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Columnista - 16 septiembre, 2022

Educación, formación y competencias

En su libro Formación Integral y competencias, Sergio Tobón concluye que “formar personas éticas y con competencias para asumir los retos del mundo actual y futuro, requiere entonces que los diferentes actores que intervienen en el proceso educativo asuman plenamente sus responsabilidades con el mayor compromiso posible”, de donde se desprende que como individuos, sociedad, […]

En su libro Formación Integral y competencias, Sergio Tobón concluye que “formar personas éticas y con competencias para asumir los retos del mundo actual y futuro, requiere entonces que los diferentes actores que intervienen en el proceso educativo asuman plenamente sus responsabilidades con el mayor compromiso posible”, de donde se desprende que como individuos, sociedad, gobierno o educadores, todos tenemos una responsabilidad en esa formación/ educación.

Tobón en su modelo socioformativo propende por un aprendizaje autónomo y colaborativo hacia un proyecto ético de vida. Sabemos que esta idea es muy hablada pero poco practicada, debido a que la ética se volvió uno de los rellenos menos respetados de cualquier currículo escolar. El modelo es sistémico en tanto debe garantizar su engranaje tanto horizontal como verticalmente. Resalta la necesidad de una integralidad consigo mismo, con los demás y con su entorno ecológico, razón por la cual toma ese nombre. 

Se agregan otras características como sentido de vida, creación artística y vivencia espiritual partiendo de lo complejo y todas sus posibles interconexiones, para que haya corresponsabilidad entre la persona y el entorno social, cultural, económico y ambiental. 

Este modelo también es la justificación a los populares trabajos con proyectos que venden los colegios actualmente. Gira en torno a seis ejes, que si los analizamos sabremos en qué medida estamos fallando integralmente en Valledupar. El primero: responsabilidad social, al asociarlo con el civismo nos encontramos que ese basurero en que vivimos nos deja perdiendo el año.

El segundo: responsabilidad del gobierno, nos enfrenta a una brecha o reto que contribuyó exponencialmente a la elección de Petro.

La responsabilidad de las instituciones educativas nos lleva a la deuda histórica de la universidad y de su comunidad educativa, por las deficiencias al formar personas con un sólido proyecto ético de vida y con las competencias necesarias.

La responsabilidad de las organizaciones empresariales en esta ciudad se caracteriza por una falta de claridad y cierta desconexión con la educación y la formación tanto del talento humano local como de la sociedad en general. Se acabó Klaren´s y compramos leche Alpina o lo que sea, sin exigir o generar el debate social que se requiere para que las empresas locales se conecten con los vallenatos y sus necesidades (y también viceversa).

Con respecto a la responsabilidad de la familia, encontramos clanes que han garantizado su continuidad en el contexto político, algunas familias que en su esfuerzan por mejorar sus propias condiciones ruedan “un poco la regla ética” o aceptan sin sonrojarse que uno de los miembros se enriquezca ilícitamente. Mientras el pudor familiar se cambia fácilmente por una nueva TXL perdemos esta materia. Nos queda la responsabilidad individual, pero sabemos que una sola golondrina no hace verano.

Además de lo anterior, siete saberes integran esta responsabilidad: liderazgo, contacto, autorreflexión, diálogo, autorrealización, emprendimiento, común-unión, pero de ello hablaremos otro día. 

Si se analiza con sumo cuidado este modelo, esa integración nos plantea un regreso al ser humano integral que tanto defendió el Renacimiento, donde el ser humano más que un especialista era un generalista, y nos permite entender el gran reto de la educación por competencias. Un compromiso ético inaplazable para formar en la sociedad del conocimiento. 

Columnista
16 septiembre, 2022

Educación, formación y competencias

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Cenaida Alvis Barranco

En su libro Formación Integral y competencias, Sergio Tobón concluye que “formar personas éticas y con competencias para asumir los retos del mundo actual y futuro, requiere entonces que los diferentes actores que intervienen en el proceso educativo asuman plenamente sus responsabilidades con el mayor compromiso posible”, de donde se desprende que como individuos, sociedad, […]


En su libro Formación Integral y competencias, Sergio Tobón concluye que “formar personas éticas y con competencias para asumir los retos del mundo actual y futuro, requiere entonces que los diferentes actores que intervienen en el proceso educativo asuman plenamente sus responsabilidades con el mayor compromiso posible”, de donde se desprende que como individuos, sociedad, gobierno o educadores, todos tenemos una responsabilidad en esa formación/ educación.

Tobón en su modelo socioformativo propende por un aprendizaje autónomo y colaborativo hacia un proyecto ético de vida. Sabemos que esta idea es muy hablada pero poco practicada, debido a que la ética se volvió uno de los rellenos menos respetados de cualquier currículo escolar. El modelo es sistémico en tanto debe garantizar su engranaje tanto horizontal como verticalmente. Resalta la necesidad de una integralidad consigo mismo, con los demás y con su entorno ecológico, razón por la cual toma ese nombre. 

Se agregan otras características como sentido de vida, creación artística y vivencia espiritual partiendo de lo complejo y todas sus posibles interconexiones, para que haya corresponsabilidad entre la persona y el entorno social, cultural, económico y ambiental. 

Este modelo también es la justificación a los populares trabajos con proyectos que venden los colegios actualmente. Gira en torno a seis ejes, que si los analizamos sabremos en qué medida estamos fallando integralmente en Valledupar. El primero: responsabilidad social, al asociarlo con el civismo nos encontramos que ese basurero en que vivimos nos deja perdiendo el año.

El segundo: responsabilidad del gobierno, nos enfrenta a una brecha o reto que contribuyó exponencialmente a la elección de Petro.

La responsabilidad de las instituciones educativas nos lleva a la deuda histórica de la universidad y de su comunidad educativa, por las deficiencias al formar personas con un sólido proyecto ético de vida y con las competencias necesarias.

La responsabilidad de las organizaciones empresariales en esta ciudad se caracteriza por una falta de claridad y cierta desconexión con la educación y la formación tanto del talento humano local como de la sociedad en general. Se acabó Klaren´s y compramos leche Alpina o lo que sea, sin exigir o generar el debate social que se requiere para que las empresas locales se conecten con los vallenatos y sus necesidades (y también viceversa).

Con respecto a la responsabilidad de la familia, encontramos clanes que han garantizado su continuidad en el contexto político, algunas familias que en su esfuerzan por mejorar sus propias condiciones ruedan “un poco la regla ética” o aceptan sin sonrojarse que uno de los miembros se enriquezca ilícitamente. Mientras el pudor familiar se cambia fácilmente por una nueva TXL perdemos esta materia. Nos queda la responsabilidad individual, pero sabemos que una sola golondrina no hace verano.

Además de lo anterior, siete saberes integran esta responsabilidad: liderazgo, contacto, autorreflexión, diálogo, autorrealización, emprendimiento, común-unión, pero de ello hablaremos otro día. 

Si se analiza con sumo cuidado este modelo, esa integración nos plantea un regreso al ser humano integral que tanto defendió el Renacimiento, donde el ser humano más que un especialista era un generalista, y nos permite entender el gran reto de la educación por competencias. Un compromiso ético inaplazable para formar en la sociedad del conocimiento.