La renuncia del señor Néstor Humberto Martínez como Fiscal General de la Nación provocó un terremoto a gran escala en el Estado colombiano, su dimisión está acompañada por la salida de la vicefiscal María Paulina Riveros y una virulenta despedida con la que pretende recubrir de dignidad su tardía abdicación. En el contexto de la […]
La renuncia del señor Néstor Humberto Martínez como Fiscal General de la Nación provocó un terremoto a gran escala en el Estado colombiano, su dimisión está acompañada por la salida de la vicefiscal María Paulina Riveros y una virulenta despedida con la que pretende recubrir de dignidad su tardía abdicación.
En el contexto de la situación la renuncia que presenta el señor Martínez Neira es un hecho político ante una situación jurídica, pero el hecho político debería ser generada por otro hecho igualmente político; es decir, si el señor Néstor Martínez quería hacer valer su dignidad como afirma en los medios, su renuncia debió presentarla cuando las objeciones a la ley estatutaria de la JEP se hundieron en el Congreso, ese era el hecho político y su renuncia hubiera respondido a esa situación concreta, razones sobraban, el fiscal se había apropiado de esas objeciones presidenciales, se había convertido en el portavoz del gobierno frente al Congreso, impulsando esas propuestas y actuaba en ese caso particular como un agente político; pero justificar su renuncia por la decisión de la JEP en no acceder a la extradición de Santrich no es más que la demostración de la grotesca soberbia de oscuros personajes del Estado en el que Néstor Humberto Martínez es uno más que nos hace padecer a todos en este círculo de la divina comedia llamado Colombia.
No es la dignidad la que motiva renuncias en este país, es la soberbia, recordemos que el señor Alejandro Ordoñez no renunció por las derrotas que sufrió en casos emblemáticos en épocas de su Procuraduría, revocaron la sanción que impuso a Alonso Salazar y a su archienemigo Gustavo Petro; ni siquiera en este último caso mostró Ordoñez una actitud dimitente, sólo lo hizo cuando sabía que su suerte estaba cantada en el Consejo de Estado por una reelección fraudulenta, pero prefirió tirar con desdén su carta de renuncia recurriendo a una inexistente dignidad, pero era la soberbia dominando todos los movimientos del exprocurador.
La soberbia es esa piscina olímpica donde clavadistas expertos como Néstor Humberto Martínez hacen su mejor salto y mientras caen cada uno de sus movimientos han sido cuidadosamente practicados, así cada palabra, cada gesto y la forma como caen no escapan al análisis de estos clavadistas. La renuncia del Fiscal General traerá duras consecuencias y agitará el mundo político y eso lo sabe muy bien Martínez Neira, creando una crisis institucional mientras prepara su nuevo clavado.
La renuncia del señor Néstor Humberto Martínez como Fiscal General de la Nación provocó un terremoto a gran escala en el Estado colombiano, su dimisión está acompañada por la salida de la vicefiscal María Paulina Riveros y una virulenta despedida con la que pretende recubrir de dignidad su tardía abdicación. En el contexto de la […]
La renuncia del señor Néstor Humberto Martínez como Fiscal General de la Nación provocó un terremoto a gran escala en el Estado colombiano, su dimisión está acompañada por la salida de la vicefiscal María Paulina Riveros y una virulenta despedida con la que pretende recubrir de dignidad su tardía abdicación.
En el contexto de la situación la renuncia que presenta el señor Martínez Neira es un hecho político ante una situación jurídica, pero el hecho político debería ser generada por otro hecho igualmente político; es decir, si el señor Néstor Martínez quería hacer valer su dignidad como afirma en los medios, su renuncia debió presentarla cuando las objeciones a la ley estatutaria de la JEP se hundieron en el Congreso, ese era el hecho político y su renuncia hubiera respondido a esa situación concreta, razones sobraban, el fiscal se había apropiado de esas objeciones presidenciales, se había convertido en el portavoz del gobierno frente al Congreso, impulsando esas propuestas y actuaba en ese caso particular como un agente político; pero justificar su renuncia por la decisión de la JEP en no acceder a la extradición de Santrich no es más que la demostración de la grotesca soberbia de oscuros personajes del Estado en el que Néstor Humberto Martínez es uno más que nos hace padecer a todos en este círculo de la divina comedia llamado Colombia.
No es la dignidad la que motiva renuncias en este país, es la soberbia, recordemos que el señor Alejandro Ordoñez no renunció por las derrotas que sufrió en casos emblemáticos en épocas de su Procuraduría, revocaron la sanción que impuso a Alonso Salazar y a su archienemigo Gustavo Petro; ni siquiera en este último caso mostró Ordoñez una actitud dimitente, sólo lo hizo cuando sabía que su suerte estaba cantada en el Consejo de Estado por una reelección fraudulenta, pero prefirió tirar con desdén su carta de renuncia recurriendo a una inexistente dignidad, pero era la soberbia dominando todos los movimientos del exprocurador.
La soberbia es esa piscina olímpica donde clavadistas expertos como Néstor Humberto Martínez hacen su mejor salto y mientras caen cada uno de sus movimientos han sido cuidadosamente practicados, así cada palabra, cada gesto y la forma como caen no escapan al análisis de estos clavadistas. La renuncia del Fiscal General traerá duras consecuencias y agitará el mundo político y eso lo sabe muy bien Martínez Neira, creando una crisis institucional mientras prepara su nuevo clavado.