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Columnista - 17 noviembre, 2020

El arbolito de navidad

En los últimos días se han propuesto dos referendos con claros intereses electoreros. El primero, para revocarle el mandato al presidente Duque, que por ser absolutamente delirante no vale la pena ni mencionarlo. Y el segundo, para resolver mediante ese mecanismo de participación lo que según el autor de la propuesta se debe cambiar del […]

En los últimos días se han propuesto dos referendos con claros intereses electoreros. El primero, para revocarle el mandato al presidente Duque, que por ser absolutamente delirante no vale la pena ni mencionarlo. Y el segundo, para resolver mediante ese mecanismo de participación lo que según el autor de la propuesta se debe cambiar del acuerdo de paz con las FARC.

En mi opinión, este último no se compadece con la situación del país ni del mismo gobierno al pretender que se gaste más del año que le falta a Duque -pues los 7 meses restantes del 2022 se irán en campaña y elecciones- en una discusión sobre la conveniencia de aprobar unas propuestas a través de esta vía, cuando es improcedente a todas luces para algunas de ellas. Veamos: buscar modificar unilateralmente un acuerdo incorporado a la Constitución luego de una negociación de paz, producirá efectos jurídicos inanes así se apruebe hipotéticamente.

El argumento de que las cosas se deshacen como se hacen, como alegan, resulta necio al proponer modificarlo por referendo en la medida en que el Acuerdo del Teatro Colón fue un pacto entre dos partes que fue elevado a normas constitucionales –para no mencionar que está protegido además por la Convención de Ginebra- y solo por voluntad de esas partes -el Estado y las FARC- se puede modificar.

Si este acuerdo requiere ajustes -en lo cual uno puede coincidir o no respecto del  funcionamiento de la JEP, la presencia de responsables de delitos de lesa humanidad en el Congreso sin haber sido condenados aún, la asimetría en el trato con quienes se someten a esa jurisdicción, y otros aspectos contenciosos incluidos en el Acuerdo- lo que procede es buscar una revisión bilateral para después llevar los ajustes convenidos al Congreso para su ratificación.

A las FARC también les podría interesar en aras de fortalecer el proceso y de hacerlo más digerible ante tanto incumplimiento de su parte. Pero imponerlos unilateralmente, a punta de estado de opinión para revivir el NO y utilizando para ello un mecanismo de participación improcedente como se pretende, para lo único que sirve es para dos cosas: para distraer al gobierno en su esfuerzo de recuperar al país de los graves efectos sociales y económicos generados por la pandemia durante el tiempo que le resta, y para renovar el discurso del CD que lo fortaleció, esta vez de cara a las elecciones del 2022.

Con lo primero, es improbable que Duque y la coalición que consolidó en buena hora en el Congreso estén interesados pues terminarían participando de la polarización y relegando la solución a los problemas más apremiantes para lo cual se necesitan mutuamente, so pena de acabar entregándole el poder al populismo de extrema izquierda. En cuanto a lo segundo, el mismo Uribe tiene que ser consciente que los tiempos no le dan, ni cuenta con el apoyo suficiente en el Congreso para aprobar ese referendo, como también sabe que de llegar a tenerlo, a su iniciativa le querrán colgar más preguntas hasta quedar convertida en un “arbolito de navidad” que motiven al grueso del electorado con temas que le interesen más que suprimir la JEP, tal como ocurrió en el ejercicio referendario que se hizo en el 2004 cuando comenzamos con 5 preguntas y terminamos con 14 que la gente no entendía.

Tan consciente es Uribe de esto, que esta vez se adelantó y metió como gancho en el cuestionario algunas medidas atractivas a los ojos de los aliados del gobierno en el Congreso para paliar la difícil situación de la población vulnerable, y otras reformas justificadas que no se han querido aprobar como la de la justicia y del legislativo, pero que el Congreso tampoco dejará que se las hagan, mientras pueda.

Visto lo anterior, no es difícil suponer que este referendo tendrá menos suerte que el anterior, eso sí, con el importante dividendo para el autor de haber mantenido sus huestes alineadas para las elecciones del 2022 alrededor de unos temas polémicos, algunos que se saben -ex profeso- inmodificables, y de otros que seguro serán tramitados por el Congreso a iniciativa del propio gobierno de Duque sin tener que montarse en el rollo de un referendo imposible.

