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Editorial - 12 marzo, 2021

El espacio público de Valledupar pertenece a privados

La invasión del espacio público en Valledupar es un cáncer a punto de hacer metástasis, si acaso ya no pasó, porque durante años las administraciones municipales no se atrevieron, ni tuvieron la intención, de controlar su ocupación. Ahora es una práctica cultural arraigada, una papa caliente que cayó en manos de la actual administración.

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La invasión del espacio público en Valledupar es un cáncer a punto de hacer metástasis, si acaso ya no pasó, porque durante años las administraciones municipales no se atrevieron, ni tuvieron la intención, de controlar su ocupación.   Ahora es una práctica cultural arraigada, una papa caliente que cayó en manos de la actual administración.   

Desalojar a los vendedores ambulantes, o móviles, como prefieren ser llamados, que en realidad se tornan en  estacionarios,  es una de las acciones más impopulares de gobierno. Impopular pero necesaria, diría un alcalde capitalino. Pero no a todos, porque a muchos, por el tiempo, sentencias de la Corte Constitucional le protegen su derecho al trabajo, lo cual usan los mandatarios para mantener el camino fácil de no hacer nada. Sin embargo, como todo fenómeno sin control, surgieron los intereses privados: es vox populi el negocio privado de algunos vendedores con el espacio público, arrendando andenes y metros de las vías como si fueran de propiedad privada, por supuesto, en detrimento del peatón y de los autos.

Es necesario actuar. Valledupar, a pesar de todos sus problemas, es una ciudad emergente, con mil oportunidades, con más futuro que pasado, y con la necesidad urgente de salir a venderse para atraer inversiones, turistas… todo lo que aporte al crecimiento de la ciudad.

No obstante, primero hay que ordenar la casa. Y el orden empieza por la seguridad y el control del espacio público. Hay sectores de Valledupar que son intransitables, que el caos estresa y asusta a cualquiera, por ejemplo, la zona de la carrera séptima, por Cinco Esquinas. Pero no es el único. Hay decenas de calles y carreras en igual estado.  

Es hora de actuar. Enfrentar el problema, por más impopular que sea. A aquellos vendedores protegidos por la ley brindarles las garantías y el apoyo para que transiten a la formalidad, pero a aquellos que se aprovechan del espacio público por la falta de ley, más que por la falta de oportunidades, las autoridades deben desalojarlos. El espacio público no es de unos pocos.

Razón tienen cientos de vendedores cuando señalan que en Valledupar hay pocas oportunidades laborales, pero si no se controla la informalidad entonces terminarán de quebrar los pocos negocios formalizados que existen en la ciudad. La ocupación descontrolada del espacio público es un arma de doble filo: no solo desordena la ciudad, también es una amenaza para aquellos empresarios que pagan impuestos. 

Por eso se recibe con optimismo el anuncio del alcalde Mello Castro del proyecto de la Plaza de Ventas de Valledupar, lugar donde se reubicarían a los vendedores móviles de la ciudad. Pero esa edificación la veremos en las postrimerías de su gobierno o en el próximo cuatrienio. La pregunta es: ¿y mientras tanto? ¿Se tomarán el ‘nuevo’ Centro Histórico ? La disposición y buena voluntad del secretario de Gobierno tiene que traducirse en resultados.

Lo popular a veces es complicidad; lo impopular, en el corto plazo,  es necesario y trae buenos resultados. Al final,  estos recibirán los aplausos unánimes de  la gran masa de la población.

Editorial
12 marzo, 2021

El espacio público de Valledupar pertenece a privados

La invasión del espacio público en Valledupar es un cáncer a punto de hacer metástasis, si acaso ya no pasó, porque durante años las administraciones municipales no se atrevieron, ni tuvieron la intención, de controlar su ocupación. Ahora es una práctica cultural arraigada, una papa caliente que cayó en manos de la actual administración.


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La invasión del espacio público en Valledupar es un cáncer a punto de hacer metástasis, si acaso ya no pasó, porque durante años las administraciones municipales no se atrevieron, ni tuvieron la intención, de controlar su ocupación.   Ahora es una práctica cultural arraigada, una papa caliente que cayó en manos de la actual administración.   

Desalojar a los vendedores ambulantes, o móviles, como prefieren ser llamados, que en realidad se tornan en  estacionarios,  es una de las acciones más impopulares de gobierno. Impopular pero necesaria, diría un alcalde capitalino. Pero no a todos, porque a muchos, por el tiempo, sentencias de la Corte Constitucional le protegen su derecho al trabajo, lo cual usan los mandatarios para mantener el camino fácil de no hacer nada. Sin embargo, como todo fenómeno sin control, surgieron los intereses privados: es vox populi el negocio privado de algunos vendedores con el espacio público, arrendando andenes y metros de las vías como si fueran de propiedad privada, por supuesto, en detrimento del peatón y de los autos.

Es necesario actuar. Valledupar, a pesar de todos sus problemas, es una ciudad emergente, con mil oportunidades, con más futuro que pasado, y con la necesidad urgente de salir a venderse para atraer inversiones, turistas… todo lo que aporte al crecimiento de la ciudad.

No obstante, primero hay que ordenar la casa. Y el orden empieza por la seguridad y el control del espacio público. Hay sectores de Valledupar que son intransitables, que el caos estresa y asusta a cualquiera, por ejemplo, la zona de la carrera séptima, por Cinco Esquinas. Pero no es el único. Hay decenas de calles y carreras en igual estado.  

Es hora de actuar. Enfrentar el problema, por más impopular que sea. A aquellos vendedores protegidos por la ley brindarles las garantías y el apoyo para que transiten a la formalidad, pero a aquellos que se aprovechan del espacio público por la falta de ley, más que por la falta de oportunidades, las autoridades deben desalojarlos. El espacio público no es de unos pocos.

Razón tienen cientos de vendedores cuando señalan que en Valledupar hay pocas oportunidades laborales, pero si no se controla la informalidad entonces terminarán de quebrar los pocos negocios formalizados que existen en la ciudad. La ocupación descontrolada del espacio público es un arma de doble filo: no solo desordena la ciudad, también es una amenaza para aquellos empresarios que pagan impuestos. 

Por eso se recibe con optimismo el anuncio del alcalde Mello Castro del proyecto de la Plaza de Ventas de Valledupar, lugar donde se reubicarían a los vendedores móviles de la ciudad. Pero esa edificación la veremos en las postrimerías de su gobierno o en el próximo cuatrienio. La pregunta es: ¿y mientras tanto? ¿Se tomarán el ‘nuevo’ Centro Histórico ? La disposición y buena voluntad del secretario de Gobierno tiene que traducirse en resultados.

Lo popular a veces es complicidad; lo impopular, en el corto plazo,  es necesario y trae buenos resultados. Al final,  estos recibirán los aplausos unánimes de  la gran masa de la población.