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Columnista - 15 marzo, 2010

El debate electoral y la paz

Por: Imelda Daza Cotes A propósito de las elecciones de ayer la prensa escrita se ha expandido en informes, análisis y comentarios. Al leerlos desde el exterior sorprende cómo tantos columnistas de periódicos nacionales, regionales y locales insisten en plantear las aberrantes fallas del proceso electoral. Se ha dicho que el paramilitarismo va a ser […]

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Por: Imelda Daza Cotes
A propósito de las elecciones de ayer la prensa escrita se ha expandido en informes, análisis y comentarios. Al leerlos desde el exterior sorprende cómo tantos columnistas de periódicos nacionales, regionales y locales insisten en plantear las aberrantes fallas del proceso electoral.
Se ha dicho que el paramilitarismo va a ser elegido en cuerpo ajeno, que entre los aspirantes hay 80 candidatos herederos de la parapolítica, que se trata de legalizar los caudales políticos logrados de manera ilegítima, que la violencia impacta el proceso electoral porque se presiona a los electores con armas y con dinero y por lo tanto no todos los votos son libres, que algunos grupos políticos, con gran opción electoral, están conformados por personajes involucrados en procesos judiciales de origen diverso. Se ha podido leer además que los comicios eran de maquinaria más que de opinión. Esto parecería lo más grave.
En Colombia las maquinarias electorales han sido tradicionalmente aplastantes porque se han construido a partir de la violación de elementales derechos ciudadanos, implementando prácticas políticas como la eliminación del contrario, la negación del otro o su desaparición, el uso abusivo del poder en beneficio particular y la manipulación de la opinión ciudadana. En esas condiciones es muy difícil que los electores opten libre y espontáneamente por los mejores candidatos. Son los vicios de las democracias recortadas y acomodadas a los intereses de unos pocos. Las campañas políticas son pobres en ideas, no hay discusión política y menos debate ideológico. Las consignas de muchos candidatos dan grima por la frivolidad, la falta de contenido, reflejan claramente que el interés no se centra en la búsqueda de soluciones a los problemas del país. Se trata fundamentalmente de amarrar votos y lograr, como sea, una curul para disfrutar de las gabelas que ella garantiza. En esas condiciones es comprensible la posición de quienes promueven el voto en blanco. Es una forma acertada de protestar contra todas esas prácticas que cercenan la democracia.
Pero con todo, hay espacio para el optimismo. Las noticias dan cuenta también de numerosas organizaciones y grupos políticos que con gran esfuerzo y mucho coraje cuestionan ese quehacer electoral y plantean un debate serio y necesario. Las elecciones pueden llegar a ser un instrumento de cambio eficaz aunque el acto de votar no sea lo más importante  en la vida democrática de un país. Lo fundamental es el equilibrio de poderes, la existencia de una prensa libre y autónoma y el respeto al estado de derecho. Estas condiciones sumadas a unas elecciones libres y honradas permiten el desarrollo de una democracia política y evitan los abusos de poder por parte de quienes gobiernan. Examinado el actual gobierno a la luz de estos requisitos democráticos hay que decir que todos han sido recortados. En ese sentido la reciente decisión de la Corte Constitucional fue salvadora y alentadora
Ahora se viene el debate electoral por la presidencia. Los problemas del país son muchos y muy graves. Hay que insistir en el debate, en la discusión amplia y abierta. Es saludable, es enriquecedor, es la forma correcta de hacer política y los medios deben disponerse a informar y a generar más opinión. Los ciudadanos tienen derecho a decidir, según sus propios criterios, libres de manipulaciones, de falsas promesas, de engaños y mentiras.
La paz del país debe ser la preocupación central, tiene que ser el eje del debate y ahí entra en juego el tema de las bases militares. A ver qué dicen los candidatos al respecto. Qué compromisos adquieren. Qué proponen. Que la ciudadanía sepa a qué atenerse y si vota por sus verdugos que al menos sea consciente del riesgo que asume. Pero confiemos en que la mayoría de los colombianos serán sensatos  y optarán por la reconciliación y la convivencia pacífica en vez de los odios y la guerra.

