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Columnista - 23 mayo, 2021

El diálogo no denota debilidad

El mismo día de la posesión del presidente Iván Duque se pudo presagiar lo que sería este gobierno. Escuchar la diatriba del senador Macías, dominado por la soberbia, y luego observar el festejo y las felicitaciones de los áulicos por el discurso pronunciado en tan solemne acto, era una muestra de la némesis que se […]

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El mismo día de la posesión del presidente Iván Duque se pudo presagiar lo que sería este gobierno. Escuchar la diatriba del senador Macías, dominado por la soberbia, y luego observar el festejo y las felicitaciones de los áulicos por el discurso pronunciado en tan solemne acto, era una muestra de la némesis que se incubaba, dibujándonos el panorama por el que transitaríamos en este cuatrienio.

Fácilmente se percibía y se constató en poco tiempo que la venganza, la retaliación, las represalias, serían el faro que orientaría nuestro destino mediato, y es así, que el gobierno en menos de un mes de iniciado su período presenta ante el Congreso las objeciones a la JEP, sometiéndose a un desgaste innecesario que solo aumentó la polarización política y postergó las labores de este organismo de Justicia Transicional.

Paralelo a ello, Duque se embarca en una misión titánica, convirtiéndose en abanderado del “cerco diplomático” contra el Gobierno del vecino país, sin resultado alguno, solo un bochornoso espectáculo que se acrecentó con el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente de Venezuela.
Mientras tanto, en el país se intensificó la problemática social, encontrando la oportunidad de desahogo el 21 de noviembre de 2019, día que se inició el paro nacional, convocado por todas las centrales obreras, en una nación donde resulta inédito este tipo de manifestaciones; traumatizado por un conflicto armado de más de 50 años, se observó con sorpresa la disposición de su gente de salir a las calles. Sin embargo, la excitación del momento se vio entorpecida por la circunstancia global producida por la pandemia del covid-19 y las reiteradas cuarentenas que demandó la crisis sanitaria.

Entrado el 2021 se hizo evidente que el gobierno y su grupo político subestimaron, menospreciaron, ese fervor gestado en la matriz de la sociedad colombiana; agudizando así el inconformismo que nos tiene sumidos en este océano de incertidumbre, que requiere de manera apremiante un diálogo constructivo entre los distintos actores, que posibilite la solución inmediata de este caos que impide superar la devastadoras consecuencias derivadas de la pandemia.

Al presidente le corresponde pensar y actuar como el mandatario de todos los colombianos, no de un grupo político; sintonizarse con una realidad social, tender puentes que permitan la reconciliación; escuchar al oponente y dejar de mirar al diálogo como signo de debilidad, es decir, le corresponde apartarse de quienes tanto daño le han hecho a su gobierno, para así, hacer del Estado un instrumento al servicio de la nación.

Presidente Duque, acepte la invitación de sus predecesores, que han dejado de lado cualquier diferencia política para unirse al diálogo, y juntos sacar a flote al país. Como colombiano lo invito a recordar la frase de Arturo Frondizi: “Solamente los débiles eluden la confrontación con hombres que no piensan como ellos”.

Adenda: resulta imperativo que el comité del paro nacional se pronuncie en contra de los bloqueos, tales acciones no hacen parte de la protesta, son métodos vandálicos y criminales que atentan contra todo el país.

Columnista
23 mayo, 2021

El diálogo no denota debilidad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jose Jorge Molina

El mismo día de la posesión del presidente Iván Duque se pudo presagiar lo que sería este gobierno. Escuchar la diatriba del senador Macías, dominado por la soberbia, y luego observar el festejo y las felicitaciones de los áulicos por el discurso pronunciado en tan solemne acto, era una muestra de la némesis que se […]


El mismo día de la posesión del presidente Iván Duque se pudo presagiar lo que sería este gobierno. Escuchar la diatriba del senador Macías, dominado por la soberbia, y luego observar el festejo y las felicitaciones de los áulicos por el discurso pronunciado en tan solemne acto, era una muestra de la némesis que se incubaba, dibujándonos el panorama por el que transitaríamos en este cuatrienio.

Fácilmente se percibía y se constató en poco tiempo que la venganza, la retaliación, las represalias, serían el faro que orientaría nuestro destino mediato, y es así, que el gobierno en menos de un mes de iniciado su período presenta ante el Congreso las objeciones a la JEP, sometiéndose a un desgaste innecesario que solo aumentó la polarización política y postergó las labores de este organismo de Justicia Transicional.

Paralelo a ello, Duque se embarca en una misión titánica, convirtiéndose en abanderado del “cerco diplomático” contra el Gobierno del vecino país, sin resultado alguno, solo un bochornoso espectáculo que se acrecentó con el reconocimiento de Juan Guaidó como presidente de Venezuela.
Mientras tanto, en el país se intensificó la problemática social, encontrando la oportunidad de desahogo el 21 de noviembre de 2019, día que se inició el paro nacional, convocado por todas las centrales obreras, en una nación donde resulta inédito este tipo de manifestaciones; traumatizado por un conflicto armado de más de 50 años, se observó con sorpresa la disposición de su gente de salir a las calles. Sin embargo, la excitación del momento se vio entorpecida por la circunstancia global producida por la pandemia del covid-19 y las reiteradas cuarentenas que demandó la crisis sanitaria.

Entrado el 2021 se hizo evidente que el gobierno y su grupo político subestimaron, menospreciaron, ese fervor gestado en la matriz de la sociedad colombiana; agudizando así el inconformismo que nos tiene sumidos en este océano de incertidumbre, que requiere de manera apremiante un diálogo constructivo entre los distintos actores, que posibilite la solución inmediata de este caos que impide superar la devastadoras consecuencias derivadas de la pandemia.

Al presidente le corresponde pensar y actuar como el mandatario de todos los colombianos, no de un grupo político; sintonizarse con una realidad social, tender puentes que permitan la reconciliación; escuchar al oponente y dejar de mirar al diálogo como signo de debilidad, es decir, le corresponde apartarse de quienes tanto daño le han hecho a su gobierno, para así, hacer del Estado un instrumento al servicio de la nación.

Presidente Duque, acepte la invitación de sus predecesores, que han dejado de lado cualquier diferencia política para unirse al diálogo, y juntos sacar a flote al país. Como colombiano lo invito a recordar la frase de Arturo Frondizi: “Solamente los débiles eluden la confrontación con hombres que no piensan como ellos”.

Adenda: resulta imperativo que el comité del paro nacional se pronuncie en contra de los bloqueos, tales acciones no hacen parte de la protesta, son métodos vandálicos y criminales que atentan contra todo el país.