El compositor, folclorista e investigador, Rosendo Romero Ospino, analiza un tema que anda de boca en boca pero que no es un asunto ligero: quedan pocos juglares y aún no hay una dimensión real de la palabra juglar.
Los gestores de cultura no están para discutir si no para generar cultura. El 11 de febrero del 2018 publiqué en nuestro diario EL PILÓN y el Diario del Norte, el resultado de mi investigación: “Juglares y trovadores”. Anterior a este estudio nadie se había dado el trabajo de hacer algo similar. Con el festival vallenato, de la noche a la mañana alguien empezó a llamar “juglar” a nuestros acordeonistas pioneros, alguien decidió llamarlos: “juglar”. Una palabra que no era nuestra, seguramente esa persona hizo el estudio comparativo entre el juglar del sur de Francia (Provenza) y el músico del Magdalena Grande, y concluyó: ¡Son Juglares también! lo cierto es que la palabra es bonita y nos gustó, inquieto por la palabra revisé lo que se dice de Provenza, transcribo parte de lo que publiqué; a saber:
La palabra juglar se menciona en castellano por primera vez en 1116, época en la que aparecen los juglares en León, según afirma Ramón Menéndez Pidal en un estudio que realizó, titulado “Poesía juglaresca y orígenes de la poesía romántica” (1957). La palabra juglar viene del latín jocularis, joculator, adjetivo relacionado con el entretenimiento, juego y placer, que se deriva como un sufijo-aris de ioculus (pequeño placer o juego), diminutivo de iocus (entretenimiento, juego de palabras, placer, chanza, bromas). Jocus es juego. La primera definición de juglar en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es: Chistoso, picaresco. El diccionario juglaresco define juglar como hombre que por dinero y ante el pueblo cantaba, bailaba o hacia juegos y truhanerías.
Por su parte, el semiólogo francés, Patrice Pavis, acoge el sentido de equivalencia que se le da a juglar y malabarista en muchos países europeos: “bateleur” en francés; “juggler”, en inglés; y “gaukler”, en alemán. De ahí que juglar sea, en el medio histórico-medieval, un término genérico en el que se incluyan farsantes, charlatanes, saltimbanquis, feriantes, acróbatas, incluso barberos, dentistas y amaestradores de animales. No es mucho lo que se realza al músico vallenato si le decimos juglar, quizás sería mejor decirles acordeonistas, o si lo prefiere acordeonero vallenato.
La actividad o espectáculos de los del juglares era lo más parecido a un grupo circense porque iban de una población a la otra, comúnmente eran de origen humilde, y normalmente tenían éxito con las actividades en las plazas públicas de las poblaciones de aquella época, su espectáculo incluía acrobacia, juegos de azar, cantos, recitaban poemas de grandes trovadores, algunos era robados y cambiados o más bien adaptados a otras letras, hacían actos cómicos, imitaciones, actos de crítica, picardía y bufonadas, todo esto lo hacían a cambio de una paga, regalos, reconocimientos, alimentos, usaban disfraces grotescos o ropas llamativas, cuando tenían mucho éxito usaban ropas elegantes, eran músicos empíricos de algún instrumento de cuerdas, cantaban canciones las cuales eran de los trovadores, igual que los poemas eran robadas, y le cambiaban la letra para dar noticias.
Los juglares se conformaban en grupo. Pero, existían otros tipos de juglares incluso juglares solitarios, los cuales también iban de fiesta en fiesta, juglares cortesanos quienes se convirtieron en los bufones de la comedia del siglo de oro. Existen otras categorías de juglares; los de mayor habilidad y éxito eran llevados a las altas cortes para los grandes banquetes de los reyes.
Ya definimos como eran los Juglares de la edad media, ahora miremos como es un juglar vallenato, analicemos a ver si se parecen. Nuestros primeros acordeonistas eran verseadores repentistas, tocaban por dinero, y amenizaban con su acordeón las fiestas patronales en las plazas públicas, patios, fincas, contaban chistes, viajaban de pueblo en pueblo, y tocaban el acordeón a cambio de dinero regalos, amores y grandes amigos.
Eran de extracción humildes, solían apropiarse de canciones de otros autores, se sabe de muchas canciones vallenatas que son de otros compositores y ellos tomaron los temas, las músicas y le acomodaron otras letras; eran músicos empíricos y en realidad las canciones eran el periódico de la época, en relación con las otras actividades que ejercían los juglares de Provenza, se quedaban cortos, gracias a Dios; porque nuestros juglares no son tramoyeros, truhanes- farsantes, adivinadores de la suerte, bufones, saltimbanquis, ni sacamuelas.
El ingenio creativo del arte era el oficio para generar ingreso en ambos juglares, (Provenza y Magdalena Grande) todas las habilidades, actitudes y talento tenían como objetivo el oficio de alegrarle la vida a otros. Pregunta: ¿Quiénes son los que nos alegran la vida hoy en día? ¿Van de pueblo en pueblo? ¿Sí o no? Damas y caballeros la similitud está en el oficio.
El proceso histórico de nuestra música nos arroja, El juglar campesino ágrafo, y al juglar citadino académico, siendo el primero el paradigma y su obra reconocida por la Unesco como patrimonio intangible de la humanidad.
