El dinero, cuando se le trata como a un ídolo, se convierte en un grave problema social. El afán desenfrenado por adquirirlo, se vuelve un asunto patológico de la sociedad. Al presente, es tanto el azogamiento que se observa por conseguirlo, que indiscriminadamente todos los medios se están abriendo paso para lograrlo. Algo así como […]
El dinero, cuando se le trata como a un ídolo, se convierte en un grave problema social. El afán desenfrenado por adquirirlo, se vuelve un asunto patológico de la sociedad.
Al presente, es tanto el azogamiento que se observa por conseguirlo, que indiscriminadamente todos los medios se están abriendo paso para lograrlo. Algo así como que el fin está justificando cualesquiera medios. Estamos asistiendo a un comportamiento generalizado en el que las gentes no se preocupan por la eticidad de su origen.
Esto es sumamente grave, causante en gran medida de la creciente corriente delincuencial, que se riega por todo el país, sensible particularmente en una ciudad como la nuestra, que ha estado perdiendo su homogeneidad e identidad a causa de la lluvia constante de inmigrantes de todas las tendencias humanas, buenas y malas. No es lo mismo convivir en una población donde la mayoría de personas se conoce que cuando no es así, porque en este último caso suelen desaparecer las virtudes del respeto y la solidaridad.
Para contrarrestar el desorden social derivado, las autoridades deben tomarse más en serio su oficio, por una parte y por la otra, han de estar acompañadas por los ciudadanos de bien. Ambos compromisos parece que no funcionan como se esperaría.
En lo que sigue aparece nuevamente el problema grave de la adquisición del dinero sin escrúpulos. Sin la presencia de una esmerada buena educación y formación ciudadanas, el bien común del orden público no se logra. Puedo señalar dos instituciones que podrían hacer bien su tarea, y sin embargo dejan mucho que desear.
Son muchos los colegios, institutos técnicos, y hasta universidades, a quienes solamente interesa recibir ingentes sumas de dinero como contraprestación de las informaciones que transmiten a sus alumnos, descuidando por completo impartirles una condigna educación y formación humanas. El aspecto ético de la enseñanza los tiene sin cuidado.
La televisión, medio que en principio debería ser bendito, para ayudar a la buena educación y formación masiva, es todo lo contrario. Es catastrófica cuando no existe el suficiente buen criterio ético para diseñar la programación, ni la capacidad selectiva de la audiencia para escoger los programas. Es tan alto el grado de subyugación colectiva que ha producido en la humanidad el uso y el abuso de la televisión, como medio de información y publicidad, que observadores de este fenómeno letal han llegado a preguntarse, si las gentes delante de sus pantallas, se muestran en actitud de rendición de su pensamiento individual, o, simplemente, en la de adoración.
[email protected]
El dinero, cuando se le trata como a un ídolo, se convierte en un grave problema social. El afán desenfrenado por adquirirlo, se vuelve un asunto patológico de la sociedad. Al presente, es tanto el azogamiento que se observa por conseguirlo, que indiscriminadamente todos los medios se están abriendo paso para lograrlo. Algo así como […]
El dinero, cuando se le trata como a un ídolo, se convierte en un grave problema social. El afán desenfrenado por adquirirlo, se vuelve un asunto patológico de la sociedad.
Al presente, es tanto el azogamiento que se observa por conseguirlo, que indiscriminadamente todos los medios se están abriendo paso para lograrlo. Algo así como que el fin está justificando cualesquiera medios. Estamos asistiendo a un comportamiento generalizado en el que las gentes no se preocupan por la eticidad de su origen.
Esto es sumamente grave, causante en gran medida de la creciente corriente delincuencial, que se riega por todo el país, sensible particularmente en una ciudad como la nuestra, que ha estado perdiendo su homogeneidad e identidad a causa de la lluvia constante de inmigrantes de todas las tendencias humanas, buenas y malas. No es lo mismo convivir en una población donde la mayoría de personas se conoce que cuando no es así, porque en este último caso suelen desaparecer las virtudes del respeto y la solidaridad.
Para contrarrestar el desorden social derivado, las autoridades deben tomarse más en serio su oficio, por una parte y por la otra, han de estar acompañadas por los ciudadanos de bien. Ambos compromisos parece que no funcionan como se esperaría.
En lo que sigue aparece nuevamente el problema grave de la adquisición del dinero sin escrúpulos. Sin la presencia de una esmerada buena educación y formación ciudadanas, el bien común del orden público no se logra. Puedo señalar dos instituciones que podrían hacer bien su tarea, y sin embargo dejan mucho que desear.
Son muchos los colegios, institutos técnicos, y hasta universidades, a quienes solamente interesa recibir ingentes sumas de dinero como contraprestación de las informaciones que transmiten a sus alumnos, descuidando por completo impartirles una condigna educación y formación humanas. El aspecto ético de la enseñanza los tiene sin cuidado.
La televisión, medio que en principio debería ser bendito, para ayudar a la buena educación y formación masiva, es todo lo contrario. Es catastrófica cuando no existe el suficiente buen criterio ético para diseñar la programación, ni la capacidad selectiva de la audiencia para escoger los programas. Es tan alto el grado de subyugación colectiva que ha producido en la humanidad el uso y el abuso de la televisión, como medio de información y publicidad, que observadores de este fenómeno letal han llegado a preguntarse, si las gentes delante de sus pantallas, se muestran en actitud de rendición de su pensamiento individual, o, simplemente, en la de adoración.
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