Columnista
15 marzo, 2010

El debate electoral y la paz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Imelda Daza Cotes

Por: Imelda Daza Cotes A propósito de las elecciones de ayer la prensa escrita se ha expandido en informes, análisis y comentarios. Al leerlos desde el exterior sorprende cómo tantos columnistas de periódicos nacionales, regionales y locales insisten en plantear las aberrantes fallas del proceso electoral. Se ha dicho que el paramilitarismo va a ser […]


Por: Imelda Daza Cotes
A propósito de las elecciones de ayer la prensa escrita se ha expandido en informes, análisis y comentarios. Al leerlos desde el exterior sorprende cómo tantos columnistas de periódicos nacionales, regionales y locales insisten en plantear las aberrantes fallas del proceso electoral.
Se ha dicho que el paramilitarismo va a ser elegido en cuerpo ajeno, que entre los aspirantes hay 80 candidatos herederos de la parapolítica, que se trata de legalizar los caudales políticos logrados de manera ilegítima, que la violencia impacta el proceso electoral porque se presiona a los electores con armas y con dinero y por lo tanto no todos los votos son libres, que algunos grupos políticos, con gran opción electoral, están conformados por personajes involucrados en procesos judiciales de origen diverso. Se ha podido leer además que los comicios eran de maquinaria más que de opinión. Esto parecería lo más grave.
En Colombia las maquinarias electorales han sido tradicionalmente aplastantes porque se han construido a partir de la violación de elementales derechos ciudadanos, implementando prácticas políticas como la eliminación del contrario, la negación del otro o su desaparición, el uso abusivo del poder en beneficio particular y la manipulación de la opinión ciudadana. En esas condiciones es muy difícil que los electores opten libre y espontáneamente por los mejores candidatos. Son los vicios de las democracias recortadas y acomodadas a los intereses de unos pocos. Las campañas políticas son pobres en ideas, no hay discusión política y menos debate ideológico. Las consignas de muchos candidatos dan grima por la frivolidad, la falta de contenido, reflejan claramente que el interés no se centra en la búsqueda de soluciones a los problemas del país. Se trata fundamentalmente de amarrar votos y lograr, como sea, una curul para disfrutar de las gabelas que ella garantiza. En esas condiciones es comprensible la posición de quienes promueven el voto en blanco. Es una forma acertada de protestar contra todas esas prácticas que cercenan la democracia.
Pero con todo, hay espacio para el optimismo. Las noticias dan cuenta también de numerosas organizaciones y grupos políticos que con gran esfuerzo y mucho coraje cuestionan ese quehacer electoral y plantean un debate serio y necesario. Las elecciones pueden llegar a ser un instrumento de cambio eficaz aunque el acto de votar no sea lo más importante  en la vida democrática de un país. Lo fundamental es el equilibrio de poderes, la existencia de una prensa libre y autónoma y el respeto al estado de derecho. Estas condiciones sumadas a unas elecciones libres y honradas permiten el desarrollo de una democracia política y evitan los abusos de poder por parte de quienes gobiernan. Examinado el actual gobierno a la luz de estos requisitos democráticos hay que decir que todos han sido recortados. En ese sentido la reciente decisión de la Corte Constitucional fue salvadora y alentadora
Ahora se viene el debate electoral por la presidencia. Los problemas del país son muchos y muy graves. Hay que insistir en el debate, en la discusión amplia y abierta. Es saludable, es enriquecedor, es la forma correcta de hacer política y los medios deben disponerse a informar y a generar más opinión. Los ciudadanos tienen derecho a decidir, según sus propios criterios, libres de manipulaciones, de falsas promesas, de engaños y mentiras.
La paz del país debe ser la preocupación central, tiene que ser el eje del debate y ahí entra en juego el tema de las bases militares. A ver qué dicen los candidatos al respecto. Qué compromisos adquieren. Qué proponen. Que la ciudadanía sepa a qué atenerse y si vota por sus verdugos que al menos sea consciente del riesgo que asume. Pero confiemos en que la mayoría de los colombianos serán sensatos  y optarán por la reconciliación y la convivencia pacífica en vez de los odios y la guerra.