Cuando una persona busca orientación con el psicólogo, lo hace toda vez que necesita nuevas ideas, refrescar su mente, escucharse a través de otro. Busca que alguien le ayude a desenredar los pensamientos que le tienen la cabeza grande y el corazón arrugado, por no saber qué hacer o qué dirección tomar.
El deseo de vivir está directamente relacionado con la motivación, las metas y un plan de vida. Por lo general, el suicidio en los adultos se presenta por conflictos sentimentales, crisis financieras, trastornos psiquiátricos, o alguna otra eventualidad que disipó la motivación en la persona y truncó su plan de vida. Pero, ¿cómo puede alguien, a temprana edad, considerar que su vida está arruinada cuando no ha empezado ni a comprenderla?
Cuando una persona busca orientación con el psicólogo, lo hace toda vez que necesita nuevas ideas, refrescar su mente, escucharse a través de otro. Busca que alguien le ayude a desenredar los pensamientos que le tienen la cabeza grande y el corazón arrugado, por no saber qué hacer o qué dirección tomar. El psicólogo, a través de un proceso terapéutico que se basa en las bondades de la comunicación, escucha y acompaña al paciente para que encuentre una luz en su sendero oscuro, recupere fuerzas y replantee su plan de vida.
Existen personas que, en lugar de acudir a un psicólogo, prefieren hablar con un consejero espiritual, su mamá o un amig@ que tenga el don de escuchar, calmar y brindar un consejo sin tintes melodramáticos, pero cargado de conciencia, razón y objetividad. Es decir, alguien que ayude a aterrizar en un lugar seguro. Todas esas personas que reemplazan al psicólogo se convierten en una red de apoyo en momentos de crisis, la red que todos necesitamos cuando llegan la duda, el problema o la desesperación.
Hace unos 50 años, sin internet, Netflix ni tantas aplicaciones y redes sociales, los adultos eran más cercanos a los niños, y los niños buscaban más a los adultos. Hoy en día, pareciera que nadie se busca: los adultos creen que los jóvenes están felices y entretenidos, cuando en realidad están cada día más confundidos. Sin embargo, ya los adultos no están tan pendientes de los jóvenes como solía ser antes, porque ellos mismos han encontrado sus propias distracciones. Ahora los encuentros son virtuales, los consejos se brindan por WhatsApp y los problemas los resuelve Google.
Todos necesitamos una red de apoyo, y los niños y jóvenes no son la excepción. Ellos necesitan que un adulto racional y objetivo los escuche, los oriente y, a través de conversaciones auténticas y cercanas, se interese en sus necesidades y sea una guía para que desarrollen la motivación necesaria para cumplir con su plan de vida. Una red de apoyo es como una llanta de repuesto, un segundo hogar, un refugio donde descansar, una almohada para llorar, alguien que, de una u otra forma, te ayuda a salir del agujero negro donde se acumulan todos tus pensamientos.
Se acerca la Navidad: volvamos a ser más cercanos. Las verdaderas redes son de carne y hueso, te abrazan y comparten la mesa contigo. Seamos la red de apoyo que los niños y jóvenes necesitan para crecer y cumplir sus sueños.
Por: Angélica Vega Aroca.
Cuando una persona busca orientación con el psicólogo, lo hace toda vez que necesita nuevas ideas, refrescar su mente, escucharse a través de otro. Busca que alguien le ayude a desenredar los pensamientos que le tienen la cabeza grande y el corazón arrugado, por no saber qué hacer o qué dirección tomar.
El deseo de vivir está directamente relacionado con la motivación, las metas y un plan de vida. Por lo general, el suicidio en los adultos se presenta por conflictos sentimentales, crisis financieras, trastornos psiquiátricos, o alguna otra eventualidad que disipó la motivación en la persona y truncó su plan de vida. Pero, ¿cómo puede alguien, a temprana edad, considerar que su vida está arruinada cuando no ha empezado ni a comprenderla?
Cuando una persona busca orientación con el psicólogo, lo hace toda vez que necesita nuevas ideas, refrescar su mente, escucharse a través de otro. Busca que alguien le ayude a desenredar los pensamientos que le tienen la cabeza grande y el corazón arrugado, por no saber qué hacer o qué dirección tomar. El psicólogo, a través de un proceso terapéutico que se basa en las bondades de la comunicación, escucha y acompaña al paciente para que encuentre una luz en su sendero oscuro, recupere fuerzas y replantee su plan de vida.
Existen personas que, en lugar de acudir a un psicólogo, prefieren hablar con un consejero espiritual, su mamá o un amig@ que tenga el don de escuchar, calmar y brindar un consejo sin tintes melodramáticos, pero cargado de conciencia, razón y objetividad. Es decir, alguien que ayude a aterrizar en un lugar seguro. Todas esas personas que reemplazan al psicólogo se convierten en una red de apoyo en momentos de crisis, la red que todos necesitamos cuando llegan la duda, el problema o la desesperación.
Hace unos 50 años, sin internet, Netflix ni tantas aplicaciones y redes sociales, los adultos eran más cercanos a los niños, y los niños buscaban más a los adultos. Hoy en día, pareciera que nadie se busca: los adultos creen que los jóvenes están felices y entretenidos, cuando en realidad están cada día más confundidos. Sin embargo, ya los adultos no están tan pendientes de los jóvenes como solía ser antes, porque ellos mismos han encontrado sus propias distracciones. Ahora los encuentros son virtuales, los consejos se brindan por WhatsApp y los problemas los resuelve Google.
Todos necesitamos una red de apoyo, y los niños y jóvenes no son la excepción. Ellos necesitan que un adulto racional y objetivo los escuche, los oriente y, a través de conversaciones auténticas y cercanas, se interese en sus necesidades y sea una guía para que desarrollen la motivación necesaria para cumplir con su plan de vida. Una red de apoyo es como una llanta de repuesto, un segundo hogar, un refugio donde descansar, una almohada para llorar, alguien que, de una u otra forma, te ayuda a salir del agujero negro donde se acumulan todos tus pensamientos.
Se acerca la Navidad: volvamos a ser más cercanos. Las verdaderas redes son de carne y hueso, te abrazan y comparten la mesa contigo. Seamos la red de apoyo que los niños y jóvenes necesitan para crecer y cumplir sus sueños.
Por: Angélica Vega Aroca.