El derecho a opinar es quizá una de las más importantes conquistas del derecho moderno, y columna vertebral de las libertades individuales. Desde luego, no es ni con mucho, un derecho absoluto, pues tiene como límite la honra y el buen nombre de los demás. Pues bien, a muchos le ha costado pensar diferente al […]
El derecho a opinar es quizá una de las más importantes conquistas del derecho moderno, y columna vertebral de las libertades individuales. Desde luego, no es ni con mucho, un derecho absoluto, pues tiene como límite la honra y el buen nombre de los demás. Pues bien, a muchos le ha costado pensar diferente al régimen, al punto que han sido victimizados, un ejemplo puntual lo encontramos en los cientos de líderes sociales asesinados a la fecha, sin que se conozcan los autores de estos hechos.
Las protestas sociales, son una forma de disentir, y la falta de regulación ha servido de acicate. Hoy los estudiantes universitarios y los gremios, protestan por razones que se consideran justas, pero personas ajenas se filtran vandalizando la protesta, sin que hasta la presente se tengan los instrumentos legales para controlar esta situación. En los estadios de futbol se generan riñas por parte de algunos desadaptados, con armas blancas y objetos contundentes, ocasionándose lesiones y en ocasiones la muerte.
Recientemente, un individuo arrojó una navaja al campo de juego, que tuvo la reacción airada del burgomaestre de la ciudad de Medellín, no obstante, la respuesta de los organismos rectores del Fútbol, y de la misma Fiscalía fue tibia, desperdiciándose la ocasión de sentar un precedente para las mal llamadas “barras bravas”.
El los litigios el derecho a disentir se canaliza a través de los recursos, y es una oportunidad para que el apelante de manera respetuosa y civilizada, exprese los puntos en los que disiente, poniéndolos en consideración del superior jerárquico para que en derecho, decida sobre el asunto.
En este orden de ideas, se puede disentir de algunas decisiones en los planes y programas de la administración municipal, como por ejemplo la falta de planeación en el arreglo de las calles. Es bueno que se arreglen las vías, pero se recomienda que haya orden a efectos de evitar el caos vehicular, Otra: Es bueno que se piense en la recreación con la remodelación de parques y plazas, lo censurable es que se debió priorizar en el acueducto de Valledupar, que requiere de un plan estratégico que garantice el servicio en los próximos cincuenta años.
También se puede disentir, respetuosamente, sobre algunas decisiones que toman las academias de la lengua, y es con lo que quiero cerrar este editorial. Sucede que la expresión: “Subir para arriba” y “bajar para abajo” ha sido avalada por la RAE (Real Academia Española) con el argumento siguiente: “Es un fenómeno normal en la lengua, son expresiones redundantes pero útiles en la lengua hablada. No cabe censurarlas.
Asimismo, la RAE avaló la expresión “el calor” o “la calor” como correctos. Haciendo uso de mí derecho a disentir, manifiesto mi perfecto desacuerdo con estas decisiones pues considero que en el primer caso, hay una censurable redundancia, y en el segundo, se trata del sustantivo “calor”, que es masculino, no femenino. Concluyo parodiando un poco la frase de Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dice la RAE, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo”.
El derecho a opinar es quizá una de las más importantes conquistas del derecho moderno, y columna vertebral de las libertades individuales. Desde luego, no es ni con mucho, un derecho absoluto, pues tiene como límite la honra y el buen nombre de los demás. Pues bien, a muchos le ha costado pensar diferente al […]
El derecho a opinar es quizá una de las más importantes conquistas del derecho moderno, y columna vertebral de las libertades individuales. Desde luego, no es ni con mucho, un derecho absoluto, pues tiene como límite la honra y el buen nombre de los demás. Pues bien, a muchos le ha costado pensar diferente al régimen, al punto que han sido victimizados, un ejemplo puntual lo encontramos en los cientos de líderes sociales asesinados a la fecha, sin que se conozcan los autores de estos hechos.
Las protestas sociales, son una forma de disentir, y la falta de regulación ha servido de acicate. Hoy los estudiantes universitarios y los gremios, protestan por razones que se consideran justas, pero personas ajenas se filtran vandalizando la protesta, sin que hasta la presente se tengan los instrumentos legales para controlar esta situación. En los estadios de futbol se generan riñas por parte de algunos desadaptados, con armas blancas y objetos contundentes, ocasionándose lesiones y en ocasiones la muerte.
Recientemente, un individuo arrojó una navaja al campo de juego, que tuvo la reacción airada del burgomaestre de la ciudad de Medellín, no obstante, la respuesta de los organismos rectores del Fútbol, y de la misma Fiscalía fue tibia, desperdiciándose la ocasión de sentar un precedente para las mal llamadas “barras bravas”.
El los litigios el derecho a disentir se canaliza a través de los recursos, y es una oportunidad para que el apelante de manera respetuosa y civilizada, exprese los puntos en los que disiente, poniéndolos en consideración del superior jerárquico para que en derecho, decida sobre el asunto.
En este orden de ideas, se puede disentir de algunas decisiones en los planes y programas de la administración municipal, como por ejemplo la falta de planeación en el arreglo de las calles. Es bueno que se arreglen las vías, pero se recomienda que haya orden a efectos de evitar el caos vehicular, Otra: Es bueno que se piense en la recreación con la remodelación de parques y plazas, lo censurable es que se debió priorizar en el acueducto de Valledupar, que requiere de un plan estratégico que garantice el servicio en los próximos cincuenta años.
También se puede disentir, respetuosamente, sobre algunas decisiones que toman las academias de la lengua, y es con lo que quiero cerrar este editorial. Sucede que la expresión: “Subir para arriba” y “bajar para abajo” ha sido avalada por la RAE (Real Academia Española) con el argumento siguiente: “Es un fenómeno normal en la lengua, son expresiones redundantes pero útiles en la lengua hablada. No cabe censurarlas.
Asimismo, la RAE avaló la expresión “el calor” o “la calor” como correctos. Haciendo uso de mí derecho a disentir, manifiesto mi perfecto desacuerdo con estas decisiones pues considero que en el primer caso, hay una censurable redundancia, y en el segundo, se trata del sustantivo “calor”, que es masculino, no femenino. Concluyo parodiando un poco la frase de Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dice la RAE, pero defenderé con mi vida su derecho a decirlo”.