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Columnista - 3 abril, 2021

El dilema entre el arte y la ciencia

“Chistriaan Barnard haga el favor de cambiarme el corazón por otro que sea más fuerte”. De esa manera se dirigió Máximo Movil al famoso médico sudafricano que pasó a la historia por haber sido el primero en realizar un trasplante de corazón humano. El poeta sanjuanero, poseído por esos obstáculos afectivos, a los cuales todos […]

Chistriaan Barnard haga el favor de cambiarme el corazón por otro que sea más fuerte”. De esa manera se dirigió Máximo Movil al famoso médico sudafricano que pasó a la historia por haber sido el primero en realizar un trasplante de corazón humano. El poeta sanjuanero, poseído por esos obstáculos afectivos, a los cuales todos los seres humanos somos vulnerables, clama a Barnard el cambio de su corazón “por otro más indolente para no volver a quererte y olvidarme de tu amor”. Es así como Máximo, apelando a este maravilloso recurso poético, cree que solucionaría los males que le aquejan; sin embargo para el prestigioso galeno, quien escuchó la canción en una visita que hizo a Colombia, la solicitud del autor de la canción ‘Aunque sufriendo te olvido’, le resultaba estéril e inapropiada. Barnard contestó como el científico que era que la función de este órgano sólo estaba dirigida a bombear sangre, desechando de antemano el simbolismo que según los historiadores se remonta a la colonia Griega de Cirene, sitio donde se representó al corazón como símbolo del amor y la fertilidad, tal como lo conocemos actualmente.

Ya son muchos los interrogantes que sobre estos temas nos ha resuelto la ciencia, al punto que es bien sabido que el enamoramiento es un proceso químico, que las sensaciones que experimenta el cuerpo son producto de la generación de las hormonas del placer, conocidas como la dopamina y la oxitocina, sustancias que actúan sobre una zona del cerebro, específicamente en el hipotálamo, que hace que nos sintamos queridos, valorados, en definitiva, poseídos de complacencia.

Cuando el cerebro no obtiene estas sustancias se genera un estado de pena gracias a hormonas como la noradrenalina o estresores como el cortisol, las cuales surgen por carencia de las dos primeras.

Sobre estos eventos la ciencia también nos brinda explicaciones satisfactorias, y es así como el mundo científico sostiene que esa sensación de desazón producida por el despecho o “tusa”, dura tres meses, como nos los describe magistralmente Rafael Manjarrez en ese poema musicalizado titulado ‘Cien días de bohemia’. Es el método de reacción que tiene el organismo para responder a las irregularidades que se ha visto comprometido, y de esta manera buscar que todo vuelva a la normalidad, evitando con ello consecuencias o trastornos fisiológicos en el cuerpo.

Por eso no es recomendable la ingesta etílica cuando se padecen situaciones como la tratada, pues se altera el sistema inmune, sometiéndolo a un estado de vulnerabilidad que se ve expuesto aún más por los recurrentes lapsos de ansiedad, trasnocho y ayuno prolongado. Ante este evento resulta pertinente evocar al maestro Sergio Moya Molina, cuando sentenció: “Se entrega al vicio buscando el olvido y solo consigue aumentar su dolor”.

No obstante lo anterior, el corazón siempre tendrá el sitial que los griegos le dieron, definitivamente será concebido como el símbolo del amor y compañero eterno de poetas, músicos y pintores. Por más que la ciencia nos diga otra cosa, jamás vamos a decir: te amo con todo mi hipotálamo.

Por José Jorge Molina Morales.

Columnista
3 abril, 2021

El dilema entre el arte y la ciencia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jose Jorge Molina

“Chistriaan Barnard haga el favor de cambiarme el corazón por otro que sea más fuerte”. De esa manera se dirigió Máximo Movil al famoso médico sudafricano que pasó a la historia por haber sido el primero en realizar un trasplante de corazón humano. El poeta sanjuanero, poseído por esos obstáculos afectivos, a los cuales todos […]


Chistriaan Barnard haga el favor de cambiarme el corazón por otro que sea más fuerte”. De esa manera se dirigió Máximo Movil al famoso médico sudafricano que pasó a la historia por haber sido el primero en realizar un trasplante de corazón humano. El poeta sanjuanero, poseído por esos obstáculos afectivos, a los cuales todos los seres humanos somos vulnerables, clama a Barnard el cambio de su corazón “por otro más indolente para no volver a quererte y olvidarme de tu amor”. Es así como Máximo, apelando a este maravilloso recurso poético, cree que solucionaría los males que le aquejan; sin embargo para el prestigioso galeno, quien escuchó la canción en una visita que hizo a Colombia, la solicitud del autor de la canción ‘Aunque sufriendo te olvido’, le resultaba estéril e inapropiada. Barnard contestó como el científico que era que la función de este órgano sólo estaba dirigida a bombear sangre, desechando de antemano el simbolismo que según los historiadores se remonta a la colonia Griega de Cirene, sitio donde se representó al corazón como símbolo del amor y la fertilidad, tal como lo conocemos actualmente.

Ya son muchos los interrogantes que sobre estos temas nos ha resuelto la ciencia, al punto que es bien sabido que el enamoramiento es un proceso químico, que las sensaciones que experimenta el cuerpo son producto de la generación de las hormonas del placer, conocidas como la dopamina y la oxitocina, sustancias que actúan sobre una zona del cerebro, específicamente en el hipotálamo, que hace que nos sintamos queridos, valorados, en definitiva, poseídos de complacencia.

Cuando el cerebro no obtiene estas sustancias se genera un estado de pena gracias a hormonas como la noradrenalina o estresores como el cortisol, las cuales surgen por carencia de las dos primeras.

Sobre estos eventos la ciencia también nos brinda explicaciones satisfactorias, y es así como el mundo científico sostiene que esa sensación de desazón producida por el despecho o “tusa”, dura tres meses, como nos los describe magistralmente Rafael Manjarrez en ese poema musicalizado titulado ‘Cien días de bohemia’. Es el método de reacción que tiene el organismo para responder a las irregularidades que se ha visto comprometido, y de esta manera buscar que todo vuelva a la normalidad, evitando con ello consecuencias o trastornos fisiológicos en el cuerpo.

Por eso no es recomendable la ingesta etílica cuando se padecen situaciones como la tratada, pues se altera el sistema inmune, sometiéndolo a un estado de vulnerabilidad que se ve expuesto aún más por los recurrentes lapsos de ansiedad, trasnocho y ayuno prolongado. Ante este evento resulta pertinente evocar al maestro Sergio Moya Molina, cuando sentenció: “Se entrega al vicio buscando el olvido y solo consigue aumentar su dolor”.

No obstante lo anterior, el corazón siempre tendrá el sitial que los griegos le dieron, definitivamente será concebido como el símbolo del amor y compañero eterno de poetas, músicos y pintores. Por más que la ciencia nos diga otra cosa, jamás vamos a decir: te amo con todo mi hipotálamo.

Por José Jorge Molina Morales.