La primera ronda de la elección presidencial se realizó en un ambiente de paz y pluralismo. Es lo primero que destacamos. Asimismo, el resultado se entregó en forma oportuna, el sistema electoral fue confiable y salió fortalecido. Igualmente, los candidatos y las fuerzas políticas que los respaldaron aceptaron –sin objeción– los datos finales, lo que […]
La primera ronda de la elección presidencial se realizó en un ambiente de paz y pluralismo. Es lo primero que destacamos. Asimismo, el resultado se entregó en forma oportuna, el sistema electoral fue confiable y salió fortalecido. Igualmente, los candidatos y las fuerzas políticas que los respaldaron aceptaron –sin objeción– los datos finales, lo que robustece la democracia.
Se observa una polarización en el espectro electoral: la derecha y la izquierda marcan posiciones y se ofrecen como alternativas de gobierno en una democracia liberal como la nuestra. Esto no niega el peso, demostrado en los comicios, que tienen los sectores de centro en Colombia, tanto que definirán la suerte del nuevo inquilino de la Casa de Nariño.
La derecha tiene una larga tradición de gobierno en nuestro país. La izquierda nunca lo ha hecho. Los colombianos no conocemos, por experiencia propia, cómo gobierna la izquierda. Esta es una desventaja de este sistema que, como nueva alternativa, aparece como algo desconocido.
El largo conflicto armado no internacional de nuestra nación no ha permitido que la izquierda llegue al poder presidencial. En una democracia contemporánea, todas las alternativas son titulares del derecho de gobernar con sus ofertas políticas. La derecha, el centro o la izquierda tienen el mismo derecho de constituir el gobierno presidencial. Ni más faltaba. Este es un buen punto para esta democracia.
Buenos gobernantes pueden ser de derecha, centro e izquierda. Esta es una de las manifestaciones de fortaleza de una democracia. Como lo enseña Karl Popper, en su obra clásica, La sociedad abierta y sus enemigos, lo importante es que en un escenario democrático los cambios de gobiernos se realicen en forma pacífica y que se gobierne de la misma manera, por eso las elecciones presidenciales tienen que ser en paz.
Ningún candidato debe amenazar con desconocer los resultados electorales. La transparencia en los comicios ha hecho aparecer a la diosa Fortuna que con sus orientaciones ofrece la confianza que se requiere para la legitimidad de los datos finales. La diosa Fortuna nos ha acompañado y de seguro lo seguirá haciendo en este proceso.
Esperemos que el presidente que resulte elegido garantice el gobierno del bien común, como lo recomienda Aristóteles.
Un detalle no puede pasar desapercibido. Han sido derrotados los partidos políticos. Mi Partido Liberal ha sufrido un gran golpe y es necesario estudiar las causas de este declive. No por interés egoísta, es porque si desaparecen o si se debilitan estas instituciones, la democracia se empobrece. La democracia moderna es, ante todo y sobre todo, de partidos políticos. Sin estos se abre el camino a la personalización de la política y a la aparición y fortalecimiento de caudillos.
La democracia no es la forma de gobierno de los caudillos ni de los jefes. La personalización de la política es algo sumamente peligroso para la estabilidad de la democracia. En estas elecciones se observa la presencia de serios rasgos de la personalización de la política. No todo es color de rosa. Han sido unas elecciones en paz, transparentes y plurales, pero observo que a los partidos políticos les ha ido como a los perros en misa. Hay necesidad de salirle al paso a este peligroso fenómeno político. Grave. Hay que meditarlo y actuar.
La primera ronda de la elección presidencial se realizó en un ambiente de paz y pluralismo. Es lo primero que destacamos. Asimismo, el resultado se entregó en forma oportuna, el sistema electoral fue confiable y salió fortalecido. Igualmente, los candidatos y las fuerzas políticas que los respaldaron aceptaron –sin objeción– los datos finales, lo que […]
La primera ronda de la elección presidencial se realizó en un ambiente de paz y pluralismo. Es lo primero que destacamos. Asimismo, el resultado se entregó en forma oportuna, el sistema electoral fue confiable y salió fortalecido. Igualmente, los candidatos y las fuerzas políticas que los respaldaron aceptaron –sin objeción– los datos finales, lo que robustece la democracia.
Se observa una polarización en el espectro electoral: la derecha y la izquierda marcan posiciones y se ofrecen como alternativas de gobierno en una democracia liberal como la nuestra. Esto no niega el peso, demostrado en los comicios, que tienen los sectores de centro en Colombia, tanto que definirán la suerte del nuevo inquilino de la Casa de Nariño.
La derecha tiene una larga tradición de gobierno en nuestro país. La izquierda nunca lo ha hecho. Los colombianos no conocemos, por experiencia propia, cómo gobierna la izquierda. Esta es una desventaja de este sistema que, como nueva alternativa, aparece como algo desconocido.
El largo conflicto armado no internacional de nuestra nación no ha permitido que la izquierda llegue al poder presidencial. En una democracia contemporánea, todas las alternativas son titulares del derecho de gobernar con sus ofertas políticas. La derecha, el centro o la izquierda tienen el mismo derecho de constituir el gobierno presidencial. Ni más faltaba. Este es un buen punto para esta democracia.
Buenos gobernantes pueden ser de derecha, centro e izquierda. Esta es una de las manifestaciones de fortaleza de una democracia. Como lo enseña Karl Popper, en su obra clásica, La sociedad abierta y sus enemigos, lo importante es que en un escenario democrático los cambios de gobiernos se realicen en forma pacífica y que se gobierne de la misma manera, por eso las elecciones presidenciales tienen que ser en paz.
Ningún candidato debe amenazar con desconocer los resultados electorales. La transparencia en los comicios ha hecho aparecer a la diosa Fortuna que con sus orientaciones ofrece la confianza que se requiere para la legitimidad de los datos finales. La diosa Fortuna nos ha acompañado y de seguro lo seguirá haciendo en este proceso.
Esperemos que el presidente que resulte elegido garantice el gobierno del bien común, como lo recomienda Aristóteles.
Un detalle no puede pasar desapercibido. Han sido derrotados los partidos políticos. Mi Partido Liberal ha sufrido un gran golpe y es necesario estudiar las causas de este declive. No por interés egoísta, es porque si desaparecen o si se debilitan estas instituciones, la democracia se empobrece. La democracia moderna es, ante todo y sobre todo, de partidos políticos. Sin estos se abre el camino a la personalización de la política y a la aparición y fortalecimiento de caudillos.
La democracia no es la forma de gobierno de los caudillos ni de los jefes. La personalización de la política es algo sumamente peligroso para la estabilidad de la democracia. En estas elecciones se observa la presencia de serios rasgos de la personalización de la política. No todo es color de rosa. Han sido unas elecciones en paz, transparentes y plurales, pero observo que a los partidos políticos les ha ido como a los perros en misa. Hay necesidad de salirle al paso a este peligroso fenómeno político. Grave. Hay que meditarlo y actuar.