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Columnista - 18 octubre, 2023

El castigo por la insolencia ante los dioses 

En la teología de la mitología griega, el dios Apolo tiene importancia destacada.  Era, por excelencia, un dios consentido y consentidor, aunque no propiamente afortunado en el amor. 

En la teología de la mitología griega, el dios Apolo tiene importancia destacada.  Era, por excelencia, un dios consentido y consentidor, aunque no propiamente afortunado en el amor. 

Era el dios de la música y la poesía, de la naturaleza y su vegetación, floración y  fauna,  ríos y aguas cristalinas. 

Pero también un dios atento a las guerras, en la de los troyanos y griegos, por ejemplos, se puso de parte de aquellos y fue el facilitador de la muerte de Aquiles, por la flecha que alcanzó su talón vulnerable. 

Hijo de la diosa Leto y del dios Zeus, las circunstancias de su nacimiento no fueron  fáciles, porque la esposa de Zeus, la diosa Hera, entró en celos y no permitía que la diosa Ilitia, la partera del Olimpo, bajara a algún lugar de la tierra donde Leto pudiera dar a luz, primero, a la hija  mayor, Artemis,  y,  después,  a Apolo. A la postre ello fue posible,  porque Zeus, prevaricando, le hizo preciosos regalos a Heras, quien,  finalmente,  permitió el alumbramiento de los hermanos en la pequeñísima isla Ortigia, luego llamada Delos, en el centro del mar Egeo.

Muchos fueron los templos y  lugares oraculares, dedicados a Apolo,  no sólo en la Grecia continental, sino, también, en la Grecia extracontinental e insular. Cito dos, uno en la isla de Ortigia, Delos, por mutación,  en honor de su nacimiento allí y otro,  el más relevante, en el monte Parnaso, en Delfos.

Allí, practicándose  previamente el rito cultural, los  peregrinos preguntaban al dios sus profecías  a través de un médium, la pitia, quien,  después de haber hecho ofrendas al dios y mascado el  laurel, entraba en trance y pronunciaban los oráculos,  que comunicaba a  los sacerdotes del templo y estos a los consultantes, aunque parece ser que las profecías no servían para mucho. 

En el frontón del templo principal de Delfos se podía leer la siguiente inscripción, “conócete a ti mismo“, con la  que, como se sabe, el filósofo Sócrates hacía reflexionar a sus oyentes, útil a estos y también a quienes en la actualidad pudiéramos estar interesadas en conocer nuestro mundo interior y nuestras  limitaciones humanas,  disponiéndonos a la moderación y prudencia. 

El dios Apolo ponderaba estas virtudes, que,  para ilustrarlas, la mitología griega  narra con paradigmas, entre otros, los dos que siguen. 

Marsias,  era un sátiro salvaje, que tocaba la flauta, instrumento popular, y creyéndose el mejor músico, un día desafió al dios Apolo, quien tocaba la lira, un instrumento noble, a un concurso musical. Aquello era 

un despropósito de  parte de Marsias, empero Apolo lo aceptó, y ambos tocaron sus respectivos instrumentos maravillosamente bien, por lo cual,  Apolo le propuso que tocaran sus instrumentos al  revés, y  habiendo dado la vuelta a su lira, la tocó nuevamente lo mismo, y Narsias quiso hacer otro tanto, pero cuando volteó la flauta se dio cuenta de que a esta no se la puede tocar al revés, por lo cual recibió el castigo de la burla de los demás sátiros. 

En cambio, en Macho Bayo, La Guajira, ocurrió de manera diferente: Francisco El Hombre, en piqueria con el diablo, lo venció, haciendo sonar  su acordeón al revés.

Niobe,  divinidad griega,  padecía de hybris, inclusive ante los dioses,  como su padre Tántalo. Exigió culto para ella, al  ser  madre de muchos hijos, y se burló de la diosa Leto, quien sólo tenía dos, Apolo y Artemisa, por cuya insolencia recibió el castigo de la muerte de todos los suyos y ella convertida  en un bloque de mármol,  según nos cuenta el poeta romano Ovidio, en su Metamorfosis. Desde los montes de Pueblo [email protected]

Por Rodrigo López Barros.

