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Columnista - 24 marzo, 2022

El cambio demandado no es necedad 

La institucionalidad colombiana estaba menoscabada, con la economía legal en desastre, el dinero en manos de narcotraficantes y demás bandidos; las autoridades, algunas asustadas, el resto permeada por la ilegalidad. 

El cambio de régimen gubernamental (valga el énfasis) que la mayoría de los colombianos demandan, en realidad, hoy día, no es por ideología, sino por inconformismo. Comparable con aquello, que: “Tanto da la gota al cántaro…hasta que lo revienta”. Y, sinceramente, no necesito remontarme a la historia, porque lo que ha ocurrido y he visto desde que poseo uso de razón es suficiente para escribir esta columna.

Es incontrovertible, que toda persona normal siempre anhela seguridad para poder vivir por lo menos con mínimas afugias: seguridad de no ser asesinado, secuestrado, extorsionado, robado, atracado, especulado, discriminado, engañado, maltratado, este listado es tan extenso que no dispongo de espacio para enumerarlos. 

Mis contemporáneos y los nacidos 30 años atrás de la fecha de hoy, no ignoran que las distintas facciones guerrilleras desvirtuaron la seguridad de los colombianos, el peligro y la zozobra cundían a lo largo y ancho de todo el país, para colmos recurrieron a las mal llamadas ‘pescas milagrosas’, que generaron temor generalizado a transitar por las carreteras. 

La institucionalidad colombiana estaba menoscabada, con la economía legal en desastre, el dinero en manos de narcotraficantes y demás bandidos; las autoridades, algunas asustadas, el resto permeada por la ilegalidad. 

En medio de tan tremendo caos, con un presidente fanfarrón, de pronto aparece o consiguieron un ‘salvador’, con tal personaje, la dirigencia colombiana hace el famoso ‘Pacto de Ralito’, allí estuvieron presente, empresarios, ganaderos, políticos y corruptos de cuello blanco. Ante la hecatombe del país, el pueblo lo acoge y gobernó por dos períodos consecutivos, en los cuales predominó la perversidad de que el fin justifica los medios, afortunadamente, las altas cortes del poder judicial le truncaron la aspiración de permanecer como presidente, tal vez vitalicio, recurriendo y manteniéndose con el perverso argumento ya mencionado.

Reitero (creo que ya lo he dicho) que el expresidente Álvaro Uribe Vélez desperdició el acuerdo de paz firmado por Juan Manuel Santos. Tuvo la oportunidad de reivindicarse, colaborando en su proceso con el propósito de recomponer el país, desgraciadamente fue su feroz opositor, por tanto, no se me hiso raro su obtusa arenga a favor del reconteo de los votos del debate electoral recién pasado y su inconveniente sugerencia de que no fueran aceptados los resultados con argumentos no válidos y de por sí ilegales.

En nuestro país hay muchos politiqueros que siempre tildan de populistas a los políticos que se les oponen, a sabiendas de que los populistas siempre han sido ellos mismos, por hacer proselitismo con base en mentiras, pues nunca han cumplido lo prometido a los electores y mucho menos a los pobres. Ya el pueblo conoce las estrategias de los politiqueros; en consecuencia, no hayan qué hacer, por ende, sus tácticas son ramplonas y el hazmerreír de la gente, especialmente de la ciudadanía autorizada para elegir a sus gobernantes. 

La ciudadanía desea que los elegidos cumplan cabalmente con sus deberes; por ejemplo, que el presidente, los alcaldes y gobernadores regionales sean justos y honestos, que inviertan los recaudos de los impuestos (hay demasiados y cada vez más) en procura del bienestar general, que no se dilapiden en obras insulsas, que las obras indispensables no queden inconclusas, las cuales abundan por doquier, que no desfalquen los erarios en beneficios propios y de sus cómplices y tampoco para los financiadores de las campañas electorales. 

En fin, el cambio demandado no es necedad, sino una necesidad real. Si no llegamos a tener el cambio que minimice las necesidades de la gente pobre, nunca tendremos seguridad. Ojalá que los congresistas elegidos y el presidente que elegiremos propendan hacia el rumbo correcto.