Columnista
17 noviembre, 2020

El arbolito de navidad

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mauricio Pimiento Barrera

En los últimos días se han propuesto dos referendos con claros intereses electoreros. El primero, para revocarle el mandato al presidente Duque, que por ser absolutamente delirante no vale la pena ni mencionarlo. Y el segundo, para resolver mediante ese mecanismo de participación lo que según el autor de la propuesta se debe cambiar del […]


En los últimos días se han propuesto dos referendos con claros intereses electoreros. El primero, para revocarle el mandato al presidente Duque, que por ser absolutamente delirante no vale la pena ni mencionarlo. Y el segundo, para resolver mediante ese mecanismo de participación lo que según el autor de la propuesta se debe cambiar del acuerdo de paz con las FARC.

En mi opinión, este último no se compadece con la situación del país ni del mismo gobierno al pretender que se gaste más del año que le falta a Duque -pues los 7 meses restantes del 2022 se irán en campaña y elecciones- en una discusión sobre la conveniencia de aprobar unas propuestas a través de esta vía, cuando es improcedente a todas luces para algunas de ellas. Veamos: buscar modificar unilateralmente un acuerdo incorporado a la Constitución luego de una negociación de paz, producirá efectos jurídicos inanes así se apruebe hipotéticamente.

El argumento de que las cosas se deshacen como se hacen, como alegan, resulta necio al proponer modificarlo por referendo en la medida en que el Acuerdo del Teatro Colón fue un pacto entre dos partes que fue elevado a normas constitucionales –para no mencionar que está protegido además por la Convención de Ginebra- y solo por voluntad de esas partes -el Estado y las FARC- se puede modificar.

Si este acuerdo requiere ajustes -en lo cual uno puede coincidir o no respecto del  funcionamiento de la JEP, la presencia de responsables de delitos de lesa humanidad en el Congreso sin haber sido condenados aún, la asimetría en el trato con quienes se someten a esa jurisdicción, y otros aspectos contenciosos incluidos en el Acuerdo- lo que procede es buscar una revisión bilateral para después llevar los ajustes convenidos al Congreso para su ratificación.

A las FARC también les podría interesar en aras de fortalecer el proceso y de hacerlo más digerible ante tanto incumplimiento de su parte. Pero imponerlos unilateralmente, a punta de estado de opinión para revivir el NO y utilizando para ello un mecanismo de participación improcedente como se pretende, para lo único que sirve es para dos cosas: para distraer al gobierno en su esfuerzo de recuperar al país de los graves efectos sociales y económicos generados por la pandemia durante el tiempo que le resta, y para renovar el discurso del CD que lo fortaleció, esta vez de cara a las elecciones del 2022.

Con lo primero, es improbable que Duque y la coalición que consolidó en buena hora en el Congreso estén interesados pues terminarían participando de la polarización y relegando la solución a los problemas más apremiantes para lo cual se necesitan mutuamente, so pena de acabar entregándole el poder al populismo de extrema izquierda. En cuanto a lo segundo, el mismo Uribe tiene que ser consciente que los tiempos no le dan, ni cuenta con el apoyo suficiente en el Congreso para aprobar ese referendo, como también sabe que de llegar a tenerlo, a su iniciativa le querrán colgar más preguntas hasta quedar convertida en un “arbolito de navidad” que motiven al grueso del electorado con temas que le interesen más que suprimir la JEP, tal como ocurrió en el ejercicio referendario que se hizo en el 2004 cuando comenzamos con 5 preguntas y terminamos con 14 que la gente no entendía.

Tan consciente es Uribe de esto, que esta vez se adelantó y metió como gancho en el cuestionario algunas medidas atractivas a los ojos de los aliados del gobierno en el Congreso para paliar la difícil situación de la población vulnerable, y otras reformas justificadas que no se han querido aprobar como la de la justicia y del legislativo, pero que el Congreso tampoco dejará que se las hagan, mientras pueda.

Visto lo anterior, no es difícil suponer que este referendo tendrá menos suerte que el anterior, eso sí, con el importante dividendo para el autor de haber mantenido sus huestes alineadas para las elecciones del 2022 alrededor de unos temas polémicos, algunos que se saben -ex profeso- inmodificables, y de otros que seguro serán tramitados por el Congreso a iniciativa del propio gobierno de Duque sin tener que montarse en el rollo de un referendo imposible.