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El Vallenato - 11 diciembre, 2021

El acordeón colibrí: el invento de Lucho Campillo y Emilianito Zuleta que revolucionó el vallenato

El bautizo de colibrí al nuevo acordeón se lo dio Campillo en alusión a la más diminuta de las aves que sin duda debe ser la del más fino trino.

 Lucho Campillo y Emilianito Zuleta. 

 Foto de cortesía.
Lucho Campillo y Emilianito Zuleta. Foto de cortesía.

Cuando a partir de la década del sesenta del siglo anterior, la fábrica Honner de Alemania comenzó a fabricar para el mundo los acordeones de tres hileras referenciados como tres coronas, fueron cuatro tonalidades diferentes que nos llegaron para enriquecer la expresión melódica del vallenato, cuyos signos son los siguientes, de los tonos bajos a los tonos altos: el Cuatro Letras, el GCF, el ADG y el Cinco Letras.

En 1970, Emilianito Zuleta organiza su conjunto con la voz de ‘Poncho’, su hermano, y que después de la primera grabación L.P ‘Mis preferidas’ seguiría llamándose conjunto de ‘Los Hermanos Zuleta’.

En las producciones musicales de los primeros años se presentaban algunas dificultades para Poncho, ya que siendo ‘El Cinco Letras’ la tonalidad más alta todavía resultaba un poco baja para la tesitura dominada por él y en la grabación de algunos temas no quedaba realmente satisfecho con el logro obtenido. Esto era una preocupación constante para Emilianito, quien por allá en 1975 compartía inquietudes al respecto con Lucho Campillo (‘El viejo’), su técnico de acordeones en esa época. 

Después de algún tiempo dándole vueltas al asunto, Emilianito le hizo el siguiente planteamiento: si al ‘Cinco Letras’ le suprimimos la hilera de afuera y trasladamos la del centro hacia afuera y la de adentro la rodamos al medio, podríamos fabricar una hilera adicional para el espacio vacío, pero que se ajuste al ordenamiento de las escalas que quedan y así tendríamos un acordeón más alto que el original.

Fue este el genial chispazo que les indicó el camino a seguir, pero de dónde diablos iban a sacar las liras (pitos) requeridas y las planchitas que las soportan si las del Cinco Letras eran las más pequeñas que venían de fábrica; el tema estaba planteado, faltaba entonces encontrar la solución. 

SOLUCIÓN

Era la época en que Emilianito residía en Bogotá en el edificio Torres de Fenicia de la 5ª con diecinueve, alternando su trabajo en la Corporación del Turismo con el ajetreo musical. Diagonal, al lado del hotel Niágara, funcionaba el taller de don Prospero Rodríguez, un componedor de pianos y acordeones de teclas que en algunas ocasiones le colaboraba a Emilianito cambiándole pitos dañados de sus acordeones, quien tenía en su cuarto de San Alejo un arrume de planchitas de los instrumentos que reparaba y allí encontró Mile lo que podría necesitar, trayéndose un saco de material para Valledupar para que Campillo fuera craneando y elaborando la tan necesaria hilera. 

Con los pitos la cosa era más sencilla, pues de los más grandes y gruesos, cortándolos y quitándoles espesor a punta de lima se obtienen los más finos y delgados que la gente de Mathias Honner no fabrica.  Campillo hizo lo suyo y así nació el ‘acordeón colibrí o cinco letras alzao’ (re sostenido, sol sostenido, do sostenido), el primer modelo fruto del ingenio vallenato que rompía con la tradición alemana. El bautizo de colibrí al nuevo acordeón se lo dio Campillo en alusión a la más diminuta de las aves que sin duda debe ser la del más fino trino.

Cuando los Zuleta grabaron el paseo ‘Olvídame’ de Leandro Díaz, el colibrí dejó escuchar sus agudos registros en la caseta Broadway de Valledupar, donde esa noche coincidieron entre los noveleros que arreglaban acordeones: Emilio Oviedo, Miguelito Ahumada, Javier García, José Luis Sierra y el maestro Ovidio Granados, para ver y oír el nuevo acordeón que iría a revolucionar los conceptos existentes sobre la técnica de componer y modificar un tres coronas, ya que la gran mayoría de los músicos insistía al escuchar el disco que ese acordeón no existía y que el sonido exótico y altivo que producía era efecto de un computador o alguna otra triquiñuela electrónica.

Posteriormente, Lucho Campillo inventó el acordeón Similá y se alzaron los originales GCF y ADG, iniciándose una verdadera revolución en la modificación de los acordeones que ha maravillado los patrones europeos, quienes están en mora de reconocerle a Emilianito Zuleta y a Lucho Campillo los méritos como precursores en la fabricación de acordeones con tonalidades que los europeos no han podido igualar.

