En febrero la humanidad era una acumulación de afanes y propósitos particulares para buscar bienestar, sin pensar en los otros y mucho menos en la solidaridad humana, solo nos interesaba crecer, vender, gastar y mostrar.Nunca nos preocupó el medio ambiente, excepto para explotarlo a través de los recursos naturales y de un turismo excedido que […]
En febrero la humanidad era una acumulación de afanes y propósitos particulares para buscar bienestar, sin pensar en los otros y mucho menos en la solidaridad humana, solo nos interesaba crecer, vender, gastar y mostrar.
Nunca nos preocupó el medio ambiente, excepto para explotarlo a través de los recursos naturales y de un turismo excedido que aniquila las tradiciones y la cultura; ni el consumismo desbordado, por ser productivos; la industria de combustibles fósiles que no paraba; países ricos que de ningún modo pensaban en los países pobres, jamás imaginaron una situación de las proporciones de la pandemia.Ni siquiera en plena era de la inteligencia artificial se pudo predecir un fenómeno que desnudó nuestras miserias; a sociedades del primer mundo, como se hacían llamar, les tocó ver cadáveres en las calles, hospitales de campaña, líderes nerviosos y sin saber qué hacer, acorralados por una situación inesperada, que obligó al cierre de negocios y grandes fábricas, las cuales con lo que sí contribuían era con contaminación y algunas con trabajo forzado que tanto rebaja la dignidad humana.
Lo mismo pasó en el segundo y tercer mundo, como nos han clasificado para indicar distintas categorías humanas, una forma excluyente del racismo moderno. Unas Categorías que el Coronavirus no distingue ni reconoce y puso en evidencia, en todo el planeta, a dirigentes nefastos quienes han contribuido a este acrecentar las dimensiones del desastre que estamos viviendo y, aún, se resisten a aceptar que es necesario cambiar las políticas para gobernar; por eso, ni si quiera lo insinuaron y volvieron a la normalidad.
Pero está llegando de manera escalonada una segunda ola y con mayor fuerza, los que asumieron que ya todo había pasado, hoy viven sus peores horas e increíblemente, han sido los más afectados, por la soberbia y la mala planeación para enfrentar este fenómeno, como si fuera poco, ante la dificultad, ciudadanos se enfrentan en las calles por recuperar el bienestar que solo volverá cuando nos pongamos de acuerdo en temas fundamentales que afectan la raza humana.
La pandemia ha expuesto lo que somos, personas de carne y hueso, frágiles, pero llenas de egos, tentaciones y sin temor de nada, que ante una circuntacia extrema nos derrumbamos porque no estamos preparados para el fracaso y la dificultad, aquí es donde hay que replantear el futuro desde un punto de vista más solidario y humanitario.
En la pandemia todos perdimos y seguimos perdiendo porque esto no ha terminado, la vacuna es una válvula de oxígeno, pero no es la solución; el coronavirus se quedará con nosotros, queramos o no, la pandemia nos cambió; esos que se aferran a lo material y que están encerrados en sí mismos, seguirán viviendo de las frustraciones y recuerdos; mientras que los resilientes y esperanzados, lucharán y saldrán adelante en comunidad, esta coyuntura, para quien la sepa asumir, podrá marcar un nuevo inicio, reflexivo y razonable para vivir mejor, con armonía y con un pensamiento abierto, porque, sin duda, vendrán nuevas pandemias y debemos estar preparados. @JACOBOSOLANOC*
En febrero la humanidad era una acumulación de afanes y propósitos particulares para buscar bienestar, sin pensar en los otros y mucho menos en la solidaridad humana, solo nos interesaba crecer, vender, gastar y mostrar.Nunca nos preocupó el medio ambiente, excepto para explotarlo a través de los recursos naturales y de un turismo excedido que […]
En febrero la humanidad era una acumulación de afanes y propósitos particulares para buscar bienestar, sin pensar en los otros y mucho menos en la solidaridad humana, solo nos interesaba crecer, vender, gastar y mostrar.
Nunca nos preocupó el medio ambiente, excepto para explotarlo a través de los recursos naturales y de un turismo excedido que aniquila las tradiciones y la cultura; ni el consumismo desbordado, por ser productivos; la industria de combustibles fósiles que no paraba; países ricos que de ningún modo pensaban en los países pobres, jamás imaginaron una situación de las proporciones de la pandemia.Ni siquiera en plena era de la inteligencia artificial se pudo predecir un fenómeno que desnudó nuestras miserias; a sociedades del primer mundo, como se hacían llamar, les tocó ver cadáveres en las calles, hospitales de campaña, líderes nerviosos y sin saber qué hacer, acorralados por una situación inesperada, que obligó al cierre de negocios y grandes fábricas, las cuales con lo que sí contribuían era con contaminación y algunas con trabajo forzado que tanto rebaja la dignidad humana.
Lo mismo pasó en el segundo y tercer mundo, como nos han clasificado para indicar distintas categorías humanas, una forma excluyente del racismo moderno. Unas Categorías que el Coronavirus no distingue ni reconoce y puso en evidencia, en todo el planeta, a dirigentes nefastos quienes han contribuido a este acrecentar las dimensiones del desastre que estamos viviendo y, aún, se resisten a aceptar que es necesario cambiar las políticas para gobernar; por eso, ni si quiera lo insinuaron y volvieron a la normalidad.
Pero está llegando de manera escalonada una segunda ola y con mayor fuerza, los que asumieron que ya todo había pasado, hoy viven sus peores horas e increíblemente, han sido los más afectados, por la soberbia y la mala planeación para enfrentar este fenómeno, como si fuera poco, ante la dificultad, ciudadanos se enfrentan en las calles por recuperar el bienestar que solo volverá cuando nos pongamos de acuerdo en temas fundamentales que afectan la raza humana.
La pandemia ha expuesto lo que somos, personas de carne y hueso, frágiles, pero llenas de egos, tentaciones y sin temor de nada, que ante una circuntacia extrema nos derrumbamos porque no estamos preparados para el fracaso y la dificultad, aquí es donde hay que replantear el futuro desde un punto de vista más solidario y humanitario.
En la pandemia todos perdimos y seguimos perdiendo porque esto no ha terminado, la vacuna es una válvula de oxígeno, pero no es la solución; el coronavirus se quedará con nosotros, queramos o no, la pandemia nos cambió; esos que se aferran a lo material y que están encerrados en sí mismos, seguirán viviendo de las frustraciones y recuerdos; mientras que los resilientes y esperanzados, lucharán y saldrán adelante en comunidad, esta coyuntura, para quien la sepa asumir, podrá marcar un nuevo inicio, reflexivo y razonable para vivir mejor, con armonía y con un pensamiento abierto, porque, sin duda, vendrán nuevas pandemias y debemos estar preparados. @JACOBOSOLANOC*