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Columnista - 26 mayo, 2016

Educación y formación

Hay verdades que subsisten así sea de manera modesta, pero tremendamente reales, aunque, en principio, interesen sólo a los especialistas. Que cuando se comunican al público éste se complace enormemente y sube su estima por el verdadero progreso humano, no por el engañoso. Una de ellas la encontramos en la república parlamentaria Finlandia, situada al […]

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Hay verdades que subsisten así sea de manera modesta, pero tremendamente reales, aunque, en principio, interesen sólo a los especialistas. Que cuando se comunican al público éste se complace enormemente y sube su estima por el verdadero progreso humano, no por el engañoso.

Una de ellas la encontramos en la república parlamentaria Finlandia, situada al noreste de Europa, cuya capital es Helsinki, conformada por una superficie relativamente pequeña, un poco más de 300.000 kilómetros cuadrados, que alberga aproximadamente unos seis millones de habitantes, un poco más de 17 habitantes por kilómetro cuadrado. Hace parte de la Unión Europea y es miembro de varios organismos internacionales.

Allí la prioridad no es el progreso material, sino el que resulta de la buena educación y formación (saber lo que hay que hacer) de sus habitantes. Eso es lo que verdaderamente le importa.

Tiene una industria, un comercio, una riqueza moderados -y hasta festivales-, podemos decir que suficientes para una vida digna; profesionales, tecnólogos y técnicos de esmerada capacitación; pero no es el consumismo ansioso lo que los desvela, sino mantener un alto nivel de convivencia ciudadana; a esto se aplica a fondo.

Finlandia es uno de los países en los que se llevan a cabo las llamadas pruebas Pisa, que evalúan la capacitación de los estudiantes que se someten a ellas, en diferentes materias del saber. Ya sabemos que los resultados de los estudiantes colombianos nos han dejado un sabor amargo, y una gran campanada de alerta, por el riesgo que corremos de ser incompetentes en este mundo moderno.

Hago un paréntesis aquí para decir que ese desafío es análogo al que hizo la Unesco al declarar Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, la música vallenata, clásica, advirtiendo los peligros del vallenato ramplón.

Prosigo en el tema principal. Con su sistema educativo, Finlandia ha dado un portazo a la presunción de los países llamados desarrollados. Nos preguntamos, ¿desarrollados en qué? Seguramente en la industrialización contaminante, en la comercialización ansiosa y en el consumismo enloquecedor, desde las cosas necesarias hasta las más inútiles, y hasta algunas de mercadería inmoral, como embriones humanos, por cierto muy productiva.

Vale anotar. Finlandia paga a los padres de familia, a ambos, un estipendio (esto es, los trata como a empleados), con el objeto de que permanezcan en sus casas, por turnos diarios, atendiendo personalmente la educación y formación de sus hijos menores de 7 años, que sólo van a la escuela después de esa edad, siempre bajo la supervigilancia de sus padres, hasta el ingreso a las universidades.

Consiguientemente, allí se logra forjar ciudadanos aptos para la convivencia familiar y social armónica, y eficiente, tanto para la vida privada como para la pública.

En los países llamados desarrollados se está educando para el tener. En Finlandia para el ser. ¿Cabrá alguna comparación con los llamados países subdesarrollados, dentro de los que nos encontramos?

NOTA: si visitas a Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor.

Columnista
26 mayo, 2016

Educación y formación

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Hay verdades que subsisten así sea de manera modesta, pero tremendamente reales, aunque, en principio, interesen sólo a los especialistas. Que cuando se comunican al público éste se complace enormemente y sube su estima por el verdadero progreso humano, no por el engañoso. Una de ellas la encontramos en la república parlamentaria Finlandia, situada al […]


Hay verdades que subsisten así sea de manera modesta, pero tremendamente reales, aunque, en principio, interesen sólo a los especialistas. Que cuando se comunican al público éste se complace enormemente y sube su estima por el verdadero progreso humano, no por el engañoso.

Una de ellas la encontramos en la república parlamentaria Finlandia, situada al noreste de Europa, cuya capital es Helsinki, conformada por una superficie relativamente pequeña, un poco más de 300.000 kilómetros cuadrados, que alberga aproximadamente unos seis millones de habitantes, un poco más de 17 habitantes por kilómetro cuadrado. Hace parte de la Unión Europea y es miembro de varios organismos internacionales.

Allí la prioridad no es el progreso material, sino el que resulta de la buena educación y formación (saber lo que hay que hacer) de sus habitantes. Eso es lo que verdaderamente le importa.

Tiene una industria, un comercio, una riqueza moderados -y hasta festivales-, podemos decir que suficientes para una vida digna; profesionales, tecnólogos y técnicos de esmerada capacitación; pero no es el consumismo ansioso lo que los desvela, sino mantener un alto nivel de convivencia ciudadana; a esto se aplica a fondo.

Finlandia es uno de los países en los que se llevan a cabo las llamadas pruebas Pisa, que evalúan la capacitación de los estudiantes que se someten a ellas, en diferentes materias del saber. Ya sabemos que los resultados de los estudiantes colombianos nos han dejado un sabor amargo, y una gran campanada de alerta, por el riesgo que corremos de ser incompetentes en este mundo moderno.

Hago un paréntesis aquí para decir que ese desafío es análogo al que hizo la Unesco al declarar Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, la música vallenata, clásica, advirtiendo los peligros del vallenato ramplón.

Prosigo en el tema principal. Con su sistema educativo, Finlandia ha dado un portazo a la presunción de los países llamados desarrollados. Nos preguntamos, ¿desarrollados en qué? Seguramente en la industrialización contaminante, en la comercialización ansiosa y en el consumismo enloquecedor, desde las cosas necesarias hasta las más inútiles, y hasta algunas de mercadería inmoral, como embriones humanos, por cierto muy productiva.

Vale anotar. Finlandia paga a los padres de familia, a ambos, un estipendio (esto es, los trata como a empleados), con el objeto de que permanezcan en sus casas, por turnos diarios, atendiendo personalmente la educación y formación de sus hijos menores de 7 años, que sólo van a la escuela después de esa edad, siempre bajo la supervigilancia de sus padres, hasta el ingreso a las universidades.

Consiguientemente, allí se logra forjar ciudadanos aptos para la convivencia familiar y social armónica, y eficiente, tanto para la vida privada como para la pública.

En los países llamados desarrollados se está educando para el tener. En Finlandia para el ser. ¿Cabrá alguna comparación con los llamados países subdesarrollados, dentro de los que nos encontramos?

NOTA: si visitas a Pueblo Bello notarás que allí tu mente piensa mejor.