Por: Julio Oñate Martínez

El Vallenato
11 diciembre, 2021

El acordeón colibrí: el invento de Lucho Campillo y Emilianito Zuleta que revolucionó el vallenato

El bautizo de colibrí al nuevo acordeón se lo dio Campillo en alusión a la más diminuta de las aves que sin duda debe ser la del más fino trino.


 Lucho Campillo y Emilianito Zuleta. 

 Foto de cortesía.
Lucho Campillo y Emilianito Zuleta. Foto de cortesía.

Cuando a partir de la década del sesenta del siglo anterior, la fábrica Honner de Alemania comenzó a fabricar para el mundo los acordeones de tres hileras referenciados como tres coronas, fueron cuatro tonalidades diferentes que nos llegaron para enriquecer la expresión melódica del vallenato, cuyos signos son los siguientes, de los tonos bajos a los tonos altos: el Cuatro Letras, el GCF, el ADG y el Cinco Letras.

En 1970, Emilianito Zuleta organiza su conjunto con la voz de ‘Poncho’, su hermano, y que después de la primera grabación L.P ‘Mis preferidas’ seguiría llamándose conjunto de ‘Los Hermanos Zuleta’.

En las producciones musicales de los primeros años se presentaban algunas dificultades para Poncho, ya que siendo ‘El Cinco Letras’ la tonalidad más alta todavía resultaba un poco baja para la tesitura dominada por él y en la grabación de algunos temas no quedaba realmente satisfecho con el logro obtenido. Esto era una preocupación constante para Emilianito, quien por allá en 1975 compartía inquietudes al respecto con Lucho Campillo (‘El viejo’), su técnico de acordeones en esa época. 

Después de algún tiempo dándole vueltas al asunto, Emilianito le hizo el siguiente planteamiento: si al ‘Cinco Letras’ le suprimimos la hilera de afuera y trasladamos la del centro hacia afuera y la de adentro la rodamos al medio, podríamos fabricar una hilera adicional para el espacio vacío, pero que se ajuste al ordenamiento de las escalas que quedan y así tendríamos un acordeón más alto que el original.

Fue este el genial chispazo que les indicó el camino a seguir, pero de dónde diablos iban a sacar las liras (pitos) requeridas y las planchitas que las soportan si las del Cinco Letras eran las más pequeñas que venían de fábrica; el tema estaba planteado, faltaba entonces encontrar la solución. 

SOLUCIÓN

Era la época en que Emilianito residía en Bogotá en el edificio Torres de Fenicia de la 5ª con diecinueve, alternando su trabajo en la Corporación del Turismo con el ajetreo musical. Diagonal, al lado del hotel Niágara, funcionaba el taller de don Prospero Rodríguez, un componedor de pianos y acordeones de teclas que en algunas ocasiones le colaboraba a Emilianito cambiándole pitos dañados de sus acordeones, quien tenía en su cuarto de San Alejo un arrume de planchitas de los instrumentos que reparaba y allí encontró Mile lo que podría necesitar, trayéndose un saco de material para Valledupar para que Campillo fuera craneando y elaborando la tan necesaria hilera. 

Con los pitos la cosa era más sencilla, pues de los más grandes y gruesos, cortándolos y quitándoles espesor a punta de lima se obtienen los más finos y delgados que la gente de Mathias Honner no fabrica.  Campillo hizo lo suyo y así nació el ‘acordeón colibrí o cinco letras alzao’ (re sostenido, sol sostenido, do sostenido), el primer modelo fruto del ingenio vallenato que rompía con la tradición alemana. El bautizo de colibrí al nuevo acordeón se lo dio Campillo en alusión a la más diminuta de las aves que sin duda debe ser la del más fino trino.

Cuando los Zuleta grabaron el paseo ‘Olvídame’ de Leandro Díaz, el colibrí dejó escuchar sus agudos registros en la caseta Broadway de Valledupar, donde esa noche coincidieron entre los noveleros que arreglaban acordeones: Emilio Oviedo, Miguelito Ahumada, Javier García, José Luis Sierra y el maestro Ovidio Granados, para ver y oír el nuevo acordeón que iría a revolucionar los conceptos existentes sobre la técnica de componer y modificar un tres coronas, ya que la gran mayoría de los músicos insistía al escuchar el disco que ese acordeón no existía y que el sonido exótico y altivo que producía era efecto de un computador o alguna otra triquiñuela electrónica.

Posteriormente, Lucho Campillo inventó el acordeón Similá y se alzaron los originales GCF y ADG, iniciándose una verdadera revolución en la modificación de los acordeones que ha maravillado los patrones europeos, quienes están en mora de reconocerle a Emilianito Zuleta y a Lucho Campillo los méritos como precursores en la fabricación de acordeones con tonalidades que los europeos no han podido igualar.

Por: Julio Oñate Martínez