Columnista
18 octubre, 2023

El castigo por la insolencia ante los dioses 

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

En la teología de la mitología griega, el dios Apolo tiene importancia destacada.  Era, por excelencia, un dios consentido y consentidor, aunque no propiamente afortunado en el amor. 


En la teología de la mitología griega, el dios Apolo tiene importancia destacada.  Era, por excelencia, un dios consentido y consentidor, aunque no propiamente afortunado en el amor. 

Era el dios de la música y la poesía, de la naturaleza y su vegetación, floración y  fauna,  ríos y aguas cristalinas. 

Pero también un dios atento a las guerras, en la de los troyanos y griegos, por ejemplos, se puso de parte de aquellos y fue el facilitador de la muerte de Aquiles, por la flecha que alcanzó su talón vulnerable. 

Hijo de la diosa Leto y del dios Zeus, las circunstancias de su nacimiento no fueron  fáciles, porque la esposa de Zeus, la diosa Hera, entró en celos y no permitía que la diosa Ilitia, la partera del Olimpo, bajara a algún lugar de la tierra donde Leto pudiera dar a luz, primero, a la hija  mayor, Artemis,  y,  después,  a Apolo. A la postre ello fue posible,  porque Zeus, prevaricando, le hizo preciosos regalos a Heras, quien,  finalmente,  permitió el alumbramiento de los hermanos en la pequeñísima isla Ortigia, luego llamada Delos, en el centro del mar Egeo.

Muchos fueron los templos y  lugares oraculares, dedicados a Apolo,  no sólo en la Grecia continental, sino, también, en la Grecia extracontinental e insular. Cito dos, uno en la isla de Ortigia, Delos, por mutación,  en honor de su nacimiento allí y otro,  el más relevante, en el monte Parnaso, en Delfos.

Allí, practicándose  previamente el rito cultural, los  peregrinos preguntaban al dios sus profecías  a través de un médium, la pitia, quien,  después de haber hecho ofrendas al dios y mascado el  laurel, entraba en trance y pronunciaban los oráculos,  que comunicaba a  los sacerdotes del templo y estos a los consultantes, aunque parece ser que las profecías no servían para mucho. 

En el frontón del templo principal de Delfos se podía leer la siguiente inscripción, “conócete a ti mismo“, con la  que, como se sabe, el filósofo Sócrates hacía reflexionar a sus oyentes, útil a estos y también a quienes en la actualidad pudiéramos estar interesadas en conocer nuestro mundo interior y nuestras  limitaciones humanas,  disponiéndonos a la moderación y prudencia. 

El dios Apolo ponderaba estas virtudes, que,  para ilustrarlas, la mitología griega  narra con paradigmas, entre otros, los dos que siguen. 

Marsias,  era un sátiro salvaje, que tocaba la flauta, instrumento popular, y creyéndose el mejor músico, un día desafió al dios Apolo, quien tocaba la lira, un instrumento noble, a un concurso musical. Aquello era 

un despropósito de  parte de Marsias, empero Apolo lo aceptó, y ambos tocaron sus respectivos instrumentos maravillosamente bien, por lo cual,  Apolo le propuso que tocaran sus instrumentos al  revés, y  habiendo dado la vuelta a su lira, la tocó nuevamente lo mismo, y Narsias quiso hacer otro tanto, pero cuando volteó la flauta se dio cuenta de que a esta no se la puede tocar al revés, por lo cual recibió el castigo de la burla de los demás sátiros. 

En cambio, en Macho Bayo, La Guajira, ocurrió de manera diferente: Francisco El Hombre, en piqueria con el diablo, lo venció, haciendo sonar  su acordeón al revés.

Niobe,  divinidad griega,  padecía de hybris, inclusive ante los dioses,  como su padre Tántalo. Exigió culto para ella, al  ser  madre de muchos hijos, y se burló de la diosa Leto, quien sólo tenía dos, Apolo y Artemisa, por cuya insolencia recibió el castigo de la muerte de todos los suyos y ella convertida  en un bloque de mármol,  según nos cuenta el poeta romano Ovidio, en su Metamorfosis. Desde los montes de Pueblo [email protected]

Por Rodrigo López Barros.