Hace ya quinientos y tantos años, Cristóbal Colón —que al fin no hemos sabido si así se llamó o si era Cristóforo Colombo— «nacido en Génova (Italia)» o quién sabe dónde, navegando erróneamente, con conocimientos de cristiano y mapa judío, con una motivación aparente y otra, supuestamente verdadera, relacionada con la Orden del Temple, –buscando […]
Hace ya quinientos y tantos años, Cristóbal Colón —que al fin no hemos sabido si así se llamó o si era Cristóforo Colombo— «nacido en Génova (Italia)» o quién sabe dónde, navegando erróneamente, con conocimientos de cristiano y mapa judío, con una motivación aparente y otra, supuestamente verdadera, relacionada con la Orden del Temple, –buscando unas tierras que nunca encontró y que, si creemos en las hipótesis, no andaba buscando-, arribó a unas heredades a las que inexplicable e injustamente y en honor de un cartógrafo afortunado terminaron llamándose América. Este Américo Vespucio ganó indulgencias con camándula ajena.
La historia oficial o tradicional se refiere al almirante, a los Reyes Católicos, las tres carabelas, al puerto Palos de Moguer y toda la información que uno adquiere en los libritos de historia, pero poco se sabe sobre las verdaderas motivaciones, que parecerían estar relacionadas con la búsqueda de tierras nuevas para los judíos expulsados de Castilla.
Poco sabemos también de cómo en verdad acontecieron los hechos que llevaron a Cristóbal a toparse, de pura casualidad, con la Isabela, pero se afirma que para 1375, más de cien años antes de la fecha tenida como la verdadera de 1492, en la primera carta portulana, en el Atlas Catalán de Angelino Dulcert aparecen debidamente identificadas las islas del Caribe y puntos geográficos de América del Sur.
Colón planifica su viaje con base en la información lograda en el Atlas de Cresques, pero se equivoca en sus cálculos náuticos, lo que ha dado origen a lo que se denomina «error de Colón», y lo comete por cuanto desconocía los mapas portulanos de origen hebreo, que utilizaban los muy precisos cuadrantes trigonométricos musulmanes y que tenían dos escalas: una para el Atlántico y otra para el Mediterráneo. Por eso, de entrada, tiene problemas para arribar a la Gran Canaria, se pierde y desconcierta, embrollo del cual lo saca Martín Alonso Pinzón, que sí conocía esa cartografía, pero sin decírselo a Colón, y fue quien terminó dirigiendo las naves a un punto próximo de su destino. Hoy hubieran dicho que Pinzón era de mala ley.
Pero el yerro colombino no solo dificultará la navegación, sino que tendrá graves consecuencias para Castilla, pues en el Tratado de Tordesillas, o sea aquel en que los dos reinos peninsulares se dividieron las tierras descubiertas, se pactó con la milla más corta del Almirante, pero al momento de tomar posesión de las tierras y efectuar la medición, lo hicieron con la más larga y entonces entendemos el porqué de la gran superficie del Brasil.
Navegaron con parámetros cristianos, pero negociaron con medida hebrea, cuatro tercios mayor. Prestaron en pesos y cobraron en euros. Por supuesto, nada va a empequeñecer la dimensión histórica de Colón, pues si en verdad de casualidad descubrió estos territorios, también de esa manera Pasteur descubrió la penicilina.
Tampoco se puede, incluso con atrocidades y todo, dejar de admirar la gesta española, pues italiano o castellano, Colón fue evidentemente patrocinado por los Reyes Católicos y fue quien produjo los hechos que hacen otra la historia de la humanidad a partir de ese 12 de octubre de 1492.
Hace ya quinientos y tantos años, Cristóbal Colón —que al fin no hemos sabido si así se llamó o si era Cristóforo Colombo— «nacido en Génova (Italia)» o quién sabe dónde, navegando erróneamente, con conocimientos de cristiano y mapa judío, con una motivación aparente y otra, supuestamente verdadera, relacionada con la Orden del Temple, –buscando […]
Hace ya quinientos y tantos años, Cristóbal Colón —que al fin no hemos sabido si así se llamó o si era Cristóforo Colombo— «nacido en Génova (Italia)» o quién sabe dónde, navegando erróneamente, con conocimientos de cristiano y mapa judío, con una motivación aparente y otra, supuestamente verdadera, relacionada con la Orden del Temple, –buscando unas tierras que nunca encontró y que, si creemos en las hipótesis, no andaba buscando-, arribó a unas heredades a las que inexplicable e injustamente y en honor de un cartógrafo afortunado terminaron llamándose América. Este Américo Vespucio ganó indulgencias con camándula ajena.
La historia oficial o tradicional se refiere al almirante, a los Reyes Católicos, las tres carabelas, al puerto Palos de Moguer y toda la información que uno adquiere en los libritos de historia, pero poco se sabe sobre las verdaderas motivaciones, que parecerían estar relacionadas con la búsqueda de tierras nuevas para los judíos expulsados de Castilla.
Poco sabemos también de cómo en verdad acontecieron los hechos que llevaron a Cristóbal a toparse, de pura casualidad, con la Isabela, pero se afirma que para 1375, más de cien años antes de la fecha tenida como la verdadera de 1492, en la primera carta portulana, en el Atlas Catalán de Angelino Dulcert aparecen debidamente identificadas las islas del Caribe y puntos geográficos de América del Sur.
Colón planifica su viaje con base en la información lograda en el Atlas de Cresques, pero se equivoca en sus cálculos náuticos, lo que ha dado origen a lo que se denomina «error de Colón», y lo comete por cuanto desconocía los mapas portulanos de origen hebreo, que utilizaban los muy precisos cuadrantes trigonométricos musulmanes y que tenían dos escalas: una para el Atlántico y otra para el Mediterráneo. Por eso, de entrada, tiene problemas para arribar a la Gran Canaria, se pierde y desconcierta, embrollo del cual lo saca Martín Alonso Pinzón, que sí conocía esa cartografía, pero sin decírselo a Colón, y fue quien terminó dirigiendo las naves a un punto próximo de su destino. Hoy hubieran dicho que Pinzón era de mala ley.
Pero el yerro colombino no solo dificultará la navegación, sino que tendrá graves consecuencias para Castilla, pues en el Tratado de Tordesillas, o sea aquel en que los dos reinos peninsulares se dividieron las tierras descubiertas, se pactó con la milla más corta del Almirante, pero al momento de tomar posesión de las tierras y efectuar la medición, lo hicieron con la más larga y entonces entendemos el porqué de la gran superficie del Brasil.
Navegaron con parámetros cristianos, pero negociaron con medida hebrea, cuatro tercios mayor. Prestaron en pesos y cobraron en euros. Por supuesto, nada va a empequeñecer la dimensión histórica de Colón, pues si en verdad de casualidad descubrió estos territorios, también de esa manera Pasteur descubrió la penicilina.
Tampoco se puede, incluso con atrocidades y todo, dejar de admirar la gesta española, pues italiano o castellano, Colón fue evidentemente patrocinado por los Reyes Católicos y fue quien produjo los hechos que hacen otra la historia de la humanidad a partir de ese 12 de octubre de 1492.