Rosendo Romero/ EL PILÓN
El compositor, folclorista e investigador, Rosendo Romero Ospino, analiza un tema que anda de boca en boca pero que no es un asunto ligero: quedan pocos juglares y aún no hay una dimensión real de la palabra juglar.
Los gestores de cultura no están para discutir si no para generar cultura. El 11 de febrero del 2018 publiqué en nuestro diario EL PILÓN y el Diario del Norte, el resultado de mi investigación: “Juglares y trovadores”. Anterior a este estudio nadie se había dado el trabajo de hacer algo similar. Con el festival vallenato, de la noche a la mañana alguien empezó a llamar “juglar” a nuestros acordeonistas pioneros, alguien decidió llamarlos: “juglar”. Una palabra que no era nuestra, seguramente esa persona hizo el estudio comparativo entre el juglar del sur de Francia (Provenza) y el músico del Magdalena Grande, y concluyó: ¡Son Juglares también! lo cierto es que la palabra es bonita y nos gustó, inquieto por la palabra revisé lo que se dice de Provenza, transcribo parte de lo que publiqué; a saber:
La palabra juglar se menciona en castellano por primera vez en 1116, época en la que aparecen los juglares en León, según afirma Ramón Menéndez Pidal en un estudio que realizó, titulado “Poesía juglaresca y orígenes de la poesía romántica” (1957). La palabra juglar viene del latín jocularis, joculator, adjetivo relacionado con el entretenimiento, juego y placer, que se deriva como un sufijo-aris de ioculus (pequeño placer o juego), diminutivo de iocus (entretenimiento, juego de palabras, placer, chanza, bromas). Jocus es juego. La primera definición de juglar en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es: Chistoso, picaresco. El diccionario juglaresco define juglar como hombre que por dinero y ante el pueblo cantaba, bailaba o hacia juegos y truhanerías.
Por su parte, el semiólogo francés, Patrice Pavis, acoge el sentido de equivalencia que se le da a juglar y malabarista en muchos países europeos: “bateleur” en francés; “juggler”, en inglés; y “gaukler”, en alemán. De ahí que juglar sea, en el medio histórico-medieval, un término genérico en el que se incluyan farsantes, charlatanes, saltimbanquis, feriantes, acróbatas, incluso barberos, dentistas y amaestradores de animales. No es mucho lo que se realza al músico vallenato si le decimos juglar, quizás sería mejor decirles acordeonistas, o si lo prefiere acordeonero vallenato.
La actividad o espectáculos de los del juglares era lo más parecido a un grupo circense porque iban de una población a la otra, comúnmente eran de origen humilde, y normalmente tenían éxito con las actividades en las plazas públicas de las poblaciones de aquella época, su espectáculo incluía acrobacia, juegos de azar, cantos, recitaban poemas de grandes trovadores, algunos era robados y cambiados o más bien adaptados a otras letras, hacían actos cómicos, imitaciones, actos de crítica, picardía y bufonadas, todo esto lo hacían a cambio de una paga, regalos, reconocimientos, alimentos, usaban disfraces grotescos o ropas llamativas, cuando tenían mucho éxito usaban ropas elegantes, eran músicos empíricos de algún instrumento de cuerdas, cantaban canciones las cuales eran de los trovadores, igual que los poemas eran robadas, y le cambiaban la letra para dar noticias.
Los juglares se conformaban en grupo. Pero, existían otros tipos de juglares incluso juglares solitarios, los cuales también iban de fiesta en fiesta, juglares cortesanos quienes se convirtieron en los bufones de la comedia del siglo de oro. Existen otras categorías de juglares; los de mayor habilidad y éxito eran llevados a las altas cortes para los grandes banquetes de los reyes.
Ya definimos como eran los Juglares de la edad media, ahora miremos como es un juglar vallenato, analicemos a ver si se parecen. Nuestros primeros acordeonistas eran verseadores repentistas, tocaban por dinero, y amenizaban con su acordeón las fiestas patronales en las plazas públicas, patios, fincas, contaban chistes, viajaban de pueblo en pueblo, y tocaban el acordeón a cambio de dinero regalos, amores y grandes amigos.
Eran de extracción humildes, solían apropiarse de canciones de otros autores, se sabe de muchas canciones vallenatas que son de otros compositores y ellos tomaron los temas, las músicas y le acomodaron otras letras; eran músicos empíricos y en realidad las canciones eran el periódico de la época, en relación con las otras actividades que ejercían los juglares de Provenza, se quedaban cortos, gracias a Dios; porque nuestros juglares no son tramoyeros, truhanes- farsantes, adivinadores de la suerte, bufones, saltimbanquis, ni sacamuelas.
El ingenio creativo del arte era el oficio para generar ingreso en ambos juglares, (Provenza y Magdalena Grande) todas las habilidades, actitudes y talento tenían como objetivo el oficio de alegrarle la vida a otros. Pregunta: ¿Quiénes son los que nos alegran la vida hoy en día? ¿Van de pueblo en pueblo? ¿Sí o no? Damas y caballeros la similitud está en el oficio.
El proceso histórico de nuestra música nos arroja, El juglar campesino ágrafo, y al juglar citadino académico, siendo el primero el paradigma y su obra reconocida por la Unesco como patrimonio intangible de la humanidad.
Rosendo Romero/ EL PILÓN