será reemplazado por el capitalismo salvaje con su “mano invisible del mercado”. Claro, lo invisible no existe, al menos, hasta que se demuestre lo contrario. El concepto de Estado no se puede interpretar como la dominación de una clase sobre otras, como ese ente al servicio de unas minorías, independiente de la ideología que lo represente; no puede ser simplemente un aparato militar con capacidad de imponer condiciones, que a veces llaman justicia, ni la punta de lanza de unos cuantos privilegiados.

El Estado debe ser como un Dios, justo, equilibrado, altruista, con alma de benefactor, al servicio de todos, en las buenas y en las malas; nadie debe burlarse de él. El Estado debe ser omnipresente y estar frente a las grandes calamidades a las que el capitalismo, tal como lo conocemos, no enfrenta y, más bien, siempre le llora al Estado que acude a redimirlo; ahora mismo, son varios los sectores de grandes empresarios que piden la mano visible del Estado.

Las empresas aéreas y de turismo, p. ej., ya se sienten abatidas con dos meses de parálisis. ¿Por qué no acuden a la mano invisible del Dios mercado? ¿Cuántas veces no ha entrado el Estado a rescatar a los banqueros? ¿Acaso, el sector financiero no ha acumulado sus ganancias gracias a la mano del Estado? Eso de suyo no tendría nada de malo siempre y cuando también lo haga con los sectores desvalidos. Nunca hemos visto un gesto similar, en Colombia, con los campesinos ni con los pequeños empresarios a pesar de que estos generan más del 80 % de la mano de obra. Y de la informalidad ni se diga. Y no es que debamos confundir el asistencialismo oportunista con la oportunidad de conducir las tragedias humanas. Que un gran capitalista haga una donación publicitada no significa que esté haciendo un compromiso con la tragedia sobreviniente; el hecho debe interpretarse como una dádiva… del cuero salen las correas… no es que sea un Robín Hood.

Aún no sabemos si el banco Agrario recuperó los 120 mil millones de pesos que le prestó, sin soporte, a Navelena de Sarmiento Angulo; por lo menos, devolvió 80 mil millones de pesos para la pandemia, ya devaluados. No hemos visto la sensibilidad social, por parte de los grandes empresarios respecto al problema que nos aqueja; en la donatón que impulsó Claudia López, el mayor aporte lo hizo Ecopetrol, empresa mixta pero con mayoría estatal. En todos los países del mundo a donde ha llegado el coronavirus no es el sector privado el que ha dado la cara pese a que la teoría del chocolate derramado (tricky down) hace mucho tiempo colapsó. Esta engañosa teoría de los inversionistas y empresarios privados consiste en la promesa que hacían los patronos a los trabajadores que cuando se desbordara la riqueza, ese sobrante sería para ellos por su gran aporte.

Pero han perdido una magnífica oportunidad para acompañar al Estado llenando de chocolate la caneca de los miserables. Esa acumulación de riquezas es lo que ha permitido que la brecha sea cada vez más grande: hoy, el 1 % de la población posee más de la mitad de la riqueza del mundo. Sin embargo, no son estos los que están frente a la pandemia; al contrario, están pidiendo más sacrificios para los pobres. Lean a Vargas Lleras para ver. ¿Pagará impuestos?