El homenaje al maestro Gustavo Gutiérrez es el mayor testimonio de que Valledupar sabe valorar a sus grandes, no solo con palabras, sino con actos de cariño y gratitud. Porque los homenajes, cuando se hacen en vida, llevan un significado más profundo, es un reconocimiento que no solo enaltece al homenajeado, sino que también fortalece nuestras raíces culturales.
Cuando pasan los años, uno va comprendiendo que lo más bello que tenemos como vallenatos no es solo nuestra historia o nuestras tradiciones, sino el legado inmortal de nuestra música. El vallenato ha brillado a lo largo del tiempo gracias a grandes voces, melodías excepcionales y pases que revolucionaron el género. Pero su esencia, lo que realmente lo hace eterno, son las letras que reflejan el alma de un pueblo.
El homenaje al maestro Gustavo Gutiérrez es el mayor testimonio de que Valledupar sabe valorar a sus grandes, no solo con palabras, sino con actos de cariño y gratitud. Porque los homenajes, cuando se hacen en vida, llevan un significado más profundo, es un reconocimiento que no solo enaltece al homenajeado, sino que también fortalece nuestras raíces culturales.
Recuerdo aquellas palabras de Gustavo: “Yo no tengo que ofrecerles, solo las canciones mías”. Y hoy, años después, los amantes del vallenato podemos afirmar que esas canciones son parte fundamental de nuestra música, como los pilares que sostienen este gran universo sonoro. No importa cuánto tiempo pase, las canciones de Gutiérrez siguen siendo un reflejo de nuestras vivencias, un eco de nuestras alegrías y tristezas, nuestra poesía hecha canción.
Es cierto que las nuevas generaciones también tienen historias que contar, pero el vallenato, en su esencia más pura, es vivencia. Es la crónica de una región que ha sabido transformar sus emociones en arte. Es poesía, es sentimiento. Y es lo más bello que tenemos, no solo como región, sino como país. A través de las buenas letras, transmitimos nuestra historia como territorio y mostramos nuestros valores como sociedad.
Por eso, eventos como este homenaje no solo son necesarios, son esperanzadores. Nos recuerdan que, aunque el tiempo pase, nuestra música sigue viva, conectándonos con lo más profundo de nuestras raíces. Y eso, sin duda, alegra el alma y nos llena de orgullo como vallenatos. Porque en cada canción, en cada verso, hay una parte de nosotros que sigue latiendo, que sigue contando nuestra historia.
La vida es un misterio sin explicación. Cuando estaba terminando la columna nos sorprendió a partida del maestro Luis Egurrola Hinojosa otro grande del vallenato, Al igual que nuestra música vallenata, la vida a veces está llena de alegrías, y otras veces de tristeza. Pero lo más importante son las múltiples muestras de cariño y admiración del pueblo vallenato por nuestros compositores
Alfredo Jones Sánchez – @alfredojonessan
El homenaje al maestro Gustavo Gutiérrez es el mayor testimonio de que Valledupar sabe valorar a sus grandes, no solo con palabras, sino con actos de cariño y gratitud. Porque los homenajes, cuando se hacen en vida, llevan un significado más profundo, es un reconocimiento que no solo enaltece al homenajeado, sino que también fortalece nuestras raíces culturales.
Cuando pasan los años, uno va comprendiendo que lo más bello que tenemos como vallenatos no es solo nuestra historia o nuestras tradiciones, sino el legado inmortal de nuestra música. El vallenato ha brillado a lo largo del tiempo gracias a grandes voces, melodías excepcionales y pases que revolucionaron el género. Pero su esencia, lo que realmente lo hace eterno, son las letras que reflejan el alma de un pueblo.
El homenaje al maestro Gustavo Gutiérrez es el mayor testimonio de que Valledupar sabe valorar a sus grandes, no solo con palabras, sino con actos de cariño y gratitud. Porque los homenajes, cuando se hacen en vida, llevan un significado más profundo, es un reconocimiento que no solo enaltece al homenajeado, sino que también fortalece nuestras raíces culturales.
Recuerdo aquellas palabras de Gustavo: “Yo no tengo que ofrecerles, solo las canciones mías”. Y hoy, años después, los amantes del vallenato podemos afirmar que esas canciones son parte fundamental de nuestra música, como los pilares que sostienen este gran universo sonoro. No importa cuánto tiempo pase, las canciones de Gutiérrez siguen siendo un reflejo de nuestras vivencias, un eco de nuestras alegrías y tristezas, nuestra poesía hecha canción.
Es cierto que las nuevas generaciones también tienen historias que contar, pero el vallenato, en su esencia más pura, es vivencia. Es la crónica de una región que ha sabido transformar sus emociones en arte. Es poesía, es sentimiento. Y es lo más bello que tenemos, no solo como región, sino como país. A través de las buenas letras, transmitimos nuestra historia como territorio y mostramos nuestros valores como sociedad.
Por eso, eventos como este homenaje no solo son necesarios, son esperanzadores. Nos recuerdan que, aunque el tiempo pase, nuestra música sigue viva, conectándonos con lo más profundo de nuestras raíces. Y eso, sin duda, alegra el alma y nos llena de orgullo como vallenatos. Porque en cada canción, en cada verso, hay una parte de nosotros que sigue latiendo, que sigue contando nuestra historia.
La vida es un misterio sin explicación. Cuando estaba terminando la columna nos sorprendió a partida del maestro Luis Egurrola Hinojosa otro grande del vallenato, Al igual que nuestra música vallenata, la vida a veces está llena de alegrías, y otras veces de tristeza. Pero lo más importante son las múltiples muestras de cariño y admiración del pueblo vallenato por nuestros compositores
Alfredo Jones Sánchez – @alfredojonessan