“La señora Delfina Oñate, cuando llevaba en el vientre a su hijo menor, escuchó el canto de la Doroy en una de las crecientes del río Mocho”.
Jorge Oñate nació el 31 de marzo de 1949, en La Paz, hermoso lugar sonoro como la vida y la esperanza. En ese pueblo, cercano a Valledupar, sus pobladores hicieron con la música de acordeón un templo de leyenda y dinastía.
Una de esas leyendas en el canto vallenato es Jorge Oñate. La dinastía renombrada es la de los López, y su árbol genético cruza sus raíces primarias con los Gutiérrez y Zequeira.
Cuando en la música vallenata aparece un artista destacado y no pertenece a una familia con tradición musical, surgen algunas especulaciones para dar respuestas al posible origen del talento artístico. Es el caso de Jorge, que en los ascendentes de su familia Oñate en La Paz no se conoce un cantante. El profesor e historiador Juan Carlos Olivella se basa en la leyenda de la serpiente Doroy, que, según los antiguos campesinos, con las fuertes crecientes por el río solía bajar una gigante culebra (Doroy) atravesada y si una mujer embarazada escuchaba su canto daría a luz un niño cantor.
“La señora Delfina Oñate, cuando llevaba en el vientre a su hijo menor, escuchó el canto de la Doroy en unas de las crecientes del río Mocho, y por eso Jorge es el primer gran cantor de la familia Oñate”. Algo similar había escrito Tomás Darío Gutiérrez de Cristina Maestre, madre del cantante Rafael Orozco, al escuchar el canto de la Doroy en una creciente del río Maracas de Becerril. (Cultura Vallenata: Origen, teorías y pruebas, 1992: 298-299).
Yiris Oñate Gutiérrez y José María Oñate Araujo, afirman que Juan Bautista Oñate Calderón, quien vivía en San Diego, abuelo de Jorge, tenía aficiones musicales: cantaba y tocaba dulzaina. Gustavo Gutiérrez Aroca, el popular ‘Keka Gutiérrez’, historiador empírico y amigo de la familia Oñate, narra: “El teniente Daniel González, nativo de Cundinamarca, llegó a La Paz de comandante de la Policía. En sus ratos de descanso, solía cantar boleros y tangos. Se enamoró de la hermosa mujer, viuda, Delfina Oñate Mejía, quien tenía dos hijos: Gustavo y Jesualdo Gnecco. La relación marital de Delfina con el teniente fue efímera, porque él fue traslado antes de nacer su hijo Jorge, que obtuvo el apellido de su madre, pero heredó de su padre la vena del canto”.
Esos genes de cantante en el joven Jorge empiezan a despertarse en el ambiente de acordeones y cantos de La Paz. Se hizo notorio después de 1952, cuando el médico Manuel Zapata Olivella realiza una segunda gira de música folclórica por el interior del país, y lleva de La Paz al acordeonista Juan López y a su sobrino Dagoberto López, en el canto.
El regreso de la gira y su reconocimiento por la prensa nacional fue factor decisivo de motivación para elevar el apego por la música vallenata en la familia López. La casa de Pablo Rafael, hermano de Juan López, se convierte en un sitio de parranda frecuente, y es bautizada la “calle de la alegría”. Allí, el niño Jorge Oñate se detenía a escuchar la magia de los acordeones y el canto de Dagoberto López ‘El clarín de La Paz’, como solía llamarlo Zapata Olivella.
Jorge Oñate llega a Valledupar en 1965 a estudiar bachillerato en el Colegio Sagrado Corazón, al año siguiente ingresa al Colegio Ateneo El Rosario a segundo de bachillerato. Cuenta Ivan Hinojosa, uno de sus compañeros de estudios: “Jorge llega al Ateneo el Rosario en 1966, motivado por la existencia de un grupo musical de estudiantes que a finales de 1965 había participado en Bogotá, en el concurso nacional de música ‘La Orquídea de Plata’ de ‘La hora Philips’, emisora Nuevo Mundo (hoy radio Caracol). Él ingresa al grupo y se destaca con su voz fuerte y afinada. En el Colegio permanece hasta mediados de 1967, porque la disciplina impuesta por el rector César Mendoza Hinojosa exigía corte de cabello bajito y a Jorge le gustaba lucir su melena elegante. Jorge se va para Santa Marta en busca de uno de sus sueños, ser jugador profesional del Unión Magdalena”. Yo, también estudiaba en ese colegio (1966 hacía quinto de primaria), y recuerdo que en un partido de fútbol el equipo de Jorge perdió y uno de sus compañeros, Alfonso López Vásquez dolido por la derrota, le dijo: “Oñate, si tú como hablas jugarás serías un super crack”.