Columnista
24 marzo, 2022

El cambio demandado no es necedad 

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

La institucionalidad colombiana estaba menoscabada, con la economía legal en desastre, el dinero en manos de narcotraficantes y demás bandidos; las autoridades, algunas asustadas, el resto permeada por la ilegalidad. 


El cambio de régimen gubernamental (valga el énfasis) que la mayoría de los colombianos demandan, en realidad, hoy día, no es por ideología, sino por inconformismo. Comparable con aquello, que: “Tanto da la gota al cántaro…hasta que lo revienta”. Y, sinceramente, no necesito remontarme a la historia, porque lo que ha ocurrido y he visto desde que poseo uso de razón es suficiente para escribir esta columna.

Es incontrovertible, que toda persona normal siempre anhela seguridad para poder vivir por lo menos con mínimas afugias: seguridad de no ser asesinado, secuestrado, extorsionado, robado, atracado, especulado, discriminado, engañado, maltratado, este listado es tan extenso que no dispongo de espacio para enumerarlos. 

Mis contemporáneos y los nacidos 30 años atrás de la fecha de hoy, no ignoran que las distintas facciones guerrilleras desvirtuaron la seguridad de los colombianos, el peligro y la zozobra cundían a lo largo y ancho de todo el país, para colmos recurrieron a las mal llamadas ‘pescas milagrosas’, que generaron temor generalizado a transitar por las carreteras. 

La institucionalidad colombiana estaba menoscabada, con la economía legal en desastre, el dinero en manos de narcotraficantes y demás bandidos; las autoridades, algunas asustadas, el resto permeada por la ilegalidad. 

En medio de tan tremendo caos, con un presidente fanfarrón, de pronto aparece o consiguieron un ‘salvador’, con tal personaje, la dirigencia colombiana hace el famoso ‘Pacto de Ralito’, allí estuvieron presente, empresarios, ganaderos, políticos y corruptos de cuello blanco. Ante la hecatombe del país, el pueblo lo acoge y gobernó por dos períodos consecutivos, en los cuales predominó la perversidad de que el fin justifica los medios, afortunadamente, las altas cortes del poder judicial le truncaron la aspiración de permanecer como presidente, tal vez vitalicio, recurriendo y manteniéndose con el perverso argumento ya mencionado.

Reitero (creo que ya lo he dicho) que el expresidente Álvaro Uribe Vélez desperdició el acuerdo de paz firmado por Juan Manuel Santos. Tuvo la oportunidad de reivindicarse, colaborando en su proceso con el propósito de recomponer el país, desgraciadamente fue su feroz opositor, por tanto, no se me hiso raro su obtusa arenga a favor del reconteo de los votos del debate electoral recién pasado y su inconveniente sugerencia de que no fueran aceptados los resultados con argumentos no válidos y de por sí ilegales.

En nuestro país hay muchos politiqueros que siempre tildan de populistas a los políticos que se les oponen, a sabiendas de que los populistas siempre han sido ellos mismos, por hacer proselitismo con base en mentiras, pues nunca han cumplido lo prometido a los electores y mucho menos a los pobres. Ya el pueblo conoce las estrategias de los politiqueros; en consecuencia, no hayan qué hacer, por ende, sus tácticas son ramplonas y el hazmerreír de la gente, especialmente de la ciudadanía autorizada para elegir a sus gobernantes. 

La ciudadanía desea que los elegidos cumplan cabalmente con sus deberes; por ejemplo, que el presidente, los alcaldes y gobernadores regionales sean justos y honestos, que inviertan los recaudos de los impuestos (hay demasiados y cada vez más) en procura del bienestar general, que no se dilapiden en obras insulsas, que las obras indispensables no queden inconclusas, las cuales abundan por doquier, que no desfalquen los erarios en beneficios propios y de sus cómplices y tampoco para los financiadores de las campañas electorales. 

En fin, el cambio demandado no es necedad, sino una necesidad real. Si no llegamos a tener el cambio que minimice las necesidades de la gente pobre, nunca tendremos seguridad. Ojalá que los congresistas elegidos y el presidente que elegiremos propendan hacia el rumbo correcto.