Cuenta ‘Keka’ Gutiérrez, que “la primera vez que Jorge Oñate cantó oficialmente en un conjunto fue con su paisano, el acordeonero Élber Noriega, de profesión albañil y conocido como el ‘Carretillero’, en la caseta “Brisas del Cerro”. Los asistentes se asombraron con el novel cantor y los elogios crecieron como la sombra de un árbol al atardecer”.
Jorge cambió los sueños de ser futbolista por el de artista del canto vallenato. El primo hermano de su madre, Alonso Fernández Oñate, abogado, poeta y compositor, nativo de San Diego, fue el gran mecenas y gestor que lo lleva por primera vez a un estudio de grabación, en 1968. El acordeonero Emilio Oviedo, con su grupo ‘Los Guatapurí’ fue el director de la grabación álbum titulado ´’Festival Vallenato´, de doce canciones de la autoría del doctor Alonso Fernández, y ocho fueron cantada por Jorge; una de las más escuchadas fue ´Campesina vallenata’. En 1969, con Nelson Diaz y su Combo Tropical graba el álbum ‘Conmigo es el baile’. En 1970 con los Hermanos López, ‘Lo Último en Vallenato’. Estas tres grabaciones se convierten en el alba de su leyenda musical.
Dice el cronista Félix Carrillo Hinojosa: “Jorge Oñate fue la voz de ‘Nido de amor’ y ‘Oye tú’, canciones que son difíciles de imaginar cantadas por otro, aunque las hayan grabado después. El cantante fue la única figura vallenata que además de Escalona recibió un Grammy Latino a la Excelencia Musical (2010) -un premio honorífico, fuera de concurso, por su trayectoria- y fue aquel que además dejó un nutrido anecdotario jocoso, con cuentos que él mismo reconocía como las oñatadas”.
POR JOSÉ ATUESTA MINDIOLA/ESPECIAL PARA EL PILÓN
“La señora Delfina Oñate, cuando llevaba en el vientre a su hijo menor, escuchó el canto de la Doroy en una de las crecientes del río Mocho”.
Jorge Oñate nació el 31 de marzo de 1949, en La Paz, hermoso lugar sonoro como la vida y la esperanza. En ese pueblo, cercano a Valledupar, sus pobladores hicieron con la música de acordeón un templo de leyenda y dinastía.
Una de esas leyendas en el canto vallenato es Jorge Oñate. La dinastía renombrada es la de los López, y su árbol genético cruza sus raíces primarias con los Gutiérrez y Zequeira.
Cuando en la música vallenata aparece un artista destacado y no pertenece a una familia con tradición musical, surgen algunas especulaciones para dar respuestas al posible origen del talento artístico. Es el caso de Jorge, que en los ascendentes de su familia Oñate en La Paz no se conoce un cantante. El profesor e historiador Juan Carlos Olivella se basa en la leyenda de la serpiente Doroy, que, según los antiguos campesinos, con las fuertes crecientes por el río solía bajar una gigante culebra (Doroy) atravesada y si una mujer embarazada escuchaba su canto daría a luz un niño cantor.
“La señora Delfina Oñate, cuando llevaba en el vientre a su hijo menor, escuchó el canto de la Doroy en unas de las crecientes del río Mocho, y por eso Jorge es el primer gran cantor de la familia Oñate”. Algo similar había escrito Tomás Darío Gutiérrez de Cristina Maestre, madre del cantante Rafael Orozco, al escuchar el canto de la Doroy en una creciente del río Maracas de Becerril. (Cultura Vallenata: Origen, teorías y pruebas, 1992: 298-299).
Yiris Oñate Gutiérrez y José María Oñate Araujo, afirman que Juan Bautista Oñate Calderón, quien vivía en San Diego, abuelo de Jorge, tenía aficiones musicales: cantaba y tocaba dulzaina. Gustavo Gutiérrez Aroca, el popular ‘Keka Gutiérrez’, historiador empírico y amigo de la familia Oñate, narra: “El teniente Daniel González, nativo de Cundinamarca, llegó a La Paz de comandante de la Policía. En sus ratos de descanso, solía cantar boleros y tangos. Se enamoró de la hermosa mujer, viuda, Delfina Oñate Mejía, quien tenía dos hijos: Gustavo y Jesualdo Gnecco. La relación marital de Delfina con el teniente fue efímera, porque él fue traslado antes de nacer su hijo Jorge, que obtuvo el apellido de su madre, pero heredó de su padre la vena del canto”.
Esos genes de cantante en el joven Jorge empiezan a despertarse en el ambiente de acordeones y cantos de La Paz. Se hizo notorio después de 1952, cuando el médico Manuel Zapata Olivella realiza una segunda gira de música folclórica por el interior del país, y lleva de La Paz al acordeonista Juan López y a su sobrino Dagoberto López, en el canto.
El regreso de la gira y su reconocimiento por la prensa nacional fue factor decisivo de motivación para elevar el apego por la música vallenata en la familia López. La casa de Pablo Rafael, hermano de Juan López, se convierte en un sitio de parranda frecuente, y es bautizada la “calle de la alegría”. Allí, el niño Jorge Oñate se detenía a escuchar la magia de los acordeones y el canto de Dagoberto López ‘El clarín de La Paz’, como solía llamarlo Zapata Olivella.
Jorge Oñate llega a Valledupar en 1965 a estudiar bachillerato en el Colegio Sagrado Corazón, al año siguiente ingresa al Colegio Ateneo El Rosario a segundo de bachillerato. Cuenta Ivan Hinojosa, uno de sus compañeros de estudios: “Jorge llega al Ateneo el Rosario en 1966, motivado por la existencia de un grupo musical de estudiantes que a finales de 1965 había participado en Bogotá, en el concurso nacional de música ‘La Orquídea de Plata’ de ‘La hora Philips’, emisora Nuevo Mundo (hoy radio Caracol). Él ingresa al grupo y se destaca con su voz fuerte y afinada. En el Colegio permanece hasta mediados de 1967, porque la disciplina impuesta por el rector César Mendoza Hinojosa exigía corte de cabello bajito y a Jorge le gustaba lucir su melena elegante. Jorge se va para Santa Marta en busca de uno de sus sueños, ser jugador profesional del Unión Magdalena”. Yo, también estudiaba en ese colegio (1966 hacía quinto de primaria), y recuerdo que en un partido de fútbol el equipo de Jorge perdió y uno de sus compañeros, Alfonso López Vásquez dolido por la derrota, le dijo: “Oñate, si tú como hablas jugarás serías un super crack”.
Cuenta ‘Keka’ Gutiérrez, que “la primera vez que Jorge Oñate cantó oficialmente en un conjunto fue con su paisano, el acordeonero Élber Noriega, de profesión albañil y conocido como el ‘Carretillero’, en la caseta “Brisas del Cerro”. Los asistentes se asombraron con el novel cantor y los elogios crecieron como la sombra de un árbol al atardecer”.
Jorge cambió los sueños de ser futbolista por el de artista del canto vallenato. El primo hermano de su madre, Alonso Fernández Oñate, abogado, poeta y compositor, nativo de San Diego, fue el gran mecenas y gestor que lo lleva por primera vez a un estudio de grabación, en 1968. El acordeonero Emilio Oviedo, con su grupo ‘Los Guatapurí’ fue el director de la grabación álbum titulado ´’Festival Vallenato´, de doce canciones de la autoría del doctor Alonso Fernández, y ocho fueron cantada por Jorge; una de las más escuchadas fue ´Campesina vallenata’. En 1969, con Nelson Diaz y su Combo Tropical graba el álbum ‘Conmigo es el baile’. En 1970 con los Hermanos López, ‘Lo Último en Vallenato’. Estas tres grabaciones se convierten en el alba de su leyenda musical.
Dice el cronista Félix Carrillo Hinojosa: “Jorge Oñate fue la voz de ‘Nido de amor’ y ‘Oye tú’, canciones que son difíciles de imaginar cantadas por otro, aunque las hayan grabado después. El cantante fue la única figura vallenata que además de Escalona recibió un Grammy Latino a la Excelencia Musical (2010) -un premio honorífico, fuera de concurso, por su trayectoria- y fue aquel que además dejó un nutrido anecdotario jocoso, con cuentos que él mismo reconocía como las oñatadas”.
POR JOSÉ ATUESTA MINDIOLA/ESPECIAL PARA EL PILÓN